domingo, 18 de octubre de 2020

Día 58 – Hace días que no escribo o comentarios sobre la creatividad

 

                              Foto de Nick Fewings para Unsplash


He estado escribiendo, sólo que otras cosas, posts de IG (son cortitos, pero cuentan), propuestas de consultoría, un documento de proyecto… estos dos últimos no pueden publicarse porque median compromisos de confidencialidad. Hoy he vuelto a escribir en el blog para compartir algunas apreciaciones sobre la creatividad que he recogido de mi observación personal.

Conviene aclarar que hace días que no escribo en el blog, pese a mi reto incumplido de escribir 2.000 palabras diarias por tres meses, si embargo, sí he estado escribiendo, sólo que otras cosas, propuestas de consultoría, posts de IG (son cortitos, pero cuentan), un documento de proyecto…

La verdad es que no haber cumplido el reto, no me desanima, seguiré escribiendo cada vez que pueda. Hoy, por ejemplo, quiero escribir sobre el proceso creativo o, mejor dicho, sobre lo que he observado del proceso creativo.

Comenzaré por ofrecer una definición de creatividad. Más que una definición, se trata de fijar algunos límites con el fin de intentar tener un entendimiento común con mis posibles lectores sobre lo que es la creatividad.

La creatividad es la habilidad de proponer pensamientos originales y soluciones novedosas. No es necesario que sea algo completamente nuevo, puede ser combinaciones nuevas de cosas ya sabidas.

En este último año he tenido la ocasión de conocer y conversar con creadores, la mayoría de ellos del diseño gráfico, jóvenes y sumamente talentosos. Publican sus obras en las redes sociales, por lo que es sencillo seguir la pista a su evolución. Publican, además, videos de la forma en que hacen su trabajo, así que, a pesar de la brevedad de esos videos, es posible inferir algunas cosas sobre la manera en que fluye o transcurre su proceso creativo.

Con alguna frecuencia, les escribo para corroborar mis impresiones sobre la manera en que el proceso creativo transcurre para cada uno de ellos – esa es la otra ventaja de las redes sociales, puedes estar en contacto con ellos, sin importar cuán famosos e inaccesibles parezcan – y lo mejor de todo es que me responden.

Comparto con ustedes algunas de las impresiones que he validado con varios de ellos:

1.      La creatividad es un músculo: una querida amiga suele repetir esa frase. Es su manera de decir que la creatividad se ejercita y que, en la medida en que se ejercita se gana destreza, es decir, se es más creativo o cuesta menos serlo.

2.      Las personas creativas buscan ideas y también las reciben. Solemos pensar que la creatividad es algo que “llega”, sin saber cómo, la visita de las musas. Esto es diferente de lo que acabo de decir en el punto 1. Lo cierto es que suceden las dos cosas, incluso en la misma persona.

3.      Hay una tercera vía de acceso a la creatividad. La descrita por Picasso en su frase “yo no busco, encuentro”, frase ésta que refleja lo que llamamos apertura mental. Cuando buscamos algo tenemos sesgos, una idea previa de lo que queremos, que nos impiden ver otras cosas. Cuando estamos abiertos, dispuestos a dejarnos impresionar por lo que hay y sucede a nuestro alrededor, podemos descubrir cosas maravillosas, como la cinta velcro. Todo aquello que llama nuestra atención lo hace por algún motivo, porque reconocemos en ello un valor. Este es el supuesto tras los “diarios de creatividad”, una costumbre que consiste en anotar todo aquello que nos sorprende, nos contraria, que nos atrae.

Las personas creativas “ven” las cosas de forma diferente. Allí donde la mayoría de nosotros vemos material de embalaje, una persona creativa puede ver flores de anime o un mural. Son observadores, son capaces de separar o “desdoblar” un objeto o situación en perspectivas diferentes. En el caso del material de embalaje, en lugar de verlo como tal lo ven como algo que, además de tener un propósito o fin para el que fue hecho, tiene una forma, que no sólo da respuesta al fin para el que fue creado – proteger un producto – sino que puede ser empleada para fabricar flores decorativas.

2.      La creatividad se manifiesta de muchas maneras. Es diferente la forma en que la expresa un diseñador gráfico a un músico o una ama de casa que debe rendir el presupuesto o preparar una comida con los víveres que tiene a su disposición. En cada caso, sus propuestas, sus decisiones y sus conductas reflejan creatividad.

3.      Todos somos creativos. Muy relacionado con el anterior, todos somo creativos de una manera o de otra. Lo que sucede es que estamos muy acostumbrados a relacionar la creatividad con ciertas actividades, como las artes, el diseño o la publicidad. Sin embargo, resolver conflictos requiere de mucha creatividad, lo mismo que resolver problemas cotidianos en casa o dar respuestas satisfactorias a un cliente molesto o insatisfecho.

¿Me cuentas cuáles son tus impresiones sobre la creatividad?


sábado, 3 de octubre de 2020

Día 43 - De teletrabajo a telefrustración: ¿cuál es la razón?

 

                            Photo by Sebastian Herrmann on Unsplash


En casa, sentados frente a nuestras computadoras y teléfonos celulares, creemos que ya “sabemos” teletrabajar. Una apreciación desacertada e infeliz. Si sientes que el trabajo remoto te agobia, te hace sentir miserable, te esclaviza o te resta productividad, este artículo es para ti.

Fuimos “lanzados” al trabajo remoto por las medidas de protección de la pandemia, distanciamiento físico y confinamiento. En casa, sentados frente a nuestras computadoras y teléfonos celulares, tanto las personas como las organizaciones creen que la tarea está hecha, que ya sabemos cómo teletrabajar. Una apreciación desacertada e infeliz, que está generando muchos problemas. Veamos.

Trabajar en remoto, o teletrabajar, es mucho más que sentarnos frente a una computadora en una ubicación diferente a la oficina, trabajar en remoto supone una forma diferente de trabajo de la modalidad presencial.

Si sientes que el trabajo remoto te agobia, te hace sentir miserable, te esclaviza o te resta productividad, este artículo es para ti.

Cuestión de adecuación

Si necesitas aflojar un tornillo con la cabeza estriada puede que utilices un destornillador plano, sin embargo, el resultado no siempre es satisfactorio: te toma mucho más tiempo hacerlo y, en muchos casos, terminar aislando el tornillo porque destruyes la estría de su tope. Estás utilizando la herramienta equivocada.

Lo mismo sucede con el teletrabajo, si pretendes hacer las mismas cosas que haces cuando compartes la misma ubicación física de tus compañeros de trabajo, el resultado no será satisfactorio. Tu jornada de trabajo parecerá interminable, quedarás mal ante tus compañeros todo el tiempo, sentirás que ellos son desconsiderados porque no reconocen tus ingentes esfuerzos para darles respuesta; o sentirás que los demás te ignoran o desestiman tus solicitudes. Verás tu productividad y la de tu equipo reducirse. Te sentirás perdido, no sabrás cómo van los demás, incluso, es posible que te preguntes si los demás están haciendo su parte del trabajo.

¿Seguiremos teletrabajando?

Una encuesta realizada en abril por Gartner reveló que el 75% de los Chief Financial Officers o directores de finanzas de las empresas consideraban que una parte de los empleados de sus organizaciones continuarían trabajando desde sus casas. Por su parte, Gallup encontró que el 60% de las personas quería continuar teletrabajando luego de la pandemia. De forma que la respuesta apunta a que sí, seguiremos teletrabajando.

Iniciativas de dos años

Para implementar teletrabajo en tiempos previos al Covid19, las empresas ejecutaban proyectos completos de unos dos años de duración, incluyendo una prueba piloto, antes de ofrecer esta modalidad de trabajo de forma general a sus integrantes. Sin embargo, en esta oportunidad, la mayoría de las empresas que envió a casa a sus integrantes no estaba preparada para hacerlo, ¿acaso esos dos años eran innecesarios?

Esos dos años servían para garantizar el cumplimiento de la normativa legal, además de dar respuesta a preguntas cómo: ¿quién paga qué?, ¿cómo aseguraremos cumplimiento?, o lo que es lo mismo, ¿cómo hacer seguimiento?, ¿cómo asegurar la coordinación cuando no estamos en la misma localidad?, ¿cómo decidir quién puede y quién no puede teletrabajar?, ¿cómo compensar a quienes no son elegibles por la naturaleza de la tarea que desempeñan?, ¿cómo garantizar la seguridad de los datos e información de la organización?, ¿cómo evitar que las personas se desmotiven o se deteriore el sentido de pertenencia y se diluya la cultura?, ¿cómo revocar el beneficio en caso de que se decida hacerlo?

¿Sabemos cómo teletrabajar?

La mayoría de las personas “aprendieron haciendo” durante la primera fase de la crisis o recibieron una capacitación “rápida e incompleta”. El trabajo remoto seguirá planteando desafíos que exigen mejorar nuestras habilidades, por ejemplo, las fuerzas de ventas tendrán que pasar de organizar reuniones de video a gestionar las relaciones con los clientes de forma eficaz en entornos remotos.

Para que el teletrabajo no se convierta en una telefrustración, es preciso darle la formalidad que requiere, para lo que conviene:

        Dar cumplimiento a la normativa legal.

        Identificar cuáles son las tareas que pueden realizarse en remoto.

        Definir una política que establezca, entre otros, modalidades de trabajo (remoto, presencial, híbrida), horarios de conexión, acuerdos de servicio, criterios de elegibilidad, servicios de apoyo, contribución de cada una de las partes, límites de responsabilidad, expectativas claras…

        Diseñar procedimientos de oferta, solicitud y revocación del beneficio.

        Contar con una metodología de trabajo que asegure la coordinación efectiva de los equipos de trabajo.

        Definir el perfil de competencias del teletrabajador.

        Contar con programas de capacitación y transferencia/consolidación de las competencias, técnicas y metodología de trabajo requeridas.

        Definir un caso de negocio que permita visibilizar los beneficios de esta modalidad de trabajo en términos financieros.

        Contar con un comité de teletrabajo que se encargue, entre otros de: definir la política, asegurar el diseño de los procesos y procedimientos, identificar las tareas elegibles y los criterios de elegibilidad de las personas que opten por este beneficio, así como el caso de negocio y el seguimiento de la iniciativa.

El teletrabajo reporta beneficios para las personas, organizaciones, sociedad y ambiente… siempre que se haga bien.


martes, 29 de septiembre de 2020

Día 31 – Fanáticos del café


                                      Photo by Emre Gencer on Unsplash


El café conecta a las personas y la cafetería es el ágora moderna. Su influencia en nuestras vidas se hace patente al revisar los casos de algunos personajes de la historia  

Mi hermano mayor sostiene que si no se toma un café bien temprano en la mañana sufrirá de dolor de cabeza todo el día, puede no desayunar, lo que no puede hacer, es prescindir de su café mañanero.

No es el único. Muchas personas alrededor del mundo y a lo largo de la historia, han caído rendidas ante los atributos del café, su aroma, su sabor, el placer y la energía que proporciona, explican tal fascinación.

El café es un ritual, es un apoyo, es un placer, es la excusa perfecta para compartir con amigos una buena conversación, iniciar una relación amorosa o recordar con un sticker que, pese al distanciamiento físico, siempre es posible la cercanía entre quienes se aprecian.

Yo no tomo café, nunca lo he hecho, sin embargo, disfruto mucho de su aroma cuando lo están preparando o cuando una cafetería que estás cerca de mi casa tuesta su café. Así que decidí preguntar algunas cosas a Google sobre el café. En los siguientes párrafos, comparto el resumen de mis hallazgos.

Los tomadores compulsivos y los obsesivos de café

Es insólito el número de tazas al día que puede llegar a tomar una persona. Se dice que Honoré de Balzac podía escribir durante lapsos muy prolongados, de hasta 15 horas. Incluso se cuenta que, en una ocasión, llegó a escribir durante 48 horas seguidas. Al parecer Balzac no solo disfrutaba de la escritura, también lo hacía del café, su secreto para o permanecer despierto y atento durante periodos tan prolongados. Su consumo diario de café podía llegar hasta 50 tazas.

Al igual que Balzac, Voltaire tomaba café con compulsión. De acuerdo con su biógrafo su consumo diario estaba entre 40 y 50 tazas. Su médico le decía que el café era un veneno lento, a lo que Voltaire respondía que era tan lento que en cuarenta años no lo había matado.

Teddy Roosevelt, presidente de Estados Unidos tomaba un galón de café a diario, con mucho azúcar, lo mismo que Soren Kierkegaard, el filósofo danés, de quién se dice ponía 50 cubos de azúcar a su café. Quizá sería más apropiado decir que ponía café al azúcar que consumía.

Beethoven, por su parte, exigía que su taza de café fuese preparada con 60 granos exactamente, ¿te has preguntado alguna vez cuántos granos hay en la taza de café que tomas en las mañanas?

Café y cafeterías

El café conecta a las personas y la cafetería es el ágora moderna. En las cafeterías, las personas se sientan a disfrutar de una buena lectura, pasar un buen rato con amigos o hacer negocios. Incluso se han convertido en la oficina de muchas personas. Las cafeterías han recibido a personajes históricos y, algunas de ellas, han permanecido activas por más de 200 años.

Aunque Benjamín Franklin fue conocido por su gusto por el vino, fue asiduo visitante de cafeterías durante el tiempo que pasó en Londres, entre 1757 y 1775. Incluso instruyó a su hermana para que le hiciera llegar su correspondencia a su cafetería favorita, St. Paul’s Coffee House, allí Franklin sostenía sus reuniones políticas, conversaba con amigos y conocidos e, incluso, jugaba ajedrez.  

Cuando iba a París, su cafetería favorita era Le Procope, la misma de Voltaire, Rousseau y Thomas Jefferson, de forma que si las paredes de Le Procope hablaran… porque continúa activa, lo mismo que el Caffe Florian de Venecia, lugar frecuentado por Lord Byron, Marcel Proust y Charles Dickens; o el Caffe Greco, de Roma, visitado asiduamente por Goethe, Wagner, Lizst, Mendelssohn y el ya nombrado Lord Byron. No podemos dejar de mencionar al Café Central, de Viena, entre cuyos visitantes habituales se cuenta a Freud, Lenin y Trotsky.

Los mayores de 40 años probablemente recuerdan El Gran Café, ubicado en el Boulevard de Sabana Grande, en Caracas, lugar en el que solían reunirse los intelectuales y artistas de la ciudad durante los años 70, 80 y 90.

Músicos que cantaron sus virtudes

Venido de Arabia, el café se consideró una bebida maligna, “no cristiana”. Aunque el Papa Clemente VIII lanzó un edicto que “convertía” en aceptable la costumbre de tomar café, todavía en el siglo XVIII había un cierto rechazo hacia su consumo.

A Johann Sebastian Bach le gustaba tanto el café, que le dedicó una composición suya, la “Cantata del café”, en 1732. Los protagonistas de la cantata fueron un padre y su hija adicta al café. El padre exige que la hija abandone su hábito del café para poder casarse. Aparentemente acepta hacerlo, pero luego decide que, en cambio, buscará otro adicto al café que acepte casarse con ella. La cantata termina felizmente con el padre, la hija y el narrador reuniéndose para cantar una canción que expone los beneficios del café.

Gioachino Rossini no dedicó al café ninguna de sus creaciones, sin embargo, se benefició de sus efectos mientras escribía algunas de sus obras. Notó que los efectos del café desaparecían luego de un uso constante, lo que lo llevó a decir: “el café es cuestión de quince o veinte días: afortunadamente el momento de hacer una ópera”.

El descubrimiento de la cafeína está ligado a la literatura

Johann Wolfgang von Goethe, escritor, filósofo y científico alemán también fue un gran bebedor de café. Se dice que Goethe facilitó unos granos al químico alemán Friedlieb Ferdinand Runge para que analizara su composición química. Luego de varias pruebas, Runge logró aislar la cafeína.

Los grandes consumidores de café actuales

El consumo mundial de café se ha duplicado durante los últimos 20 años pasando de 92 millones de sacos en 1990 a 162 millones de sacos estimados para 2019.

Los grandes consumidores per cápita de café son los europeos. Encabeza la lista Finlandia, con 11.5 kg por persona al año. En su legislación se reconoce a los trabajadores el derecho a una pausa para tomar café.

Continúa Noruega, con 9.9 kg de café al año, luego Islandia, con 9 kg per cápita al año. Luego están Dinamarca, Holanda y Suecia. De los primeros diez consumidores sólo uno está fuera de Europa. Se trata de Canadá, con 6.2 kg per cápita al año.

Nosotros, en Venezuela, consumimos unos 2.5 kg de café per cápita al año.

El café ha estado en nuestras mesas y en nuestras vidas por siglos, de forma que puede contar nuestra historia.


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Día 31 - El sobre extraviado o lo que los objetos me contaron

 


Photo by Tiffany Tertipes on Unsplash


Todos hemos escuchado aquella frase “si las paredes hablaran”, ¿y si las hiciéramos hablar?, ¿cómo serían las historias de la oficina si las contaran los objetos guardados en ellas? ¿imaginas el relato del apasionado encuentro entre Rachel y Mike, protagonistas de la serie Suits, contado por los estantes o los libros en que se apoyaron?


 ¿Qué pasaría si los objetos que usamos contaran historias sobre nosotros?, ¿cómo serían esos relatos?

Nos revelamos en las cosas que hacemos más que en lo que decimos. Hemos aprendido que hay conductas y creencias socialmente aceptadas, así que es más fácil decir cosas que nos hagan quedar bien que hacer esas mismas cosas.

Y si no hay testigos cuando hacemos esas cosas, mostramos lo que de veras queremos, creemos y sentimos, sin temor a las consecuencias.

Pero esto no es un tratado de ética, sino un calentamiento para intentar algo que he querido hacer desde hace tiempo, contar historias sobre organizaciones desde la perspectiva de los objetos que llenan sus espacios.

¿Se imaginan el relato del apasionado encuentro entre Rachel y Mike, protagonistas de la serie Suits, contado por los estantes o los libros en que se apoyaron?

Bueno, mi historia no será tan atractiva, no tiene escenas de sexo, persecuciones o asesinatos, aunque sí muestra lo que quiere decir Gallup, la firma de talento, cuando cataloga a los empleados de una organización como activamente desconectados de la misma.

Vayamos entonces a la historia del sobre que quería llegar a su destino.

Jorge me sacó de la gaveta. Con premura me abrió e introdujo un documento dentro de mí. Me selló y caminó conmigo hasta la recepción para asegurarse de que saliera con la próxima valija. Pude notar que era muy importante que mi contenido llegara a tiempo a la oficina principal de la compañía, ubicada en Caracas, la capital del país, porque a mis hermanos, utilizados antes que yo, Jorge los dejaba en una bandeja especial en su oficina para que Marcos, el encargado de preparar la valija, los recogiera e hiciera llegar a su destino.

Yo estaba emocionado porque iría a la capital, además con una encomienda particularmente importante para la compañía, según pude constatar, no solo por el comportamiento de Jorge, sino por lo que me contó la hoja que llevaba dentro, con la que tuve mucho tiempo para conversar. Nuestro destino era la presidencia de la compañía, al parecer mi contenido era necesario para completar un importante trámite gubernamental.

Esa misma tarde estaba en Caracas, la gran ciudad. Había mucho tráfico, se escuchaba el ruido de los motores desde dentro de la valija, y pude notar que el conductor disminuyó la velocidad del vehículo luego de que llamara a su esposa para decirle que estaba "a la altura del jardín botánico".

Me bajaron frente a un edificio muy alto, lo sé porque escuché que el conductor pidió a la ascensorista marcar el piso 21. Entregó la valija a la persona que estaba en la recepción. Luego de un par de minutos me pusieron sobre el escritorio de Belinda, una de las analistas de compras de la compañía.

Algo andaba mal, se suponía que fuera entregado en Presidencia, tal y como especificaba la leyenda escrita que llevaba “Para Herlinda Hoyos, Asistente a la Presidencia”, pero esto no era la oficina correcta. Belinda me tomó entre sus manos, leyó las letras escritas sobre mí y dijo “este sobre es para otra persona”, se levantó y me dejó en una bandeja. Levantó el teléfono y llamó a Servicios Generales, pensé que pediría que me llevaran a mi destino, a fin de cuentas, tenía marcado sobre mí un sello que ponía «URGENTE».

A pesar del extravío, estaba muy cerca de Herlinda porque Presidencia estaba en el mismo edificio – luego me enteré de que estaba en el mismo piso – pero no fue así. Casi me desgarro de la indignación cuando Belinda pidió que me regresaran a mi origen, porque el sobre no era para ella. Ella ni siquiera tenía que caminar para entregarme, bastaba con pedirle, a la misma persona que atendió su llamada, que me llevara con Herlinda, era el mismo esfuerzo, ¿por qué no lo hizo?

Al día siguiente estaba de vuelta en mi oficina de origen, en manos de quién me había enviado a la oficina principal de la empresa en la valija de máxima prioridad. Jorge se puso tan lívido como yo, corrió a preguntar a la persona de la recepción cómo es que yo estaba de vuelta, “¿acaso no saben cuánto cuestan las multas por retraso en las operaciones?, esto tenía que estar en Caracas ayer para ser entregado en la oficina de la Superintendencia antes del mediodía de hoy.

Levantó el teléfono y pidió una llamada con Presidencia, preguntó por qué razón habían devuelto un documento de tal importancia, la pobre Herlinda no sabía de qué hablaba Jorge, de hecho, había pedido una llamada con él para preguntar por qué el sobre no había llegado todavía.

Jorge me envió de nuevo a Caracas, esta vez en un viaje expreso, directo a la Superintendencia. Herlinda fue enviada en un taxi, con la carta, firmada por el presidente de la compañía, que debía acompañar mi contenido, en un intento por llegar dentro del plazo previsto.

Qué diferencia entre unos y otros, Jorge saltó como un resorte, tomó el teléfono e hizo la llamada, Herlinda, con el teléfono enfrente, pidió a la otra asistente que hiciera la llamada y Belinda, ¡ah, Belinda!, prefirió regresarme a caminar unos pasos para entregarme a mi destinatario final.

Yo llegué a la oficina de Presidencia finalmente, en medio de caras largas y una cacería de brujas que acabaría señalando a Belinda como la culpable de todo aquel enredo. Al día siguiente fui llevado a la Superintendencia. Ahora, además de la carta firmada por el presidente de la compañía, me acompañaba una planilla bancaria con muchas cifras en el espacio del monto.

Nunca supe qué fue de Belinda, lo que sí comprendí es que mientras unos trabajan duro, otros parecen sabotearlos… sin querer queriendo.  


lunes, 14 de septiembre de 2020

Día 22 – Ellas y sus circunstancias

 


                 


                                       Photo by Max Böhme on Unsplash


¿Qué sucede cuando buscamos, en la filosofía, inspiración para dar respuesta a los problemas y retos que enfrentan las organizaciones actualmente? Esta aproximación es menos novedosa de lo que parece, sin embargo, puede ser muy reveladora

“Yo soy yo y mi circunstancia” enunció Ortega y Gasset en su obra Meditaciones del Quijote. Bien podemos asimilar tanto esta frase como otras dedicadas al desarrollo de su tesis a las organizaciones.

No es broma. La analogía puede ser muy útil para comprender cómo pueden las organizaciones salir airosas de los retos que el entorno les presenta, particularmente en estos años recientes y los que se aproximan.

Para Ortega la vida del hombre es “aceptación de la circunstancia”, vivir en el mundo, lidiar con el mundo. La circunstancia del hombre es su entorno, aquello que lo rodea, el escenario en que se encuentra inmerso, “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Reconocer y aceptar la circunstancia es precondición para alcanzar el máximo del potencial humano, “el hombre rinde al maximum de su capacidad cuando adquiere plena conciencia de sus circunstancias”, esto es, cuando es capaz de reconocer que sus circunstancias no determinan lo que puede lograr, pero sí lo influyen decididamente. La circunstancia es “la otra mitad de nuestro ser”, pero no es en modo alguno una condena porque “el proceso vital no consiste solo en una adaptación del cuerpo a su medio, sino también en la adaptación del medio a su cuerpo”. Es decir que, si bien la circunstancia constriñe al hombre, éste tiene, en potencia, la capacidad de modificarla.

La organización es ella y su circunstancia

Mutatis mutandis, apliquemos esta concepción orteguiana a las organizaciones. De manera similar a las personas, las organizaciones se encuentran inmersas en su circunstancia, en un entorno particular que lo constriñe y parece obligarlo a adaptarse a él, pero esa adaptación también puede darse a la inversa, es decir, que las organizaciones influyen en su entorno e, incluso, lo modifican.

“Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo”. La comprensión de esa circunstancia, de ese entorno, es el primer y más importante obstáculo que se interpone en el camino de la organización hacia el destino estratégico que se ha fijado, porque la técnica, o “reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades”, será eficaz, en la medida en que su diseño se adecue a las condiciones de la circunstancia en que se halla inmersa.

A esa adecuación de la técnica con un entorno específico apunta Ortega cuando habla de la “reabsorción de la circunstancia” o el acomodo que se da entre el hombre y su circunstancia o, en nuestro caso, entre la organización y su entorno.

El primer paso es conocer

Cuando una organización establece los objetivos que quiere lograr, tiene que conocer cuál es el entorno en que se encuentra y cuáles son las limitaciones que le impone (entendiendo limitaciones como el conjunto de restricciones que evitan que alcance sus objetivos), solo así podrá diseñar o identificar la técnica que le permita “romper” esas restricciones o redefinir sus objetivos para hacerlos viables.

Sin embargo, las organizaciones, en su mayoría, están más dispuestas a emplear el tiempo rehaciendo el trabajo una y otra vez, a ciegas, que a conocer sus circunstancias y como pueden influir en la consecución de sus objetivos. Cuando las organizaciones dedican el tiempo necesario al conocimiento de su circunstancia, serán mucho más efectivas al momento de seleccionar la técnica o «reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades» que le permita salvar sus circunstancias y salvarse a sí misma.

 

P.D.: aquello de salvar sus circunstancias para salvarse a sí mismo me recordó la teoría de las restricciones.


jueves, 10 de septiembre de 2020

Día 18 - La autopista del sur es una ficción

                                  Photo by Jacek Dylag on Unsplash


Escasea la gasolina en el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo. Nos vemos obligados a esperar en larguísimas colas sin garantía alguna de éxito. Lo que en otro país es un acto intrascendente, aquí se ha vuelto una película de suspenso, porque nunca sabes si llegará la gasolina o si alcanzará para ti. Ni siquiera tenemos el aliciente de convertir la vivencia en una narrativa de realismo mágico.

En "La autopista del sur", Alejo Carpentier relata la historia de un trancón en el tráfico vehicular que se prolonga durante mucho tiempo, tanto, que la gente comienza a conocerse, conversar y establecer relaciones entre ellos.

Cuando la razón del trancón desaparece, todos corren a sus vehículos y siguen su camino, como si nada hubiera sucedido.

Crónica de la cola para surtir gasolina

Son las 12:49 p.m. del 10 de agosto de 2020. Desde las 7:45 a.m. estoy haciendo la cola para surtir de gasolina a mi vehículo, en la ciudad de Caracas.

He avanzado aproximadamente 500 mts desde el lugar de inicio, a pesar de que todavía la estación de servicio no ha comenzado a dispensar combustible. El avance se debe a las personas que desisten de permanecer en la cola y se van.

Los que suben dicen que hay movimiento en la estación de servicio. Todos los bomberos están allí, esperando a que llegue el transporte con la gasolina, lo que podría o no suceder, tal es la incertidumbre. PDVSA, el organismo encargado de proveer la gasolina en el país, les promete que enviarán la gasolina, sin embargo, con frecuencia, esas promesas no se cumplen.

Cuando llegué a la cola, mucha gente caminaba, trotaba, montaba bicicleta.  Escuchas a la gente que dice “esta es la cola de la bomba de allá abajo, ¿no puede ser?” Son más de 2 kilómetros de cola, de forma que el asombro que manifiestan está plenamente justificado.

Quien hubiera asomado, hace veinte años, que Venezuela pasaría por una situación así habría sido tildado de orate, porque nadie, en su sano juicio, podía prever algo así. El complejo de refinería más grande del mundo, colapsado. El país con las mayores reservas probadas de petróleo, sin gasolina.

West with the night

Me vine preparada, o al menos eso pensé, agua suficiente y un buen libro para leer: West with the Night, de Beryl Markham.

Beryl Markham fue entrenadora de caballos – la primera entrenadora de caballos de carrera certificada de Kenia – además de aviadora – la primera mujer en cruzar sola el Atlántico (de Inglaterra a Estados Unidos) – y una aventurera empedernida. West with the Night es un libro autobiográfico en el que narra episodios de su vida, la mayor parte de ella vivida en África.

Me instalo en mi cola y comienzo a leer, ¡vaya elocuencia! Quien me regaló el libro, hace ya varios años, me había hablado muy bien de él. Realmente sorprendente, hermosamente escrito. Confieso que me ha tocado buscar el significado de no menos de quince palabras en los primeros tres capítulos: “haughty”, “callow”, “lorry”.

Ernest Hemingway, en una carta dirigida a su editor, comenta sobre el libro:

¿Leíste el libro de Beryl Markham, "West with the Night"? La conocí bastante bien en África y nunca hubiera sospechado que podría poner la pluma sobre el papel si no fuera para escribir en su bitácora. Tal como están las cosas, ha escrito tan bien, tan maravillosamente bien, que me avergoncé completamente de mí mismo como escritor. Sentí que era simplemente un carpintero con palabras, que recogía todo lo que se proporcionaba en el trabajo y, a veces, hacía un buen corral de cerdos. Pero [ella] puede escribir anillos alrededor de todos los que nos consideramos escritores.

Por las dudas, el subrayado es mío. Vaya elogio que alguien como Hemingway te diga que les has hecho sentir vergüenza de sus dotes como escritor.

Regresemos a la cola

El calor aprieta. En ciertos trechos quedo bajo la sombra de los árboles, ¡qué dicha!, la vía serpentea bordeando una montaña en donde no cabe más verde. Musgo, plantas de todo tipo, árboles y más plantas que cuelgan de los árboles. Caracas es indómitamente verde.

Cada cierto tiempo adelanto, porque los vehículos siguen abandonando la cola. Las noticias no son buenas, la estación de servicio sigue cerrada. Me bajo, camino, me siento a un lado de la calle para seguir leyendo. Luego de cuatro horas en la cola, muy pocos salen de sus carros, por eso afirmo que la autopista del sur es una ficción, nadie cuenta a dónde va, salvo un joven que comenta que este es su tercer día de cola tratando de surtir combustible, nada como un comentario así para hacerte sentir que estar perdiendo tu tiempo.

Alcanzo a llegar a un parque en el que un par de personas se ejercitan. Una de ellas se acerca para preguntarme desde qué hora estoy en la cola y dónde estaba cuando comencé, creo que calibra cuándo será el momento en que le toque hacer la suya. Pienso en que me queda medio tanque y pienso si vale la pena seguir allí. Se me acaba el agua, no así el libro, apenas si alcanzo el cuarto capítulo, y comienzo a sentir deseos de aliviar mi vejiga. Son las 2:20 p.m. y las noticias de quien sube siguen siendo las mismas, sigue sin llegar la gasolina.

Llegan refuerzos, me traen agua y yogurt, además de noticias que no quiero recibir: los empleados de la estación de servicio no creen que llegue la gasolina, aunque no se atreven a asegurarlo. Continúo contemplando el verde, pero nadie sale de su carro a contar de su vida a los demás. Pienso que podría jugar a inventar historias sobre las personas que están en la cola sobre la base del vehículo que utilizan. ¿Podría adivinar a qué se dedica cada uno por el modelo o el color de su carro?

Son las 3:15 p.m., confieso que mi resistencia se extingue al ritmo en que aumentan mis ganas de ir al baño. Tanta agua tendría ese efecto más temprano que tarde, y la verdad es que ya son siete horas y media las que han transcurrido. Decido dejar la cola, sin conocer las intimidades de ninguno de quienes han estado allí durante todo ese tiempo. La autopista del sur es una ficción.

Epílogo

Me voy a mi tienda, reviso algunas cosas, respondo un par de correos, atiendo a un par de cliente – me gusta mucho atender a los clientes – y llega la hora de cerrar. Son poco más de las 5 p.m. De camino a mi casa paso frente a la estación de servicio, ¡continúa cerrada! La gasolina todavía no llega.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Día 17 - A prueba de tecnología

 

                                Photo by Thought Catalog on Unsplash



Mi madre, amante abuela, solía cantar a sus nietos para que se durmieran una canción muy tradicional en Venezuela que dice:

duérmase mi niño,
que tengo que hacer
lavar los pañales,
sentarme a coser

Un día, mi sobrina, que escuchaba con atención a su abuela mientras cantaba a uno de sus primos más pequeños, se volteó de repente y preguntó: “¿por qué la canción dice lavar los pañales?”

Ella nunca había visto a nadie lavar los pañales, los pañales se quitaban, se enrollaban y se botaban, no se lavaban, ¿qué clase de sinsentido era aquél de “lavar los pañales”?

La invención de los pañales desechables hizo innecesaria la labor de lavar y blanquear los pañales de los niños, cosa que creo que nadie extrañó luego. Es cierto que hay quien se preocupa por la huella ambiental, dado que los dichosos pañales desechables pueden durar hasta 500 años antes de degradarse, según dicen los entendidos, pero aparte de esa preocupación, y dado que no parecen tener efectos negativos sobre los niños, nadie extrañaría tener que lavar un pañal.

Pero no siempre la tecnología, y los cambios que suele traer consigo, es tan bien recibida. En su conferencia “Desde Gutenberg hasta Internet”, Umberto Eco sostiene que las personas sufrimos de un “miedo eterno”:

el miedo a que un nuevo logro tecnológico pueda suprimir o destruir algo que consideramos precioso, fructífero, algo que representa para nosotros un valor en sí mismo, y profundamente espiritual

El miedo del que habla Eco no es infundado, en efecto, la tecnología suprime o destruye muchas cosas, la cuestión es si esas cosas realmente contienen ese valor en sí mismo o solo lo hacen en apariencia.

La historia de María y Efraín

En María, la obra cumbre de Jorge Issac, un clásico de la novela romántica del siglo XIX, Efraín, hijo de una familia de ricos hacendados y María, quien ha sido criada por los padres de Efraín luego de quedar huérfana, se enamoran locamente. Sin embargo, deben separarse cuando Efraín es enviado a estudiar medicina a la lejana Europa, dejando atrás a su amada María, una muchacha llena de virtudes, pero de salud frágil, pues padece de epilepsia.

Con la ausencia de Efraín, los episodios de epilepsia de María parecen empeorar y hacerse más frecuentes. Efraín le escribe y sus cartas le dan aliento, sin embargo, su enfermedad empeora. La familia pide a Efraín regresar porque temen por la vida de María. A pesar de que Efraín emprende el viaje enseguida, cuando llega a El Paraíso (la hacienda familiar donde transcurre la historia) ya María ha muerto.

¿Qué habría pasado si María y Efraín hubieran tenido teléfono?, habrían podido hablar todos los días, ¿y si hubieran tenido WhatsApp? Videoconferencia cada vez que quisieran.

De la misma manera en que la luz eléctrica acabó con las historias de espantos y aparecidos, pero no con las razones para temer por la seguridad personal durante la noche, el teléfono acabó con historias como las de María y Efraín, pero no con las historias de amores contrariados.

El fin de los libros

En 1894, el francés Octave Uzanne, escribió un libro titulado “El fin de los libros”. En su texto, Uzanne dice lo siguiente:

Si por libros entendemos que nos referimos a nuestras innumerables colecciones de papel impreso, cosido y unido por una cubierta que anuncia el título de la obra, os reconozco francamente que no creo que la invención de Gutenberg pueda hacer otra cosa que, tarde o temprano, caer en desuso como medio de interpretación de nuestros productos mentales.

Veía Uzanne la amenaza en el avance de la fonografía, porque pensaba que era mucho más cómodo escuchar los libros que leerlos, lo que aseguraba el éxito de este nuevo formato. Uzanne pensaba que los libros serían leídos por sus propios autores, cuya voz patentarían para evitar falsificaciones o copias fraudulentas de sus obras, y que recibirían el título de “narradores” en lugar de escritores. Audible pensado en el siglo XIX (creo que tendremos que buscar en el pasado inspiración para novedades tecnológicas).

También se ha pensado que el soporte electrónico acabará con los libros impresos, dadas las numerosas ventajas del primero sobre el segundo: no cría ácaros ni acumula polvo, es más ligero y ocupa menos espacio – puedes tener la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en la nube, al alcance de tu Tablet o teléfono –, puedes personalizar el tamaño de la letra… Sin embargo, el viejo formato impreso continúa vigente, gracias a sus muchas virtudes: su disponibilidad – puedes llevarlo contigo a todas partes sin depender de una conexión a Internet o una fuente de electricidad, además de su olor y del tipo de relación que estableces con él – vas y vienes de una página a otra de un modo que no puedes en el formato electrónico.

Quizá Eco tiene razón al afirmar que:

Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera

Algunas cosas desaparecen por la tecnología, como las historias de espantos y aparecidos, otras son cambiadas, como el caso de la forma de relacionarnos y comunicarnos, mientras que otras permanecen,  como en el caso de los libros impresos, aunque adquieren nuevas formas que no sustituyen del todo a las anteriores, sino que conviven con ellas.