martes, 29 de septiembre de 2020

Día 31 – Fanáticos del café


                                      Photo by Emre Gencer on Unsplash


El café conecta a las personas y la cafetería es el ágora moderna. Su influencia en nuestras vidas se hace patente al revisar los casos de algunos personajes de la historia  

Mi hermano mayor sostiene que si no se toma un café bien temprano en la mañana sufrirá de dolor de cabeza todo el día, puede no desayunar, lo que no puede hacer, es prescindir de su café mañanero.

No es el único. Muchas personas alrededor del mundo y a lo largo de la historia, han caído rendidas ante los atributos del café, su aroma, su sabor, el placer y la energía que proporciona, explican tal fascinación.

El café es un ritual, es un apoyo, es un placer, es la excusa perfecta para compartir con amigos una buena conversación, iniciar una relación amorosa o recordar con un sticker que, pese al distanciamiento físico, siempre es posible la cercanía entre quienes se aprecian.

Yo no tomo café, nunca lo he hecho, sin embargo, disfruto mucho de su aroma cuando lo están preparando o cuando una cafetería que estás cerca de mi casa tuesta su café. Así que decidí preguntar algunas cosas a Google sobre el café. En los siguientes párrafos, comparto el resumen de mis hallazgos.

Los tomadores compulsivos y los obsesivos de café

Es insólito el número de tazas al día que puede llegar a tomar una persona. Se dice que Honoré de Balzac podía escribir durante lapsos muy prolongados, de hasta 15 horas. Incluso se cuenta que, en una ocasión, llegó a escribir durante 48 horas seguidas. Al parecer Balzac no solo disfrutaba de la escritura, también lo hacía del café, su secreto para o permanecer despierto y atento durante periodos tan prolongados. Su consumo diario de café podía llegar hasta 50 tazas.

Al igual que Balzac, Voltaire tomaba café con compulsión. De acuerdo con su biógrafo su consumo diario estaba entre 40 y 50 tazas. Su médico le decía que el café era un veneno lento, a lo que Voltaire respondía que era tan lento que en cuarenta años no lo había matado.

Teddy Roosevelt, presidente de Estados Unidos tomaba un galón de café a diario, con mucho azúcar, lo mismo que Soren Kierkegaard, el filósofo danés, de quién se dice ponía 50 cubos de azúcar a su café. Quizá sería más apropiado decir que ponía café al azúcar que consumía.

Beethoven, por su parte, exigía que su taza de café fuese preparada con 60 granos exactamente, ¿te has preguntado alguna vez cuántos granos hay en la taza de café que tomas en las mañanas?

Café y cafeterías

El café conecta a las personas y la cafetería es el ágora moderna. En las cafeterías, las personas se sientan a disfrutar de una buena lectura, pasar un buen rato con amigos o hacer negocios. Incluso se han convertido en la oficina de muchas personas. Las cafeterías han recibido a personajes históricos y, algunas de ellas, han permanecido activas por más de 200 años.

Aunque Benjamín Franklin fue conocido por su gusto por el vino, fue asiduo visitante de cafeterías durante el tiempo que pasó en Londres, entre 1757 y 1775. Incluso instruyó a su hermana para que le hiciera llegar su correspondencia a su cafetería favorita, St. Paul’s Coffee House, allí Franklin sostenía sus reuniones políticas, conversaba con amigos y conocidos e, incluso, jugaba ajedrez.  

Cuando iba a París, su cafetería favorita era Le Procope, la misma de Voltaire, Rousseau y Thomas Jefferson, de forma que si las paredes de Le Procope hablaran… porque continúa activa, lo mismo que el Caffe Florian de Venecia, lugar frecuentado por Lord Byron, Marcel Proust y Charles Dickens; o el Caffe Greco, de Roma, visitado asiduamente por Goethe, Wagner, Lizst, Mendelssohn y el ya nombrado Lord Byron. No podemos dejar de mencionar al Café Central, de Viena, entre cuyos visitantes habituales se cuenta a Freud, Lenin y Trotsky.

Los mayores de 40 años probablemente recuerdan El Gran Café, ubicado en el Boulevard de Sabana Grande, en Caracas, lugar en el que solían reunirse los intelectuales y artistas de la ciudad durante los años 70, 80 y 90.

Músicos que cantaron sus virtudes

Venido de Arabia, el café se consideró una bebida maligna, “no cristiana”. Aunque el Papa Clemente VIII lanzó un edicto que “convertía” en aceptable la costumbre de tomar café, todavía en el siglo XVIII había un cierto rechazo hacia su consumo.

A Johann Sebastian Bach le gustaba tanto el café, que le dedicó una composición suya, la “Cantata del café”, en 1732. Los protagonistas de la cantata fueron un padre y su hija adicta al café. El padre exige que la hija abandone su hábito del café para poder casarse. Aparentemente acepta hacerlo, pero luego decide que, en cambio, buscará otro adicto al café que acepte casarse con ella. La cantata termina felizmente con el padre, la hija y el narrador reuniéndose para cantar una canción que expone los beneficios del café.

Gioachino Rossini no dedicó al café ninguna de sus creaciones, sin embargo, se benefició de sus efectos mientras escribía algunas de sus obras. Notó que los efectos del café desaparecían luego de un uso constante, lo que lo llevó a decir: “el café es cuestión de quince o veinte días: afortunadamente el momento de hacer una ópera”.

El descubrimiento de la cafeína está ligado a la literatura

Johann Wolfgang von Goethe, escritor, filósofo y científico alemán también fue un gran bebedor de café. Se dice que Goethe facilitó unos granos al químico alemán Friedlieb Ferdinand Runge para que analizara su composición química. Luego de varias pruebas, Runge logró aislar la cafeína.

Los grandes consumidores de café actuales

El consumo mundial de café se ha duplicado durante los últimos 20 años pasando de 92 millones de sacos en 1990 a 162 millones de sacos estimados para 2019.

Los grandes consumidores per cápita de café son los europeos. Encabeza la lista Finlandia, con 11.5 kg por persona al año. En su legislación se reconoce a los trabajadores el derecho a una pausa para tomar café.

Continúa Noruega, con 9.9 kg de café al año, luego Islandia, con 9 kg per cápita al año. Luego están Dinamarca, Holanda y Suecia. De los primeros diez consumidores sólo uno está fuera de Europa. Se trata de Canadá, con 6.2 kg per cápita al año.

Nosotros, en Venezuela, consumimos unos 2.5 kg de café per cápita al año.

El café ha estado en nuestras mesas y en nuestras vidas por siglos, de forma que puede contar nuestra historia.


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Día 31 - El sobre extraviado o lo que los objetos me contaron

 


Photo by Tiffany Tertipes on Unsplash


Todos hemos escuchado aquella frase “si las paredes hablaran”, ¿y si las hiciéramos hablar?, ¿cómo serían las historias de la oficina si las contaran los objetos guardados en ellas? ¿imaginas el relato del apasionado encuentro entre Rachel y Mike, protagonistas de la serie Suits, contado por los estantes o los libros en que se apoyaron?


 ¿Qué pasaría si los objetos que usamos contaran historias sobre nosotros?, ¿cómo serían esos relatos?

Nos revelamos en las cosas que hacemos más que en lo que decimos. Hemos aprendido que hay conductas y creencias socialmente aceptadas, así que es más fácil decir cosas que nos hagan quedar bien que hacer esas mismas cosas.

Y si no hay testigos cuando hacemos esas cosas, mostramos lo que de veras queremos, creemos y sentimos, sin temor a las consecuencias.

Pero esto no es un tratado de ética, sino un calentamiento para intentar algo que he querido hacer desde hace tiempo, contar historias sobre organizaciones desde la perspectiva de los objetos que llenan sus espacios.

¿Se imaginan el relato del apasionado encuentro entre Rachel y Mike, protagonistas de la serie Suits, contado por los estantes o los libros en que se apoyaron?

Bueno, mi historia no será tan atractiva, no tiene escenas de sexo, persecuciones o asesinatos, aunque sí muestra lo que quiere decir Gallup, la firma de talento, cuando cataloga a los empleados de una organización como activamente desconectados de la misma.

Vayamos entonces a la historia del sobre que quería llegar a su destino.

Jorge me sacó de la gaveta. Con premura me abrió e introdujo un documento dentro de mí. Me selló y caminó conmigo hasta la recepción para asegurarse de que saliera con la próxima valija. Pude notar que era muy importante que mi contenido llegara a tiempo a la oficina principal de la compañía, ubicada en Caracas, la capital del país, porque a mis hermanos, utilizados antes que yo, Jorge los dejaba en una bandeja especial en su oficina para que Marcos, el encargado de preparar la valija, los recogiera e hiciera llegar a su destino.

Yo estaba emocionado porque iría a la capital, además con una encomienda particularmente importante para la compañía, según pude constatar, no solo por el comportamiento de Jorge, sino por lo que me contó la hoja que llevaba dentro, con la que tuve mucho tiempo para conversar. Nuestro destino era la presidencia de la compañía, al parecer mi contenido era necesario para completar un importante trámite gubernamental.

Esa misma tarde estaba en Caracas, la gran ciudad. Había mucho tráfico, se escuchaba el ruido de los motores desde dentro de la valija, y pude notar que el conductor disminuyó la velocidad del vehículo luego de que llamara a su esposa para decirle que estaba "a la altura del jardín botánico".

Me bajaron frente a un edificio muy alto, lo sé porque escuché que el conductor pidió a la ascensorista marcar el piso 21. Entregó la valija a la persona que estaba en la recepción. Luego de un par de minutos me pusieron sobre el escritorio de Belinda, una de las analistas de compras de la compañía.

Algo andaba mal, se suponía que fuera entregado en Presidencia, tal y como especificaba la leyenda escrita que llevaba “Para Herlinda Hoyos, Asistente a la Presidencia”, pero esto no era la oficina correcta. Belinda me tomó entre sus manos, leyó las letras escritas sobre mí y dijo “este sobre es para otra persona”, se levantó y me dejó en una bandeja. Levantó el teléfono y llamó a Servicios Generales, pensé que pediría que me llevaran a mi destino, a fin de cuentas, tenía marcado sobre mí un sello que ponía «URGENTE».

A pesar del extravío, estaba muy cerca de Herlinda porque Presidencia estaba en el mismo edificio – luego me enteré de que estaba en el mismo piso – pero no fue así. Casi me desgarro de la indignación cuando Belinda pidió que me regresaran a mi origen, porque el sobre no era para ella. Ella ni siquiera tenía que caminar para entregarme, bastaba con pedirle, a la misma persona que atendió su llamada, que me llevara con Herlinda, era el mismo esfuerzo, ¿por qué no lo hizo?

Al día siguiente estaba de vuelta en mi oficina de origen, en manos de quién me había enviado a la oficina principal de la empresa en la valija de máxima prioridad. Jorge se puso tan lívido como yo, corrió a preguntar a la persona de la recepción cómo es que yo estaba de vuelta, “¿acaso no saben cuánto cuestan las multas por retraso en las operaciones?, esto tenía que estar en Caracas ayer para ser entregado en la oficina de la Superintendencia antes del mediodía de hoy.

Levantó el teléfono y pidió una llamada con Presidencia, preguntó por qué razón habían devuelto un documento de tal importancia, la pobre Herlinda no sabía de qué hablaba Jorge, de hecho, había pedido una llamada con él para preguntar por qué el sobre no había llegado todavía.

Jorge me envió de nuevo a Caracas, esta vez en un viaje expreso, directo a la Superintendencia. Herlinda fue enviada en un taxi, con la carta, firmada por el presidente de la compañía, que debía acompañar mi contenido, en un intento por llegar dentro del plazo previsto.

Qué diferencia entre unos y otros, Jorge saltó como un resorte, tomó el teléfono e hizo la llamada, Herlinda, con el teléfono enfrente, pidió a la otra asistente que hiciera la llamada y Belinda, ¡ah, Belinda!, prefirió regresarme a caminar unos pasos para entregarme a mi destinatario final.

Yo llegué a la oficina de Presidencia finalmente, en medio de caras largas y una cacería de brujas que acabaría señalando a Belinda como la culpable de todo aquel enredo. Al día siguiente fui llevado a la Superintendencia. Ahora, además de la carta firmada por el presidente de la compañía, me acompañaba una planilla bancaria con muchas cifras en el espacio del monto.

Nunca supe qué fue de Belinda, lo que sí comprendí es que mientras unos trabajan duro, otros parecen sabotearlos… sin querer queriendo.  


lunes, 14 de septiembre de 2020

Día 22 – Ellas y sus circunstancias

 


                 


                                       Photo by Max Böhme on Unsplash


¿Qué sucede cuando buscamos, en la filosofía, inspiración para dar respuesta a los problemas y retos que enfrentan las organizaciones actualmente? Esta aproximación es menos novedosa de lo que parece, sin embargo, puede ser muy reveladora

“Yo soy yo y mi circunstancia” enunció Ortega y Gasset en su obra Meditaciones del Quijote. Bien podemos asimilar tanto esta frase como otras dedicadas al desarrollo de su tesis a las organizaciones.

No es broma. La analogía puede ser muy útil para comprender cómo pueden las organizaciones salir airosas de los retos que el entorno les presenta, particularmente en estos años recientes y los que se aproximan.

Para Ortega la vida del hombre es “aceptación de la circunstancia”, vivir en el mundo, lidiar con el mundo. La circunstancia del hombre es su entorno, aquello que lo rodea, el escenario en que se encuentra inmerso, “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Reconocer y aceptar la circunstancia es precondición para alcanzar el máximo del potencial humano, “el hombre rinde al maximum de su capacidad cuando adquiere plena conciencia de sus circunstancias”, esto es, cuando es capaz de reconocer que sus circunstancias no determinan lo que puede lograr, pero sí lo influyen decididamente. La circunstancia es “la otra mitad de nuestro ser”, pero no es en modo alguno una condena porque “el proceso vital no consiste solo en una adaptación del cuerpo a su medio, sino también en la adaptación del medio a su cuerpo”. Es decir que, si bien la circunstancia constriñe al hombre, éste tiene, en potencia, la capacidad de modificarla.

La organización es ella y su circunstancia

Mutatis mutandis, apliquemos esta concepción orteguiana a las organizaciones. De manera similar a las personas, las organizaciones se encuentran inmersas en su circunstancia, en un entorno particular que lo constriñe y parece obligarlo a adaptarse a él, pero esa adaptación también puede darse a la inversa, es decir, que las organizaciones influyen en su entorno e, incluso, lo modifican.

“Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo”. La comprensión de esa circunstancia, de ese entorno, es el primer y más importante obstáculo que se interpone en el camino de la organización hacia el destino estratégico que se ha fijado, porque la técnica, o “reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades”, será eficaz, en la medida en que su diseño se adecue a las condiciones de la circunstancia en que se halla inmersa.

A esa adecuación de la técnica con un entorno específico apunta Ortega cuando habla de la “reabsorción de la circunstancia” o el acomodo que se da entre el hombre y su circunstancia o, en nuestro caso, entre la organización y su entorno.

El primer paso es conocer

Cuando una organización establece los objetivos que quiere lograr, tiene que conocer cuál es el entorno en que se encuentra y cuáles son las limitaciones que le impone (entendiendo limitaciones como el conjunto de restricciones que evitan que alcance sus objetivos), solo así podrá diseñar o identificar la técnica que le permita “romper” esas restricciones o redefinir sus objetivos para hacerlos viables.

Sin embargo, las organizaciones, en su mayoría, están más dispuestas a emplear el tiempo rehaciendo el trabajo una y otra vez, a ciegas, que a conocer sus circunstancias y como pueden influir en la consecución de sus objetivos. Cuando las organizaciones dedican el tiempo necesario al conocimiento de su circunstancia, serán mucho más efectivas al momento de seleccionar la técnica o «reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades» que le permita salvar sus circunstancias y salvarse a sí misma.

 

P.D.: aquello de salvar sus circunstancias para salvarse a sí mismo me recordó la teoría de las restricciones.


jueves, 10 de septiembre de 2020

Día 18 - La autopista del sur es una ficción

                                  Photo by Jacek Dylag on Unsplash


Escasea la gasolina en el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo. Nos vemos obligados a esperar en larguísimas colas sin garantía alguna de éxito. Lo que en otro país es un acto intrascendente, aquí se ha vuelto una película de suspenso, porque nunca sabes si llegará la gasolina o si alcanzará para ti. Ni siquiera tenemos el aliciente de convertir la vivencia en una narrativa de realismo mágico.

En "La autopista del sur", Alejo Carpentier relata la historia de un trancón en el tráfico vehicular que se prolonga durante mucho tiempo, tanto, que la gente comienza a conocerse, conversar y establecer relaciones entre ellos.

Cuando la razón del trancón desaparece, todos corren a sus vehículos y siguen su camino, como si nada hubiera sucedido.

Crónica de la cola para surtir gasolina

Son las 12:49 p.m. del 10 de agosto de 2020. Desde las 7:45 a.m. estoy haciendo la cola para surtir de gasolina a mi vehículo, en la ciudad de Caracas.

He avanzado aproximadamente 500 mts desde el lugar de inicio, a pesar de que todavía la estación de servicio no ha comenzado a dispensar combustible. El avance se debe a las personas que desisten de permanecer en la cola y se van.

Los que suben dicen que hay movimiento en la estación de servicio. Todos los bomberos están allí, esperando a que llegue el transporte con la gasolina, lo que podría o no suceder, tal es la incertidumbre. PDVSA, el organismo encargado de proveer la gasolina en el país, les promete que enviarán la gasolina, sin embargo, con frecuencia, esas promesas no se cumplen.

Cuando llegué a la cola, mucha gente caminaba, trotaba, montaba bicicleta.  Escuchas a la gente que dice “esta es la cola de la bomba de allá abajo, ¿no puede ser?” Son más de 2 kilómetros de cola, de forma que el asombro que manifiestan está plenamente justificado.

Quien hubiera asomado, hace veinte años, que Venezuela pasaría por una situación así habría sido tildado de orate, porque nadie, en su sano juicio, podía prever algo así. El complejo de refinería más grande del mundo, colapsado. El país con las mayores reservas probadas de petróleo, sin gasolina.

West with the night

Me vine preparada, o al menos eso pensé, agua suficiente y un buen libro para leer: West with the Night, de Beryl Markham.

Beryl Markham fue entrenadora de caballos – la primera entrenadora de caballos de carrera certificada de Kenia – además de aviadora – la primera mujer en cruzar sola el Atlántico (de Inglaterra a Estados Unidos) – y una aventurera empedernida. West with the Night es un libro autobiográfico en el que narra episodios de su vida, la mayor parte de ella vivida en África.

Me instalo en mi cola y comienzo a leer, ¡vaya elocuencia! Quien me regaló el libro, hace ya varios años, me había hablado muy bien de él. Realmente sorprendente, hermosamente escrito. Confieso que me ha tocado buscar el significado de no menos de quince palabras en los primeros tres capítulos: “haughty”, “callow”, “lorry”.

Ernest Hemingway, en una carta dirigida a su editor, comenta sobre el libro:

¿Leíste el libro de Beryl Markham, "West with the Night"? La conocí bastante bien en África y nunca hubiera sospechado que podría poner la pluma sobre el papel si no fuera para escribir en su bitácora. Tal como están las cosas, ha escrito tan bien, tan maravillosamente bien, que me avergoncé completamente de mí mismo como escritor. Sentí que era simplemente un carpintero con palabras, que recogía todo lo que se proporcionaba en el trabajo y, a veces, hacía un buen corral de cerdos. Pero [ella] puede escribir anillos alrededor de todos los que nos consideramos escritores.

Por las dudas, el subrayado es mío. Vaya elogio que alguien como Hemingway te diga que les has hecho sentir vergüenza de sus dotes como escritor.

Regresemos a la cola

El calor aprieta. En ciertos trechos quedo bajo la sombra de los árboles, ¡qué dicha!, la vía serpentea bordeando una montaña en donde no cabe más verde. Musgo, plantas de todo tipo, árboles y más plantas que cuelgan de los árboles. Caracas es indómitamente verde.

Cada cierto tiempo adelanto, porque los vehículos siguen abandonando la cola. Las noticias no son buenas, la estación de servicio sigue cerrada. Me bajo, camino, me siento a un lado de la calle para seguir leyendo. Luego de cuatro horas en la cola, muy pocos salen de sus carros, por eso afirmo que la autopista del sur es una ficción, nadie cuenta a dónde va, salvo un joven que comenta que este es su tercer día de cola tratando de surtir combustible, nada como un comentario así para hacerte sentir que estar perdiendo tu tiempo.

Alcanzo a llegar a un parque en el que un par de personas se ejercitan. Una de ellas se acerca para preguntarme desde qué hora estoy en la cola y dónde estaba cuando comencé, creo que calibra cuándo será el momento en que le toque hacer la suya. Pienso en que me queda medio tanque y pienso si vale la pena seguir allí. Se me acaba el agua, no así el libro, apenas si alcanzo el cuarto capítulo, y comienzo a sentir deseos de aliviar mi vejiga. Son las 2:20 p.m. y las noticias de quien sube siguen siendo las mismas, sigue sin llegar la gasolina.

Llegan refuerzos, me traen agua y yogurt, además de noticias que no quiero recibir: los empleados de la estación de servicio no creen que llegue la gasolina, aunque no se atreven a asegurarlo. Continúo contemplando el verde, pero nadie sale de su carro a contar de su vida a los demás. Pienso que podría jugar a inventar historias sobre las personas que están en la cola sobre la base del vehículo que utilizan. ¿Podría adivinar a qué se dedica cada uno por el modelo o el color de su carro?

Son las 3:15 p.m., confieso que mi resistencia se extingue al ritmo en que aumentan mis ganas de ir al baño. Tanta agua tendría ese efecto más temprano que tarde, y la verdad es que ya son siete horas y media las que han transcurrido. Decido dejar la cola, sin conocer las intimidades de ninguno de quienes han estado allí durante todo ese tiempo. La autopista del sur es una ficción.

Epílogo

Me voy a mi tienda, reviso algunas cosas, respondo un par de correos, atiendo a un par de cliente – me gusta mucho atender a los clientes – y llega la hora de cerrar. Son poco más de las 5 p.m. De camino a mi casa paso frente a la estación de servicio, ¡continúa cerrada! La gasolina todavía no llega.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Día 17 - A prueba de tecnología

 

                                Photo by Thought Catalog on Unsplash



Mi madre, amante abuela, solía cantar a sus nietos para que se durmieran una canción muy tradicional en Venezuela que dice:

duérmase mi niño,
que tengo que hacer
lavar los pañales,
sentarme a coser

Un día, mi sobrina, que escuchaba con atención a su abuela mientras cantaba a uno de sus primos más pequeños, se volteó de repente y preguntó: “¿por qué la canción dice lavar los pañales?”

Ella nunca había visto a nadie lavar los pañales, los pañales se quitaban, se enrollaban y se botaban, no se lavaban, ¿qué clase de sinsentido era aquél de “lavar los pañales”?

La invención de los pañales desechables hizo innecesaria la labor de lavar y blanquear los pañales de los niños, cosa que creo que nadie extrañó luego. Es cierto que hay quien se preocupa por la huella ambiental, dado que los dichosos pañales desechables pueden durar hasta 500 años antes de degradarse, según dicen los entendidos, pero aparte de esa preocupación, y dado que no parecen tener efectos negativos sobre los niños, nadie extrañaría tener que lavar un pañal.

Pero no siempre la tecnología, y los cambios que suele traer consigo, es tan bien recibida. En su conferencia “Desde Gutenberg hasta Internet”, Umberto Eco sostiene que las personas sufrimos de un “miedo eterno”:

el miedo a que un nuevo logro tecnológico pueda suprimir o destruir algo que consideramos precioso, fructífero, algo que representa para nosotros un valor en sí mismo, y profundamente espiritual

El miedo del que habla Eco no es infundado, en efecto, la tecnología suprime o destruye muchas cosas, la cuestión es si esas cosas realmente contienen ese valor en sí mismo o solo lo hacen en apariencia.

La historia de María y Efraín

En María, la obra cumbre de Jorge Issac, un clásico de la novela romántica del siglo XIX, Efraín, hijo de una familia de ricos hacendados y María, quien ha sido criada por los padres de Efraín luego de quedar huérfana, se enamoran locamente. Sin embargo, deben separarse cuando Efraín es enviado a estudiar medicina a la lejana Europa, dejando atrás a su amada María, una muchacha llena de virtudes, pero de salud frágil, pues padece de epilepsia.

Con la ausencia de Efraín, los episodios de epilepsia de María parecen empeorar y hacerse más frecuentes. Efraín le escribe y sus cartas le dan aliento, sin embargo, su enfermedad empeora. La familia pide a Efraín regresar porque temen por la vida de María. A pesar de que Efraín emprende el viaje enseguida, cuando llega a El Paraíso (la hacienda familiar donde transcurre la historia) ya María ha muerto.

¿Qué habría pasado si María y Efraín hubieran tenido teléfono?, habrían podido hablar todos los días, ¿y si hubieran tenido WhatsApp? Videoconferencia cada vez que quisieran.

De la misma manera en que la luz eléctrica acabó con las historias de espantos y aparecidos, pero no con las razones para temer por la seguridad personal durante la noche, el teléfono acabó con historias como las de María y Efraín, pero no con las historias de amores contrariados.

El fin de los libros

En 1894, el francés Octave Uzanne, escribió un libro titulado “El fin de los libros”. En su texto, Uzanne dice lo siguiente:

Si por libros entendemos que nos referimos a nuestras innumerables colecciones de papel impreso, cosido y unido por una cubierta que anuncia el título de la obra, os reconozco francamente que no creo que la invención de Gutenberg pueda hacer otra cosa que, tarde o temprano, caer en desuso como medio de interpretación de nuestros productos mentales.

Veía Uzanne la amenaza en el avance de la fonografía, porque pensaba que era mucho más cómodo escuchar los libros que leerlos, lo que aseguraba el éxito de este nuevo formato. Uzanne pensaba que los libros serían leídos por sus propios autores, cuya voz patentarían para evitar falsificaciones o copias fraudulentas de sus obras, y que recibirían el título de “narradores” en lugar de escritores. Audible pensado en el siglo XIX (creo que tendremos que buscar en el pasado inspiración para novedades tecnológicas).

También se ha pensado que el soporte electrónico acabará con los libros impresos, dadas las numerosas ventajas del primero sobre el segundo: no cría ácaros ni acumula polvo, es más ligero y ocupa menos espacio – puedes tener la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en la nube, al alcance de tu Tablet o teléfono –, puedes personalizar el tamaño de la letra… Sin embargo, el viejo formato impreso continúa vigente, gracias a sus muchas virtudes: su disponibilidad – puedes llevarlo contigo a todas partes sin depender de una conexión a Internet o una fuente de electricidad, además de su olor y del tipo de relación que estableces con él – vas y vienes de una página a otra de un modo que no puedes en el formato electrónico.

Quizá Eco tiene razón al afirmar que:

Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera

Algunas cosas desaparecen por la tecnología, como las historias de espantos y aparecidos, otras son cambiadas, como el caso de la forma de relacionarnos y comunicarnos, mientras que otras permanecen,  como en el caso de los libros impresos, aunque adquieren nuevas formas que no sustituyen del todo a las anteriores, sino que conviven con ellas.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Día 16 – Del cambio y la posibilidad de conocer

 

                          Photo by Chris Lawton on Unsplash

 

Cada filósofo tiene su forma de ver al mundo. A veces, sus enfoques parecen contrapuestos, hasta que aparece un tercero que hasta logra integrarlos. Tal es el caso de Parménides, Heráclito y Aristóteles en relación con la noción de cambio.

La filosofía es una suerte de forma de vida, en la que las pequeñas cosas, esas que pasan desapercibidas para la mayoría, capturan la atención de unos pocos, esos que no pierden la capacidad de asombrarse, de ver maravillas donde otro ve lo cotidiano, lo que siempre sucede y, por esa razón, no es digno de atención.

En este último sentido, la actitud del filósofo se parece a la del niño, para quien todo es nuevo, todo llama su atención, todo excita su curiosidad.

Cada filósofo tiene su forma de ver al mundo. A veces, sus enfoques parecen contrapuestos, hasta que aparece un tercero que hasta logra integrarlos. Tal es el caso de Parménides, Heráclito y Aristóteles en relación con la noción de cambio.

Para Parménides todo lo que existe es el Ser. Pero si todas las cosas son ser, parece que toda diferencia y multiplicidad tendría que desaparecer, y que todo debería reducirse a la unidad de un solo ente. Parménides sostiene que el Ser, el Uno, es, y sólo el Ser es; el devenir, el cambio, no pasa de ser una mera ilusión. Porque, si algo empieza a ser, una de dos: o procede del Ser, o procede del No-Ser. Si procede del Ser, entonces ya era antes, y por ello no comienza, puesto que ya era; si viene del No-Ser, no es nada, porque de la nada, nada sale, la nada no existe. El Ser, por tanto, es Uno y su pluralidad es ilusoria. El cambio y la diversidad de los seres no es algo real, sólo son fantasmas de los sentidos. Además, el Ser no ha sido generado y es incorruptible, es decir, es eterno, puesto que la nada, no es una alternativa real al ser, no es un “estado” del cual pueda surgir el ser y en el cual pueda disolverse.

Heráclito apoyado en el testimonio de los sentidos, sostiene en cambio, la multiplicidad y la variedad. Para él los seres son totalmente diversos, son pura multiplicidad, sin nada en común entre ellos y experimentan un cambio incesante. Todo es puro devenir o cambio. Sí habla Heráclito del Uno, pero reservándolo a Dios. Dios es la Razón, el Logos universal, la ley inmanente a todas las cosas, la que sujeta a todos los seres a una unidad, y determina el constante cambio del universo. El conocer entonces requiere que convivan a un tiempo la unidad y la multiplicidad.

Aristóteles ofrece una salida al problema de lo uno (Parménides) y lo múltiple (Heráclito). Esa salida posibilita entre otros el conocer. En la primera porque si todo es igual no es posible distinguir una cosa de otra. En la segunda porque si todo es diverso, no resulta posible generalizar y con ello sería imposible conocer. La posibilidad de conocer parece descansar en la existencia de lo uno y lo diverso, pues lo que apreciamos ante cualquier cosa es la semejanza y el cambio.

Aristóteles rechaza la solución de Parménides, porque entra en contradicción con los datos evidentes que la experiencia ofrece y para nuestro autor, los datos de la experiencia son el punto de partida de toda filosofía. El filósofo debe explicarlos, sin negarlos o alterarlos. Y parte de esos datos son la multiplicidad y la diversidad de las cosas.

También rechaza la solución de Heráclito, porque niega la posibilidad de conocer una cosa a partir del conocimiento de otra. Sólo sería posible conocer a Dios y los seres espirituales, pero no a las sustancias sensibles. Esto conduce al escepticismo, porque ninguna verdad tendría valor.

A las posiciones de Parménides y Heráclito, Aristóteles opone la doctrina de la analogía del ser. El ser es análogo, esto es, no es del todo igual (como en Parménides) pero tampoco es del todo diferente (como en Heráclito), sino que es semejante en algún modo. Esta semejanza no es puramente extrínseca, sino que es intrínseca a las cosas mismas y atañe a su naturaleza más íntima. Para Aristóteles todas las cosas son ser, coinciden en la noción de “ser”, pero difieren en la misma noción de “ser”, porque el ser no es homogéneo y estructuralmente simple, sino que es complejo, de forma que puede realizarse de muchos modos intrínsecamente diversos.

Justamente es el cambio lo que nos permite percatarnos de la estructura compleja del ser. No es posible penetrar la naturaleza de algo que permanece siempre igual, pero aquello que cambia nos revela su constitución íntima.

La salida de Aristóteles considera un esquema que tiene su ejemplo en la ceguera. Cuando alguien es ciego su ceguera se explica como ausencia de vista en alguien que debería tener la visión. Así, la privación es correlativa a la noción de forma y entonces puede decirse que los contrarios están unidos por un lazo indivisible, al que llama hipokeimenon.

Para Aristóteles, las cosas se generan por naturaleza o por producción. La diferencia entre ambas está en la materia que las compone. En la naturaleza, la materia contiene en sí misma el movimiento que hace falta para generar una cosa, mientras que en las cosas que existen por producción, ese movimiento ha de ser impulsado por aquel que posee el arte.

En ambos casos, la forma, que es lo primordial a la esencia, no se crea, sino que está presente antes que la cosa. Y esa forma en potencia lo que posibilita el surgimiento del ser. Antes de existir, el ser es potencia, es la posibilidad de llegar a existir. Esa potencia requiere de una materia que la actualice.

Cuando algo deja de ser, el acto desaparece, se produce una privación, como cuando alguien veía y luego de padecer una enfermedad deja de ver.

Cuando algo comienza a ser, su potencia se manifiesta en acto, como cuando alguien que estaba enfermo recupera su salud.

En cada caso, es la privación de algo lo que explica la aparición de algo nuevo.

Pero cualquier cambio no es posible, sólo los cambios para los que la materia es un buen sustrato. Así no se tendrá un árbol de peras a partir de una semilla de nogal, y no es posible hacer ladrillos de agua y sal.

El cambio, entonces, revela la estructura del ser en el sentido de que evidencia su complejidad. Una complejidad que es capaz de conciliar lo múltiple con lo uno, lo constante con el cambio. Porque tanto lo uno como lo múltiple se muestran en las limitaciones impuestas al cambio.

¿Tendrá esto algo que ver con el cambio en las organizaciones?


domingo, 6 de septiembre de 2020

Día 15 – Buenos, lobos e interdependientes

 

                                            Grabado hecho en 1865 por Gustave Doré


¿Somos buenos o malos por naturaleza?, puede que seamos ambos, como el mito del Dr. Yekyll y Mr. Hyde o puede ser que nos comportemos de un modo con algunas personas y del modo contrario con otras.

¿Somos buenos o malos por naturaleza? Unos piensan que nacemos buenos y es el mundo lo que nos corrompe (Rousseau) mientras que otros piensan que “el hombre es lobo del hombre” (Hobbes).

¿Y si los dos estuvieran equivocados o, mejor dicho, si los dos tuvieran la razón? Puede que seamos ambos, como el mito del Dr. Yekyll y Mr. Hyde o puede ser que nos comportemos de un modo con algunas personas y del modo contrario con otras.

Me atrevo a escribir algunas de las ideas que me vinieron a la mente mientras leía el capítulo XIII del Leviatán de Hobbes sobre dos nociones manejadas por el autor en este capítulo, a saber, la igualdad de los hombres y su visión del hombre como un ser naturalmente antagónico a sus semejantes.

El Leviathan de Hobbes

En los primeros párrafos aparece recurrentemente la idea de la igualdad entre los hombres. Se trata de igualdad de capacidades, según es posible leer:

“La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades corporales y mentales que, … la diferencia entre hombre y hombre no es lo bastante considerable como para que uno de ellos pueda reclamar para sí beneficio alguno que no pueda el otro pretender tanto como él”.

“Y en lo que toca las facultades mentales… encuentro mayor igualdad aún entre los hombres, que en el caso de la fuerza”.

Afirma, además, Hobbes, que somos plenamente conscientes de esa igualdad de facultades mentales, como lo refleja por un lado la dificultad que tenemos en reconocer que haya alguien más talentoso que la propia persona, pues “no hay mejor signo de la igual distribución de alguna cosa que el que cada hombre se contente con lo que le ha tocado”, y por otro que compartimos “la esperanza de alcanzar nuestros fines”.

Llegado a este punto, esa condición de igualdad, unida al carácter limitado de recursos que necesariamente debemos compartir, le sirve a Hobbes para explicar la rivalidad natural entre los hombres, quienes para garantizar su propia seguridad están obligados a esforzarse en subyugar a sus semejantes. No puede ser de otro modo, se trata de dos jugadores de basketball disputando el balón en el pitazo inicial, ambos desean lo mismo y están en igualdad de condiciones para obtenerlo, luego son contrincantes.

No ve Hobbes otra posibilidad para alcanzar los fines que esforzarse en destruirse o subyugarse, mediante el uso de fuerza o astucia. Reconoce tal estado en que todos luchan contra todos como un estado de guerra, que conduce al hombre a una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta. Reconoce que no es posible en tal estado ni la industria, ni el cultivo de la tierra, la navegación, ni la sociedad.

Entonces el hombre enajena parte de su poder para otorgarlo a otro, de forma que cuando todos respetan a uno, se posibilita la convivencia, pues este que detenta el poder está en capacidad de regular e, incluso, detener los impulsos de los demás.

Nos necesitamos y por eso establecemos acuerdos

Es aquí donde me gustaría detenerme. No es posible enajenar el propio poder a menos que haya un acuerdo previo, mejor dicho, el acto de enajenar el propio poder para otorgárselo a otro es un acuerdo. Pero todo acuerdo tiene su base en la confianza, pues supone que cada una de las partes ha de cumplir con su parte del trato. Entonces, ¿qué es lo que posibilita el acuerdo inicial? A mi juicio, exactamente aquello a lo que Hobbes atribuye la raíz del antagonismo entre los hombres, esto es, los recursos limitados y nuestra necesidad de seguridad. 

Lo que quiero decir es que el carácter limitado de los recursos hace por igual que debamos competir por ellos que compartirlos, porque en ocasiones debemos luchar con los otros para obtener algo, pero en otras no es posible obtener ciertos fines para un individuo por sí mismo, sino únicamente mediante el esfuerzo de varios, como es el caso de la caza, de otorgar nuestro poder a otro, o incluso de reproducirnos. Son estas necesidades las que nos impulsan a buscar la cooperación de otros, y es nuestra igualdad de facultades mentales lo que hacen posible que establezcamos las alianzas requeridas.

Entonces la naturaleza no nos disocia naturalmente, nos brinda igualdad de facultades y además libre albedrío, de forma que podemos utilizar tal potencial para mantener un estado de guerra o para construir.

Convivir nos hace compartir

En “La División del Trabajo”, Durkheim enuncia: “el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad forma un sistema determinado que tiene vida propia: podemos llamarlo conciencia colectiva o común... Es, pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares, aunque sólo se realice en los individuos”.

Este conjunto de creencias proporciona cohesión social, el sentido de pertenencia de un individuo a un grupo y, con ello, nos provee de estabilidad social.

Nos necesitamos unos a otros para satisfacer nuestras necesidades. Cuanto más avanzada es la sociedad, más especializados tienden a ser sus integrantes lo que refuerza la interdependencia. Durkheim llama a esto “solidaridad orgánica”, y la considera una fuente de cohesión hasta más importante que la conciencia colectiva, aunque no la sustituye. También en las sociedades avanzadas hace falta una serie de visiones del mundo comunes y compartidas que favorezcan la cohesión social y moderen las aspiraciones egoístas de sus integrantes, sin sofocarlas o extinguirlas.


sábado, 5 de septiembre de 2020

Día 14 - Prácticas positivas: hay esfuerzos que valen la pena

 


                                            Photo by Tim Marshall on Unsplash


Conseguir a la vez la satisfacción laboral y el éxito empresarial es una meta que muchos se plantean. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿cómo lograrlo?, ¿cómo generar las condiciones?, ¿de qué manera se convierten estos deseos en prácticas concretas de las empresas?

Hasta algunos años en las escuelas de negocios se transmitían dos ideas básicas: el propósito de las empresas es el lucro; y la misión del gerente es proteger los intereses de los accionistas. Más recientemente se ha incorporado una tercera idea: el principal activo de las organizaciones es su gente.

Las empresas han comenzado a reconocer que el factor humano es decisivo para el éxito del negocio. Sin embargo, un vistazo a las organizaciones evidencia, entre otros, baja satisfacción laboral y falta de compromiso por parte de los empleados, problemas de gobernabilidad, desconfianza entre los empleados y entre los empleados y la organización. Todo esto hace pensar que, en muchos casos, la relevancia dada al personal se queda en el discurso.

La investigación realizada por Gallup para el desarrollo de su instrumento Q12, muestra que el compromiso de los empleados hacia el negocio descansa en buena medida en la generación de un conjunto de condiciones que alienten el sentido de pertenencia, y que producen, al mismo tiempo, beneficios para el negocio y para la persona empleada (Buckingham y Coffman, 1999).

En La Quinta Disciplina (Senge, 1999) un exitoso gerente sostiene que, dado que pasamos buena parte de nuestra vida adulta dedicados al laboro, “la realización personal sólo fuera del trabajo, ignorando la significativa parte de la vida que pasamos trabajando, equivale a limitar nuestras oportunidades de ser seres humanos felices y completos”. Esta afirmación cobra mayor relevancia cuando se piensa que el trabajo, lo mismo que la reflexión o la risa, nos caracteriza como seres humanos, pues sólo los seres humanos trabajamos.

Conseguir a la vez la satisfacción laboral y el éxito empresarial es una meta que muchos se plantean. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿cómo lograrlo?, ¿cómo generar las condiciones mencionadas en el estudio de Gallup, o la realización personal señalada en el libro de Senge, mientras que las empresas alcanzan sus metas de negocio?, ¿de qué manera se convierten estos deseos en prácticas concretas de las empresas?

Algunas de las siguientes prácticas dan respuesta a las preguntas recién formuladas:

Generación de abundancia

La generación de beneficio económico es necesaria para sufragar los gastos de operación de una organización, así como para retribuir a sus accionistas por la inversión realizada, sin embargo, eso no basta para asegurar la sostenibilidad de la organización en el mediano y largo plazo. Cuando las organizaciones aprenden a generar abundancia y bienestar para todos los stakeholders, consolidan su presencia y crecimiento, porque generan dinámicas positivas de parte de los diversos actores.

Estas dinámicas positivas incrementan el sentido de pertenencia y el compromiso, lo mismo que el agradecimiento y la resiliencia, factores indispensables al momento de dar respuesta a los obstáculos y retos que cada día son más frecuentes y complejos.

Si la organización cuida de sus empleados, ellos cuidarán de los clientes y de la organización. Si cuida de la comunidad en la que se desenvuelve, ésta también cuidará de la organización. Numerosos casos en Venezuela y otros lugares del mundo dan fe de ello.

Cuando una organización funciona de ese modo, construye un ambiente en donde cada uno es valorado no sólo como trabajador sino como persona. Los empleados manifiestan sentirse agradecidos con la organización y creer que sus vidas mejorarán conforme crece el negocio, es decir, su propio beneficio y el de la organización están alineados.

En resumen, se trata de romper el supuesto “bueno es opuesto a rentable” para cambiarlo por “bueno sumado a rentable equivale a sostenible” (ventaja competitiva más potencial de crecimiento).

El cliente es lo primero

Esta es, quizá, la frase más repetida en las organizaciones. Sin embargo, con una frecuencia mucho mayor a la deseada, se trata de una frase vacía de contenido. ¿Qué significa poner al cliente en el centro?

El cliente es lo primero cuando toda la organización, desde la primera persona que se encuentra al cruzar sus puertas, pasando por los operadores de su centro de llamadas (si lo tiene), el personal de mantenimiento, hasta la alta gerencia, está pendiente de indagar sobre las necesidades y aspiraciones de sus clientes, escuchar sus quejas y atenderlas – poniendo de lado el propio ego – diseñando soluciones ingeniosas para atenderlos de forma eficaz y eficiente. Se trata de ofrecer atención y respuestas personalizadas.

Coherencia entre el decir y el hacer

La coherencia genera admiración y confianza, lo que, a su vez, genera conductas positivas para las organizaciones, y estas conductas positivas, ¡son contagiosas!, lo que también sucede con las conductas negativas.

Hablar de valores, de sinceridad, de honestidad y animar a los vendedores a hacer uso de prácticas de bloqueo de la competencia, o celebrar a quien hace trampa para cumplir con los objetivos, le hace un flaco favor a la organización, porque destruye el capital social que lleva mucho tiempo construir.

Implementar prácticas como estas en otras organizaciones requiere un esfuerzo importante por parte de sus líderes, pues implica crear una matriz de opinión favorable a estas prácticas a lo largo de toda la organización. Se trata de ganar como adeptos a aquellos miembros del equipo que visualicen en este tipo de conductas resultados positivos y decidan imitarlas.

Hay esfuerzos que valen la pena.


jueves, 3 de septiembre de 2020

Día 12 – La trampa de la experiencia

 

                                                        Foto: Bruno Figueiredo en Unsplash


Llamamos problema a una situación que difiere de lo que deseamos o tenemos previsto. Visto de ese modo, el azar, que ocupa buena parte de nuestras vidas, puede considerarse como la fuente de muchos de los problemas que se nos presentan

La caída de las ventas, o su incremento repentino, pueden resultar problemáticas, porque producen situaciones diferentes a las deseadas o esperadas. La primera porque disminuye el flujo de caja – que ya habíamos planeado como gastar o que tenemos comprometido – la segunda porque demanda más recursos de los que probablemente disponemos – lo que supone que debemos salir a buscarlos cuando no lo teníamos planeado.

Causas y síntomas

Quien quiere resolver un problema comenzará por tratar de identificarlo. La gran dificultad que surge en este momento, es la confusión entre causas y síntomas, que amenaza la eficacia de cualquier medida que se tome a fin de corregir la situación identificada como problemática.

Los gerentes suelen iniciar el proceso para solucionar un problema cuando alguien les hace ver una dificultad, o descubre que algo no marcha como debería, por ejemplo, cuando la rotación del personal aumenta, cuando las ventas descienden, cuando recibe la llamada de un cliente molesto, etc. Pero estas situaciones no son el problema sobre el que habrá de trabajar, sino síntomas de la verdadera situación problemática (Schein, 1988).

Los síntomas desvían la atención, porque suelen ser los efectos percibidos de las causas del problema, son los que generan la insatisfacción, es decir, son lo más evidente a la percepción. Dado que resulta imposible asimilar todo lo que es percibido, se opta entonces por una percepción selectiva (Robbins, 1993). Y los síntomas de un problema son aquellas características que hacen que una circunstancia destaque, aumentando la probabilidad de que sean percibidas.

No es la percepción selectiva el único mecanismo que influye en la identificación de un problema y sus causas, las experiencias previas, pueden configurar las respuestas de un individuo ante nuevas situaciones, tanto para facilitarlo (transferencia positiva), como para inhibirlo (transferencia negativa) (Taylor, 1975).

Formular un problema se trata sobre todo de delimitarlo, esto es, establecer una serie de restricciones que definan o especifiquen su alcance, sus causas y consecuencias, y la forma en que estas causas y consecuencias se relacionan.

Sobre la base de experiencias pasadas y otros mecanismos psicológicos, estas restricciones se ajustan a medida que se analiza la información con que se cuenta. La forma en que estos ajustes se verifican será decisivo para la manera en que resulte el proceso. Y la forma en que quien decide percibe al problema y sus atributos influirá en las restricciones o premisas con que intenta definir el problema.

Por ejemplo, quien toma las decisiones puede tratar de anular el problema, eliminando así la razón de su preocupación (enfoque negativo), o puede transformarlo en una oportunidad de aprendizaje y mejora (enfoque positivo).

La percepción del grado de incertidumbre y complejidad del problema por parte del individuo, influirá en el tratamiento del problema y en las estrategias que elija para definirlo y resolverlo. Así, características propias de quien decide, como si es dogmático o no, cuán dispuesto está a asumir riesgos, o cuanta facilidad tiene para manejar problemas complejos probablemente definirán su concepción y trato del problema (Taylor, 1975; Mosley et al, 1991).

Cómo nos aproximamos a los problemas

A partir de nuestra experiencia construimos unos sets psicológicos (Taylor, 1975) que sirven de apoyo a la hora de reconocer y solucionar problemas.

En uno de ellos, el enfoque asociativo del aprendizaje, la resolución de problemas puede ser descrita como asociaciones de estímulo-respuesta, establecidas y operadas según los principios del condicionamiento. Así, la resolución de problemas supone el reacomodo de los métodos o respuestas que son reforzadas o descartadas dependiendo de experiencias previas exitosas o fallidas.

Por su parte, la teoría del procesamiento de la información, mediante la descripción de cómo funcionan los programas de computadora, ofrece una analogía acerca de cómo estos sets psicológicos pueden ser modificados por la experiencia. Según este enfoque, las soluciones a los problemas se almacenan en ciertas estructuras cognitivas. Si una solución no es efectiva es descartada, pero cuando alguna muestra efectividad será utilizada nuevamente en problemas similares. Cuanto más se utilice con éxito, mayor será a probabilidad de ser elegida como estrategia de solución de problemas en el futuro. El mismo enfoque introduce la noción de heurística como el proceso de selección de métodos de resolución de problemas, sobre la base de su probabilidad de éxito, en virtud de la efectividad mostrada por esos métodos en situaciones problema anteriores. Este principio de “aprender” de las experiencias anteriores, a través del reacomodo de los métodos y estrategias utilizados ante problemas, es utilizado en la programación de redes neuronales artificiales, con una alta efectividad (Churchland, 1992; Rumelhart et al, 1992).

Estos sets psicológicos tienen el potencial de ayudar o entorpecer la resolución de problemas, dependiendo de su aplicabilidad, esto es, de que el nuevo problema tratado sea en realidad similar a aquellos ya resueltos. En el caso de problemas bien estructurados, es justamente la similitud entre situaciones la que posibilita la definición de estándares, en la forma de procedimientos y normas, que ahorran mucho tiempo y aseguran la efectiva resolución de este tipo de problemas.

Cuando se enfrenta problemas bien estructurados, estos sets psicológicos resultan muy eficientes, por cuanto aseguran una resolución rápida y efectiva.

Cuando por el contrario, se enfrenta un problema desacostumbrado y ambiguo, se corre el riesgo de identificarlo erróneamente como similar a otro previamente conocido, y emplear estos sets psicológicos en su resolución, con resultados probablemente desfavorables. Cuanto más rutinario se haya vuelto la identificación y el tratamiento de ciertos problemas, mayor es el peligro de caer en este tipo de error.

Cuestionar nuestra aproximación al problema hasta dar con roca dura, para evitar caer en la trampa de identificación errónea, es la recomendación de varios autores (Gerschka et al, 1973; Mosley et al 1991). Recomendación que puede ser muy útil en tiempos como los que corren.  

Referencias

  

Churchland, Paul (1992). Materia y Conciencia: Introducción contemporánea a la filosofìa de la mente. Gedisa.

Robbins, Stephen (1993). Comportamiento Organizacional: Conceptos, Controversias y Aplicaciones, Prentice Hall. 

Rumelhart, David; McLelland, James; the PDP Research Group (1992). Parallel Distributed Processing: Explorations in the Microstructure of Cognition. Volumen I: Foundaions, MIT Press.

Schein, Edgar (1988). Consultoría de procesos: Su papel en el desarrollo organizacional, Addison-Wesley Iberoamericana.

Taylor, Ronald (1975). “Perception of Problem Constraints”, en Management Science, Vol. 22, Nro. 1, Septiembre de 1975. 

Geschka, Horst; Schaude, Goetz y Schlicksup Helmut. (1973)  “Modern Techniques for Solving Problems”, en Chemical Engineering, Agosto.

Mosley, Donald; O’Brien, Fabius; Pietri, Paul (1991). “Problem Solving Styles Determine Manager’s Approach to Making Decisions”, en IM, Septiembre/Octubre.



miércoles, 2 de septiembre de 2020

Día 11 – Qué recuerdas de tu niñez

 

                                Foto: Annie Spratt para Unsplash.com


Tuve la fortuna de crecer en una ciudad pequeña del interior de Venezuela. En una familia numerosa, con amigos de toda la vida, con tiempo de ocio, tiempo para jugar, sin más ambiciones que pasar el rato con mis amigos, sin clases, sin tareas, sin presiones. Preservada de la obsesión por la productividad que ha ocupado hasta el espacio infantil.

Esto de escuchar conferencias de un psicopedagogo que defiende a capa y espada el derecho que tienen los niños a salir solos, a tener tiempo libre para jugar, simplemente jugar con sus amigos, en la calle, en lugar de estar encerrados, me ha hecho recordar mi niñez.

Tuve la fortuna de crecer en el interior de Venezuela. Digo que fue una suerte porque estaba cerca del campo, y los niños disfrutan mucho del campo.

Soy la quinta de una familia de seis. Con docenas de primos porque ambos padres venían de familias numerosas también. Además, con parientes que, aunque eran de tercer o cuarto grado de consanguinidad, se trataban como hermanos. Así que reunirnos era siempre una fiesta.

Estudié en un colegio de monjas y luego en uno de curas. La verdad fueron muy buenas experiencias, tan buenas, que repetí la fórmula con mis dos hijos.

Éramos socios de un club que tenía piscina, así que aprendí a nadar desde muy pequeña. Nos la pasábamos metidos en la piscina. Recuerdo que había un árbol de jobos sumamente prolífico y los comíamos hasta el cansancio en la época de cosecha. Mientras escribo puedo oler los jobos. La imaginación es curiosa y la mía es muy vívida.

Los adultos con los que crecí siempre me hicieron sentir querida. Eran mis tíos o amigos muy cercanos de mis padres, que nos trataban como si fueran tíos y tías.

Si te bañas en el río te convertirás en pez

Uno de los primos de mi papá tenía una finca a la que íbamos con frecuencia. En periodos de vacaciones como agosto o Semana Santa, solíamos reunirnos allá. Recuerdo que no había luz eléctrica, solo una planta de gasolina que se encendía a las 7:30 p.m. y se apagaba a las 9 p.m., a menos que fuera una fecha especial como Navidad. Abundaban los cuentos de aparecidos, leyendas de fantasmas, todas esas cosas que desaparecen con la luz eléctrica.

Montábamos a caballo – siempre les tuve miedo y mis primos se reían de mí por eso – comíamos corozos y nos bañábamos en el río, porque a la finca la atravesaban dos ríos.

Un día, viernes santo, decidimos ir a bañarnos al río. Recuerdo que el encargado de la finca, Chayo, nos prohibió hacerlo. Nos dijo que el viernes santo era día de pesar, porque había muerto Nuestro Señor Jesucristo y que si osábamos meternos al agua recibiríamos un castigo terrible, nos convertiríamos en pescados. Chayo estaba seguro de que eso era así. Nos estuvo vigilando hasta que logramos escaparnos de su asedio y nos metimos al río. Fue lo mejor, el encanto de lo prohibido, y constatar que habíamos ganado a la leyenda, porque no nos salió ni una escama.

Los Andes están llenos de leyendas como esa. Al pobre oso frontino lo llama “El Salvaje” y le atribuyen raptar mujeres embarazadas para comerse a sus bebés recién nacidos. No es de extrañar que esté en peligro de extinción. Se habla también de una especie de duende, el “Momoy”, que molesta a quienes dejan basura en los bosques u ocasionan daño a la naturaleza. Mucha gente asegura haberlo visto, incluso en una ocasión, fue noticia publicada en el periódico local que habían logrado atrapar uno vivo en Tuñame, una meseta ubicada a casi 3.000 mts. sobre el nivel del mar.

Los mejores maestros

Tuve buenos maestros y otros no tan buenos. Pero a todos tengo mucho que agradecerles. Uno de ellos me enseñó a amar las matemáticas. Era muy estricto, los muchachos antes de entrar a su clase tenían buen cuidado de peinarse, meter la camisa dentro del pantalón y ponerse la correa correctamente, de otro modo no los dejaba entrar. Todos le teníamos mucho afecto a pesar de su severidad, porque mostraba interés en nosotros y nunca nos hizo sentir tontos por nuestras preguntas, no aceptaba mofas en su clase. Creo que también amaba las matemáticas y lo que hizo fue contagiarnos ese amor a muchos de nosotros.

Amaba mi colegio. Nunca queríamos salir de él. Ya la ciudad comenzaba a ponerse peligrosa en los alrededores del colegio de las monjas, pero como ellas cuidaban de los muchachos de la calle, estos no se metían con nosotros, por el contrario, cuidaban el colegio. Eso me enseñó el poder del agradecimiento y la reciprocidad.

El colegio de los curas era mucho más grande y estaba más cerca de casa, así que iba y venía a pie, como dice Tonucci que debería ser en todos los casos.

Los carritos de rolineras

En época de vacaciones nos reuníamos en casa de las amigas, íbamos rotando el lugar de reunión. Los amigos se volvían amigos de los hermanos y una suerte de hijos adoptivos de los padres. Todavía, cuando me consigo a la madre de alguna de mis amigas de infancia, les brillan los ojos cuando me saludan y abrazan, lo mismo que me pasa a mí.

Nuestras vacaciones eran muy sencillas y también muy divertidas. Montábamos bicicleta, íbamos a nadar a la piscina o simplemente nos sentábamos a conversar. Uno de esos agostos fabricamos carritos de rolineras (una tabla con cuatro rolineras a modo de ruedas) para hacer una carrera. Todavía se ve la cicatriz en mi rodilla. Se suponía que ese era pasatiempo de varones, pero nosotras decidimos que también podría ser un buen pasatiempo para nosotras. La verdad lo pasamos muy bien.

Creo que Tonucci tiene razón. Los niños necesitan tiempo de ocio, tiempo para jugar, sin más ambiciones que pasar el rato con sus amigos, sin clases, sin tareas, sin presiones. Estamos tan obsesionados con la productividad que corremos el riesgo de privarlos de una etapa maravillosa de sus vidas.


martes, 1 de septiembre de 2020

Día 10 – La escuela ante la pandemia


                     Ilustración: Frato (Francisco Tonucci)

Hasta ahora, la escuela ha utilizado un poderoso instrumento, las Tecnologías de Información y Comunicaciones, para generar una experiencia muy pobre. Si, en cambio, estas tecnologías fueran utilizadas para escucharlos, para atenderlos de forma personalizada, para generar encuentros y promover colaboración, la respuesta de los niños sería otra.

Sigo con el tema de la escuela. Como les conté ayer, me han pedido un curso de trabajo en equipos virtuales para los coordinadores y maestros de una escuela en el interior, así que he pasado buena parte del día escuchando conferencias de Francesco Tonucci, un psicopedagogo y dibujante italiano que pareciera haberse empeñado en ser el micrófono de los niños.

Porque sí, los niños tienen voz. Saben lo que quieren, tienen grandes ideas.

Tonucci lucha en contra del adultocentrismo, esa manía que tenemos los adultos de creer que sabemos mejor que los niños que es lo que quieren e interesa. Escuchar a Tonucci ha sido como recibir una bofetada, porque me doy cuenta de cuán adultocéntrica he sido toda mi vida.

La escuela centrada en el niño

La escuela de negocios en la que doy clase aplica una metodología de trabajo centrada en el participante, en sus necesidades, en su aprendizaje. Así, el profesor se convierte en el facilitador de las sesiones de trabajo, las clases, porque lo cierto es que muchas veces los asistentes aprenden más de sus pares que de los profesores.

En el ámbito de los negocios, desde hace bastante tiempo, la tendencia es a centrarse en el cliente. El cliente ha dejado de ser un consumidor para convertirse en un prosumidor, alguien que participa de la producción de los productos y servicios, que exige personalización y que está más informado cada día. Si una organización trata de trabajar a espaldas de su cliente, imponiéndole sus productos y servicios, estará colocándose en una posición muy vulnerable porque, en cualquier momento, aparecerá alguien que escuchará a los clientes y le quitará el mercado. Hemos visto numerosos casos de esto.

¿Por qué tendría que ser diferente en la escuela?

Que hablen los niños

Tonucci comenta que, mientras el mundo entero, incluyéndome, estaba diciendo a los maestros cómo seguir enseñando a distancia y a los padres cómo asistir a los niños en sus procesos de aprendizaje, nadie se acercaba a preguntar a los niños qué querían, así que él decidió hacerlo.

Desde hace varios años lleva un programa en el que los niños de organizan en consejos para ser escuchados. Estos consejos fueron convocados en los países en que funcionan, entre ellos: Italia, España, Argentina y Perú. Se les preguntó a los niños: ¿qué te pasa?, ¿cómo lo estás viviendo?, ¿qué propones?, ¿qué necesitas?

Para sorpresa de Tonucci y su equipo, los niños coincidían en sus vivencias en relación con la pandemia y las medidas de confinamiento y distanciamiento social:

1.      Extrañan a sus amigos, eso es lo que más extrañan de la escuela.

2.      Han disfrutado de este tiempo porque están en casa con sus padres.

3.      Están hartos de tareas y de seguir clases por una pantalla. La educación a distancia, como ha sido llevada hasta ahora, no les gustó.

Los niños, además, fueron consultados sobre la manera de proseguir su educación mientras continúa la pandemia, sus propuestas son sumamente novedosas y viables. Todas se centran alrededor de lo siguiente:

 “Convertir la casa en un laboratorio donde los padres sean los asistentes de los maestros y en el que cada espacio, desde la cocina hasta un cajón de fotos viejas, se convierta en la oportunidad de aprender algo nuevo”

Ese planteamiento me recordó parte de mi niñez. A mi tío abuelo materno, al que llamábamos “Papa Che”, le gustaban las matemáticas. Cuando venía a visitarnos, jugaba con nosotros a calcular volúmenes de botellas y cartones de leche, charadas matemáticas, problemas de cálculo… el resultado, en mi casa somos cinco ingenieros y un economista.

La escuela tiene que cambiar

“Si escuchamos a los niños, cometeremos menos errores”, dice Tonucci y seguramente tiene razón.

Hasta ahora, la escuela ha utilizado un poderoso instrumento, las Tecnologías de Información y Comunicaciones, para generar una experiencia muy pobre. Repitió lo que se ha venido haciendo en el aula, que ya era bastante aburrido. ¿Qué es lo que quiere decir Tonucci?, pues que la escuela está utilizando un instrumento participativo para utilizarlo como transmisivo. Ha logrado que una tecnología que hasta ahora había encantado a los niños, sea rechazada por ellos.

Si, en cambio, estas tecnologías fueran utilizadas para escucharlos, para atenderlos de forma personalizada, para generar encuentros y promover colaboración, la respuesta de los niños sería otra.

La casa como laboratorio de aprendizaje

¿Y si, en lugar de enviar tareas aburridas, se convirtiera la casa en un laboratorio de descubrimiento, de indagación, de aprendizaje? Tal y como lo hizo durante sus visitas mi tío abuelo.

Una buena escuela se hace sobre la vida de los niños y no sobre libros de texto, de allí el conectarla con su casa, que es donde transcurre la vida de los niños en este momento de confinamiento.

No más la tarea del libro de texto, en lugar de eso, utilizar las actividades cotidianas de la casa como experiencias de aprendizaje. Por ejemplo, aprender de física y de química mientras se lava la ropa o se utiliza el horno de microondas. Convertir la experiencia de cocinar una pasta en un viaje por la historia, la biología (el sentido del gusto, la digestión), la física (transferencia de calor), la química (transformación), las matemáticas (pesos, proporciones, cantidades) y el lenguaje (al escribir la receta). Apoyar la autonomía de niños y jóvenes que, poco a poco, aprenderán a cocinar solos, sin ayuda de sus padres.

Los niños y jóvenes podrían luego compartir con sus compañeros y con sus docentes profundizar, identificar y elaborar procesos.

Es fascinante lo que puede hacerse cuando abandonamos el libreto y nos quedamos con el espíritu de lo que desea abarcar el currículo.

El gobierno argentino ha publicado varios cuadernillos con propuestas de proyectos para seguir educando en la pandemia. Lo mejor de todo, funciona aunque no tengas conexión a Internet. Estos cuadernillos pueden descargarse de forma gratuita de la plataforma https://www.educ.ar/

No hay excusa, a convertir la casa en laboratorio y la escuela en descubrimiento e innovación.