martes, 26 de julio de 2011

Irreverencia sinfónica teñida de vino tinto


Suelo decirles a mis estudiantes que si pudiera darles un regalo éste sería un poco de irreverencia. La que hace falta para desdeñar de los juicios que reciben todos los días y que les hacen pensar que no es posible conseguir un trabajo con el que se identifiquen y los haga sentirse plenos, que el país no tiene nada que ofrecerles, que la solución de los problemas escapa a sus posibilidades o que no nos corresponde, desde este país, crear, innovar o competir.

Me gusta darles ejemplos de lo que sucede cuando la irreverencia entra en juego. En su mayoría, los ejemplos corresponden a referencias locales, aunque en ocasiones incluyo algunas latinoamericanas y, con menos frecuencia, ejemplos de otras latitudes.

En los últimos siete días, el país me ha regalado dos nuevos ejemplos para compartir con mis estudiantes: el nombramiento de Diego Matheuz, del sistema de orquestas infantiles y juveniles, como Director Principal del Teatro La Fenice de Venecia; y la manera en que la selección venezolana de fútbol, con su actuación en la Copa América, ha logrado recordarnos que, pese a nuestras diferencias, todos en Venezuela tenemos el corazón del mismo color, vino tinto.

De Barquisimeto a Venecia, na’guará
El director de orquesta, de 27 años de edad, Diego Matheuz, fue nombrado nuevo director principal del Teatro La Fenice de Venecia. Oriundo de Barquisimeto, el integrante de la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, estuvo trabajando durante los últimos años con el maestro Claudio Abbado y la Orquesta Mozart de Bologna. Igualmente, dirigió en calidad de invitado a diversas orquestas como la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia, la Orquesta Sinfónica Nacional de Turín y la Orquesta Filarmónica de La Scala (Tal Cual, 6 de julio de 2011).

Resulta que ahora exportamos músicos y directores de orquesta. Dudamel y Matheuz no son los únicos casos. Uno menos conocido, aunque realmente notable, es el caso de Edicson Ruíz, un muchacho de La Candelaria, quien a la edad de quince años, se convirtió en el laureado más joven en la historia de la Sociedad Internacional de Contrabajistas (International Society of Bassists) al ganar el primer premio en el concurso de esta Sociedad (Indianápolis, EEUU), y con tan sólo diecisiete años, fue elegido como miembro del grupo de contrabajos de la Filarmónica de Berlín, convirtiéndose no sólo en el primer músico hispanoamericano de esta orquesta, sino también en el miembro más joven en toda su historia

Hoy el sistema de orquestas infantiles y juveniles recibe reconocimientos nacionales e internacionales. Sin embargo, no siempre fue así. A mediados de los noventa, un reconocido articulista venezolano, escribió:
Sus chamos desafinan, Abreu: no se necesita ser un impío deslenguado como Pedro Liendo para estar de acuerdo en que esa juventud arrebolada, espejo y guía del futuro musical del orbe, desafinaLa idea facilona de logro y progreso que propone un nada prodigioso mocoso rascando las cuerdas de un violín es provinciana imaginería eurocéntrica, sin duda propia del país de Sabaneta, del país penúltimo en educación, según la consabida clasificación de la UnescoLos Criollitos han producido a Vizquel y otros varios notables grandes ligas; ¿Cúando sabremos de un Yasha Haifetz, de un Félix Ayo salido de esa Juventudes Hitlerianas del Vitalicio Abreu?

Pues bien, quizá sea inevitable desafinar al principio, perder muchos partidos, tocar y luchar antes de que el sueño comience a cuajar. Años después de publicada la columna citada, Sir Simon Rattle, Director de la Filarmónica de Berlín declaraba luego de su primera visita a Venezuela para conocer “el sistema”:
En estos días he visto el futuro de la música y si alguien me preguntara, ¿dónde está sucediendo algo de importancia en el mundo para el futuro de la música clásica? Yo, sencillamente, respondería: aquí, en Venezuela… Ustedes están acostumbrados a lo que han visto porque llevan treinta años escuchándolo. Pero para alguien que viene de fuera es una fuerza emocional de tal magnitud, que nos llevará un tiempo digerir todo lo que hemos visto y escuchado.

Durante su visita el año pasado, Rattle comentó:
En los tres años que han pasado desde que dirigí la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar ha dejado de ser una muy buena orquesta juvenil y se ha convertido en una gran orquesta. Ayer escuché y dirigí a la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño y puedo decir que es una orquesta con un nivel superior a lo que era la Simón Bolívar hace 3 años… Cuando escuché a la Teresa Carreño interpretar una sinfonía como la Quinta de Prokofiev, obra que he dirigido ampliamente, me quedé fascinado al escuchar pasajes, momentos de la obra, que no había escuchado porque otras orquestas no están identificadas con momentos muy difíciles de la pieza y los omiten o los obvian. Los jóvenes de acá no omiten nada y eso ocurre porque los muchachos de estas orquestas no se sitúan en el miedo ante la ejecución. Simplemente se sientan y lo tocan.

Por eso es mi deseo que mis estudiantes sean irreverentes, porque esa irreverencia es el principio del cambio y la semilla del logro. Sirve para no asustarse con una camiseta, no amilanarse frente a pronósticos oscuros o cuestionamientos mezquinos. Qué habría sido del sistema de orquestas si sus fundadores se hubieran dejado abatir por críticas y comentarios como los reproducidos aquí. 

Pintados del mismo color
Luego de esta Copa América, nuestra selección venezolana de fútbol me ha regalado otro ejemplo que compartir con mis estudiantes. Una de las mayores satisfacciones que particularmente tuve fue el juego contra Brasil, porque se hizo patente para mí la irreverencia mostrada por nuestros jugadores. Al comienzo los brasileros parecían ir un paso adelante, como si anticiparan cada uno de los movimientos de los jugadores venezolanos. Sin embargo, los venezolanos comenzaron a crecer en su juego y se enfrentaron de tú a tú con los brasileros, dejando la leyenda aparte. Irreverencia exhibida una y otra vez por el técnico César Farías cuando reclamaba respeto e insistía en poner a su selección tête à tête con cualquier otra de las que participaron. Vi a un equipo que, como dijera Richard Páez “significa jugar para ganar y jugar con irreverencia”.  

César Farías diría en una de las ruedas de prensa:
Venezuela ha podido ir silenciando la adversidad, ha podido ir silenciando los pronósticos… El triunfo se lo dedico a toda Venezuela que sé que necesita cosas de estas, un país que tiene sus propios problemas… y estas alegrías que se pueden ir llevando de a poco le da un motivo especial para que sigamos luchando y sigamos mejorando en todos los aspectos.

Algunos comentaristas hablaron del fracaso de la Copa América por la ausencia de los equipos tradicionalmente destacados, como Brasil y Argentina, otros se refirieron a Venezuela calificándola de equipo mediocre, sin embargo, como dijo Farías “hay que tener mentalidad progresista”, eso quiere decir que los logros no llegan rápido ni fácil, llegan después de mucho esfuerzo, de ensayos y traspiés.

En Venezuela todos nos pintamos de Vino Tinto, todos reconocimos esfuerzo, valor, compromiso y gallardía en los miembros de la selección. Vimos amor por la patria en la entrega de cada uno de los jugadores, en la osadía con la que anotaron dos goles en los últimos tres minutos del partido ante Paraguay, en el dolor moral – y las lágrimas – de Perozo por la fractura que lo sacó del partido, en el compromiso de Arango que jugó ciento veinte minutos con un desgarre, en el entusiasmo que le puso José Manuel Rey cuando salió a jugar, por nombrar sólo algunos casos. 

Al regreso de la selección al país, la prensa, los jugadores y la gente en la calle comentan que todos en Venezuela somos vino tinto, que a todos en el país nos corre sangre vino tinto, que estos muchachos lograron unirnos a todos, olvidando nuestras diferencias políticas. Aunque no llegamos a la final, nos sentimos satisfechos, nadie cuestiona el esfuerzo, el ímpetu o los logros de nuestros jugadores, porque como dijo César Farías:
Venezuela está dispuesta a trabajar y está dispuesta a seguir creciendo… Venezuela no le tiene temor a ninguna camiseta, no le tiene temor al protagonismo, no le tiene temor a los rivales… y hoy se pueden ir tranquilos y con la cabeza en alta, desde el Presidente de la Federación hasta el utilero que vinimos acá. No tengo un reproche para nadie, sino mis más sinceras felicitaciones... vi a una Venezuela que se contagió… Venezuela también tiene categoría suramericana, pero con el propio sello, venezolano.   

Sello venezolano no quiere decir mejor ni peor que algún otro. Quiere decir partir de lo que somos, de cómo somos, con lo mejor y lo “menos mejor”. Somos el material con que contamos, y estos dos ejemplos, entre muchos otros, nos muestran lo que sucede cuando nos decidimos a aprovecharlo.

martes, 19 de julio de 2011

Lo imposible lo hacemos de inmediato, para los milagros... tardamos un poco más (o, lo grande requiere esfuerzo sostenido)


La frase que titula este artículo, cuyo origen desconozco, es utilizada por muchas empresas como promesa de eficacia para sus clientes. Sin embargo, en esta oportunidad, es el disparador de una reflexión. Cuando algo sale bien en Venezuela, se le cataloga de “milagro”. Así, la erradicación de la malaria fue considerada, en su momento, como un milagro; el sistema de orquestas sigue siendo considerado, por muchos, como un milagro. Y no ha faltado quien exclame, frente a la reciente clasificación de la Vino Tinto a la semifinal de la Copa América, que se trata de un verdadero milagro. Sin embargo, las grandes conquistas exigen y requieren de esfuerzos sostenidos. El triunfo Vino Tinto, al igual que el sistema de orquestas juveniles e infantiles, la erradicación de la malaria y otras tantas iniciativas venezolanas no son milagros sino logros, con negrillas.

En una ocasión escuché decir a José Antonio Abreu, el arquitecto de ese gran orgullo venezolano llamado el sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, que uno de los motivadores de su trabajo a favor de la música fue lo escuchado en un programa de TV realizado a raíz de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Al mencionado programa habían sido invitados una serie de personalidades de entonces, para discutir acerca de lo que sería el futuro de Venezuela luego de recuperada la democracia. En medio de los buenos deseos y las esperanzas renovadas, uno de los invitados mencionó que el principal peligro al que se enfrentaba el país, era la sempiterna autodenigración del venezolano.

En estos tiempos, en que buena parte de los jóvenes tienen como plan de vida salir del país, cuando nos sentimos acorralados e indefensos, y hay un sentimiento generalizado de impotencia ante problemas como la inseguridad, la corrupción, el ataque a la propiedad privada, la creciente agresividad o  la situación de cárceles, escuelas y hospitales, conviene dar una mirada a nuestra historia reciente para convencernos de que todo lo que hemos logrado o “deslogrado” hasta ahora, es fruto de nuestros esfuerzos, de nuestras acciones y decisiones, buenas o no tan buenas, pero por eso mismo, tenemos el poder de hacer que nuestro país sea el lugar en el que deseamos vivir.

Todos somos testigos de la evolución de la Vino Tinto. Richard Páez fue nombrado el técnico de la selección en el año 2000, hace casi doce años, y seguramente no fue ese el primer esfuerzo por mejorar el desempeño de nuestros futbolistas. El Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles, tiene más de 30 años de fundado. En 1936 se creó la Dirección de Malariología, adscrita al entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, pero tuvieron que transcurrir más de 20 años antes de que se erradicara esta enfermedad – la actuación de la Dirección de Malariología no sólo erradicó el paludismo, sino que permitió que la esperanza de vida del venezolano se elevara de alrededor de 40 años para 1935 a 60 años para 1959, 24 años después. Visto de esta forma, ninguno de esos logros (otra vez con negrillas), tiene nada de milagroso o contingente.

Durante la rueda de prensa posterior al juego de cuartos de final, Oswaldo Vizcarrondo, autor del primer gol del partido, nos regaló estas declaraciones:
Evidentemente, [el pase a la semifinal] es un paso importante, a nivel histórico, para lo que es nuestro fútbol… esto lo tomamos con mucha naturalidad, hicimos una preparación adecuada previo a la copa, y lo que hemos hecho hasta este momento ha sido bien adquirido.

Seguido agregó:
No queremos quedarnos acá, queremos seguir creando nuestra propia historia… sabemos que hay un país que está detenido con la actuación de nosotros, sabemos lo que tenemos sobre nuestros hombros… estamos esperanzados en darle una satisfacción a nuestro país.
  
Esta forma de pensar no tiene por qué limitarse a estas grandes iniciativas, tendría que ser nuestra manera generalizada de pensar. Parafraseando a Vizcarrondo, imaginemos que nuestros gobernantes se procuraran una preparación adecuada, que nuestros funcionarios públicos supieran lo que llevan sobre sus hombros, que nuestros empresarios supieran que estamos escribiendo nuestra propia historia, y que el ciudadano común, cada uno de nosotros, supiera que hay un país que está esperando por nuestra actuación de todos los días.

Recordemos ahora algunas de las declaraciones de César Farías, el técnico de la selección venezolana durante las ruedas de prensa de la Copa América:
No somos grandes, somos un equipo de batalla, de lucha y de entrega como somos los venezolanos... con el debido respeto, exigimos que se nos valoren nuestras acciones.

Ahora, parémonos frente al espejo por la mañana y parafraseando las palabras de Farías, pero referidas a nosotros mismos, digámonos que, pese a lo malo, seguimos siendo un equipo de lucha y de entrega, y que eso es lo único que podemos ser si queremos conquistar grandes metas. Digámonos que tenemos que exigirnos - sí, a nosotros mismos - la valoración de nuestras propias acciones. Quizá así cambiemos la autodenigración por una apreciación adecuada de nuestra valía y nuestro papel, nos demos cuenta, entre otros, de que nuestros gobernantes, autoridades y funcionarios públicos están bajo nuestras órdenes y que sólo pueden actuar arbitraria o deficientemente si es que les permitimos hacerlo. Que el país es, y será, lo que estemos dispuestos a construir y efectivamente construyamos. 

En Venezuela, como en cualquier otro lugar, no se dan los milagros como algo contingente, que cae del cielo, que es externo a nosotros y a nuestro esfuerzo. En todo caso podemos producir de aquellos “milagros” en los que nos tardamos un poco más.