martes, 1 de septiembre de 2020

Día 10 – La escuela ante la pandemia


                     Ilustración: Frato (Francisco Tonucci)

Hasta ahora, la escuela ha utilizado un poderoso instrumento, las Tecnologías de Información y Comunicaciones, para generar una experiencia muy pobre. Si, en cambio, estas tecnologías fueran utilizadas para escucharlos, para atenderlos de forma personalizada, para generar encuentros y promover colaboración, la respuesta de los niños sería otra.

Sigo con el tema de la escuela. Como les conté ayer, me han pedido un curso de trabajo en equipos virtuales para los coordinadores y maestros de una escuela en el interior, así que he pasado buena parte del día escuchando conferencias de Francesco Tonucci, un psicopedagogo y dibujante italiano que pareciera haberse empeñado en ser el micrófono de los niños.

Porque sí, los niños tienen voz. Saben lo que quieren, tienen grandes ideas.

Tonucci lucha en contra del adultocentrismo, esa manía que tenemos los adultos de creer que sabemos mejor que los niños que es lo que quieren e interesa. Escuchar a Tonucci ha sido como recibir una bofetada, porque me doy cuenta de cuán adultocéntrica he sido toda mi vida.

La escuela centrada en el niño

La escuela de negocios en la que doy clase aplica una metodología de trabajo centrada en el participante, en sus necesidades, en su aprendizaje. Así, el profesor se convierte en el facilitador de las sesiones de trabajo, las clases, porque lo cierto es que muchas veces los asistentes aprenden más de sus pares que de los profesores.

En el ámbito de los negocios, desde hace bastante tiempo, la tendencia es a centrarse en el cliente. El cliente ha dejado de ser un consumidor para convertirse en un prosumidor, alguien que participa de la producción de los productos y servicios, que exige personalización y que está más informado cada día. Si una organización trata de trabajar a espaldas de su cliente, imponiéndole sus productos y servicios, estará colocándose en una posición muy vulnerable porque, en cualquier momento, aparecerá alguien que escuchará a los clientes y le quitará el mercado. Hemos visto numerosos casos de esto.

¿Por qué tendría que ser diferente en la escuela?

Que hablen los niños

Tonucci comenta que, mientras el mundo entero, incluyéndome, estaba diciendo a los maestros cómo seguir enseñando a distancia y a los padres cómo asistir a los niños en sus procesos de aprendizaje, nadie se acercaba a preguntar a los niños qué querían, así que él decidió hacerlo.

Desde hace varios años lleva un programa en el que los niños de organizan en consejos para ser escuchados. Estos consejos fueron convocados en los países en que funcionan, entre ellos: Italia, España, Argentina y Perú. Se les preguntó a los niños: ¿qué te pasa?, ¿cómo lo estás viviendo?, ¿qué propones?, ¿qué necesitas?

Para sorpresa de Tonucci y su equipo, los niños coincidían en sus vivencias en relación con la pandemia y las medidas de confinamiento y distanciamiento social:

1.      Extrañan a sus amigos, eso es lo que más extrañan de la escuela.

2.      Han disfrutado de este tiempo porque están en casa con sus padres.

3.      Están hartos de tareas y de seguir clases por una pantalla. La educación a distancia, como ha sido llevada hasta ahora, no les gustó.

Los niños, además, fueron consultados sobre la manera de proseguir su educación mientras continúa la pandemia, sus propuestas son sumamente novedosas y viables. Todas se centran alrededor de lo siguiente:

 “Convertir la casa en un laboratorio donde los padres sean los asistentes de los maestros y en el que cada espacio, desde la cocina hasta un cajón de fotos viejas, se convierta en la oportunidad de aprender algo nuevo”

Ese planteamiento me recordó parte de mi niñez. A mi tío abuelo materno, al que llamábamos “Papa Che”, le gustaban las matemáticas. Cuando venía a visitarnos, jugaba con nosotros a calcular volúmenes de botellas y cartones de leche, charadas matemáticas, problemas de cálculo… el resultado, en mi casa somos cinco ingenieros y un economista.

La escuela tiene que cambiar

“Si escuchamos a los niños, cometeremos menos errores”, dice Tonucci y seguramente tiene razón.

Hasta ahora, la escuela ha utilizado un poderoso instrumento, las Tecnologías de Información y Comunicaciones, para generar una experiencia muy pobre. Repitió lo que se ha venido haciendo en el aula, que ya era bastante aburrido. ¿Qué es lo que quiere decir Tonucci?, pues que la escuela está utilizando un instrumento participativo para utilizarlo como transmisivo. Ha logrado que una tecnología que hasta ahora había encantado a los niños, sea rechazada por ellos.

Si, en cambio, estas tecnologías fueran utilizadas para escucharlos, para atenderlos de forma personalizada, para generar encuentros y promover colaboración, la respuesta de los niños sería otra.

La casa como laboratorio de aprendizaje

¿Y si, en lugar de enviar tareas aburridas, se convirtiera la casa en un laboratorio de descubrimiento, de indagación, de aprendizaje? Tal y como lo hizo durante sus visitas mi tío abuelo.

Una buena escuela se hace sobre la vida de los niños y no sobre libros de texto, de allí el conectarla con su casa, que es donde transcurre la vida de los niños en este momento de confinamiento.

No más la tarea del libro de texto, en lugar de eso, utilizar las actividades cotidianas de la casa como experiencias de aprendizaje. Por ejemplo, aprender de física y de química mientras se lava la ropa o se utiliza el horno de microondas. Convertir la experiencia de cocinar una pasta en un viaje por la historia, la biología (el sentido del gusto, la digestión), la física (transferencia de calor), la química (transformación), las matemáticas (pesos, proporciones, cantidades) y el lenguaje (al escribir la receta). Apoyar la autonomía de niños y jóvenes que, poco a poco, aprenderán a cocinar solos, sin ayuda de sus padres.

Los niños y jóvenes podrían luego compartir con sus compañeros y con sus docentes profundizar, identificar y elaborar procesos.

Es fascinante lo que puede hacerse cuando abandonamos el libreto y nos quedamos con el espíritu de lo que desea abarcar el currículo.

El gobierno argentino ha publicado varios cuadernillos con propuestas de proyectos para seguir educando en la pandemia. Lo mejor de todo, funciona aunque no tengas conexión a Internet. Estos cuadernillos pueden descargarse de forma gratuita de la plataforma https://www.educ.ar/

No hay excusa, a convertir la casa en laboratorio y la escuela en descubrimiento e innovación.


2 comentarios:

  1. Absolutamente de acuerdo. Durante este confinamiento y la ausencia de mi familia infantil me he dedicado a compartir con niños entre 2 y 11 años de mi urbanización. Ellos decidieron darle vida al parque, ese por el que yo pase desde los 7 años y mis hijos desde pequeñitos. Ellos decidieron buscar la pelota de fútbol. Ellos decidieron incorporar las bicicletas. Me hice su compinche. Jajaja y hasta me esguince en una de sus bicicletas. Solo hay un tema que me preocupa y es un video juego que es interactivo a distancia entre ellos y, a mi parecer, con poco control parental, pues escuchas como se quedan jugando hasta la madrugada y, segun entiendo , es un juego de estrategia pero que conlleva el uso de armas. Ademas del contenido preocupa el desbalance que ello conlleva al ser adictivo. Para los padres es dificil manejar el control de este tipo de actividad.

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  2. Es una buena idea que los padres vean los programas de TV, de Internet y juegos que utilizan sus hijos, sobre todo mientras son pequeños

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