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lunes, 14 de septiembre de 2020

Día 22 – Ellas y sus circunstancias

 


                 


                                       Photo by Max Böhme on Unsplash


¿Qué sucede cuando buscamos, en la filosofía, inspiración para dar respuesta a los problemas y retos que enfrentan las organizaciones actualmente? Esta aproximación es menos novedosa de lo que parece, sin embargo, puede ser muy reveladora

“Yo soy yo y mi circunstancia” enunció Ortega y Gasset en su obra Meditaciones del Quijote. Bien podemos asimilar tanto esta frase como otras dedicadas al desarrollo de su tesis a las organizaciones.

No es broma. La analogía puede ser muy útil para comprender cómo pueden las organizaciones salir airosas de los retos que el entorno les presenta, particularmente en estos años recientes y los que se aproximan.

Para Ortega la vida del hombre es “aceptación de la circunstancia”, vivir en el mundo, lidiar con el mundo. La circunstancia del hombre es su entorno, aquello que lo rodea, el escenario en que se encuentra inmerso, “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Reconocer y aceptar la circunstancia es precondición para alcanzar el máximo del potencial humano, “el hombre rinde al maximum de su capacidad cuando adquiere plena conciencia de sus circunstancias”, esto es, cuando es capaz de reconocer que sus circunstancias no determinan lo que puede lograr, pero sí lo influyen decididamente. La circunstancia es “la otra mitad de nuestro ser”, pero no es en modo alguno una condena porque “el proceso vital no consiste solo en una adaptación del cuerpo a su medio, sino también en la adaptación del medio a su cuerpo”. Es decir que, si bien la circunstancia constriñe al hombre, éste tiene, en potencia, la capacidad de modificarla.

La organización es ella y su circunstancia

Mutatis mutandis, apliquemos esta concepción orteguiana a las organizaciones. De manera similar a las personas, las organizaciones se encuentran inmersas en su circunstancia, en un entorno particular que lo constriñe y parece obligarlo a adaptarse a él, pero esa adaptación también puede darse a la inversa, es decir, que las organizaciones influyen en su entorno e, incluso, lo modifican.

“Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo”. La comprensión de esa circunstancia, de ese entorno, es el primer y más importante obstáculo que se interpone en el camino de la organización hacia el destino estratégico que se ha fijado, porque la técnica, o “reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades”, será eficaz, en la medida en que su diseño se adecue a las condiciones de la circunstancia en que se halla inmersa.

A esa adecuación de la técnica con un entorno específico apunta Ortega cuando habla de la “reabsorción de la circunstancia” o el acomodo que se da entre el hombre y su circunstancia o, en nuestro caso, entre la organización y su entorno.

El primer paso es conocer

Cuando una organización establece los objetivos que quiere lograr, tiene que conocer cuál es el entorno en que se encuentra y cuáles son las limitaciones que le impone (entendiendo limitaciones como el conjunto de restricciones que evitan que alcance sus objetivos), solo así podrá diseñar o identificar la técnica que le permita “romper” esas restricciones o redefinir sus objetivos para hacerlos viables.

Sin embargo, las organizaciones, en su mayoría, están más dispuestas a emplear el tiempo rehaciendo el trabajo una y otra vez, a ciegas, que a conocer sus circunstancias y como pueden influir en la consecución de sus objetivos. Cuando las organizaciones dedican el tiempo necesario al conocimiento de su circunstancia, serán mucho más efectivas al momento de seleccionar la técnica o «reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades» que le permita salvar sus circunstancias y salvarse a sí misma.

 

P.D.: aquello de salvar sus circunstancias para salvarse a sí mismo me recordó la teoría de las restricciones.


viernes, 14 de junio de 2019

Salir de Venezuela para seguir en Venezuela



Aunque el título parece un juego de palabras, en realidad se refiere a una estrategia de negocios que permite a las empresas venezolanas “capear el temporal” que se abate sobre el país.

El entorno venezolano se ha vuelto hostil a la iniciativa privada. Expropiaciones e intervenciones, regulaciones gubernamentales, inseguridad jurídica y personal, restricción de la información, fiscalizaciones malintencionadas, entre muchos otros “desafíos”, configuran el entorno nacional desde hace varios años.

Para quienes han decidido permanecer en Venezuela, la internacionalización surge como una opción que permite mantener las operaciones en el país. Ahora bien, internacionalizar no tiene que ser sinónimo de dejar el país, por el contrario, puede ser la clave para mantenerse en el país.

Muchas empresas han establecido verdaderos subsidios cruzados entre sus operaciones nacionales y sus operaciones en el exterior. Así, se apoyan en las fortalezas y capacidades con que cuentan en Venezuela para sacar adelante operaciones en otros países, cuyo retorno, en algunos casos, ayuda a mantener (subsidia), la operación en Venezuela. Maxidonas, Heladería 4D, La Praline Chocolatier, Dusa, Lockey, Kepén, KKO Real, Savake, URBE, IESA son algunos ejemplos de empresas más y menos conocidas, de diferentes tamaños y sectores que han asumido el reto de internacionalizar sus productos, servicios u operaciones. También lo han hecho muchos diseñadores de modas y accesorios como Pati’ya Swimwear, Andrea Peñalver, EPK o No pise la grama, entre muchas otras.

Venezuela no es el único país en el que una crisis ha impulsado procesos de internacionalización de las empresas. España es un buen ejemplo de esto. Aunque difieran las razones que han causado esas crisis, una vez superadas esas circunstancias, las empresas internacionalizadas continúan con la expansión de su mercado. Otro ejemplo es el de Argentina, con su plan “Argentina exporta”, que busca triplicar las exportaciones para 2030.

¿De qué se trata la internacionalización?
Cuando una empresa se internacionaliza desarrolla una parte de sus actividades (venta de
sus productos, compra de suministros, producción, etc.) en otros países distintos al suyo de
origen. La exportación de bienes y servicios es sólo uno de los tipos de internacionalización.

Suele pensarse que la internacionalización está reservada para las grandes empresas, sin embargo, la pequeña y mediana empresa también puede beneficiarse de esta estrategia de negocios, y le conviene hacerlo si quiere mantener sus operaciones en Venezuela.

Internacionalizar implica riesgos, esfuerzos e inversión de tiempo y dinero. Se trata de un proceso complejo, que requiere de acompañamiento experto, sobre todo para la pequeña y mediana empresa, cuya tolerancia a los intentos fallidos es menor, sin embargo, sus beneficios son tantos que superan la complejidad y el costo que supone.

Internacionalizar agranda el mercado, ayuda a sortear la crisis, mitiga el riesgo de depender de una sola plaza. Los estudios muestran que las empresas internacionalizadas (incluyendo las pymes) son más competitivas, facturan más, registran índices de productividad más elevados y resisten mejor a ciclos adversos.

Son muchas las preguntas que surgen cuando se considera la posibilidad de internacionalizar: a qué lugar me dirijo; bajo que estrategia de entrada, orgánica o inorgánica; qué aspectos hay que considerar: marco legal, apoyo a las inversiones extranjeras, características del nuevo mercado, adaptaciones al modelo de negocios, entre muchas otras…

Varias son las razones por las que no existe una tradición de internacionalización entre las organizaciones privadas venezolanas. Si bien en más de una ocasión se trató de incentivar la internacionalización de las empresas de Venezuela, las políticas diseñadas tuvieron un carácter contingente y sufrían cambios, en ocasiones radicales, entre una administración y la siguiente. Además, el mercado local ofrecía retornos a la inversión mucho más atractivos que los de otros países, lo que hizo que muchos empresarios cuestionaran la conveniencia de invertir en la internacionalización de sus operaciones.

A pesar de los inconvenientes, muchas firmas decidieron trabajar, en ocasiones a pérdida, para que su marca tuviera presencia en otros países. Quienes lo hicieron, capitalizan ahora los esfuerzos que por tantos años parecieron carecer de sentido de negocios.

Internacionalizar no es un esfuerzo estático sino un proceso que pasa por diferentes etapas y requiere preparación; afecta, de forma directa, a la actividad de su empresa aquí, porque registrará cambios en su funcionamiento, en su estructura, en su forma de operar. Además, implica desarrollar actividades del negocio en otros mercados distintos al mercado doméstico.

Eso significa que se desarrolla de forma progresiva, por lo que es importante tener foco y una estrategia claramente definida. Es preciso identificar y jerarquizar los riesgos y plantear estrategias de mitigación para esos riesgos. Hay que precisar cómo llevar a cabo el proceso sin descuidar la operación original: quién se queda, quién se va, cómo se reportarán los progresos y dificultades.

Tenga presente que habrá que comenzar de cero, sin el capital social o la fiel clientela a que se está acostumbrado en Venezuela.

Si se anima a internacionalizar su empresa, en independencia del tamaño que ésta tenga, conviene que, para comenzar, haga lo siguiente:

• Indague sobre la motivación y el estado de avance de la idea.

• Aclare los objetivos de la empresa y el alcance que tendría la iniciativa.

• Identifique y analice las alternativas.

• Defina una estrategia de abordaje de la iniciativa.

• Busque asesoría especializada en este tipo de iniciativas.

Y lo más importante de todo: no descuide la operación actual, es más fácil hacerlo de lo que piensa. Identifique el impacto que las diferentes fases del proceso de internacionalización podrían tener sobre su negocio y defina estrategias que mitiguen los impactos desfavorables. Finalmente, recupere aquella vieja virtud sobre la que descansa el aprendizaje: la humildad, porque comenzar de cero no es sencillo.