viernes, 17 de febrero de 2017

Emoción y decisión


Nuestras decisiones están poderosamente influenciadas por nuestras emociones. De acuerdo a los resultados de la investigación en ciencias cognitivas, somos bastante menos racionales de lo que estamos dispuestos a aceptar.

Nuestras emociones proveen a nuestro cerebro de datos tomados del entorno, dicho de otro modo, nuestras emociones están influenciadas por las condiciones del entorno, y cuando esas condiciones son extremas – desde el punto de vista negativo o positivo – la influencia que ejercen sobre nuestras emociones puede salirse de control.



Por ejemplo, cuando el entorno es hostil, con frecuencia nuestra atención se fija en lo negativo y las emociones negativas ganan terreno, el miedo, la frustración, la impotencia, la rabia, la desilusión, la desesperación y, la peor de todas, la desesperanza.

Los sentimientos negativos que experimentamos ante situaciones adversas o complicadas, cuando se prolongan, terminan por deteriorar nuestra salud. Por eso es muy importante enfrentar esa actitud negativa preguntándonos qué rescatamos de lo que sucede, qué cosas, personas o situaciones nos producen placer o alegría, qué hemos aprendido. Hacernos ese tipo de preguntas evita que nuestra atención se fije única y excesivamente en lo negativo, de forma que contribuyen a preservar nuestra salud emocional y física, y nos permiten estar atentos para des-cubrir nuevas posibilidades.

La atención es un recurso escaso, lo mismo que nuestra capacidad de procesar la información, de forma que, cuando fijamos nuestra atención en lo negativo, corremos el riesgo de dejar de ver otras cosas, como oportunidades, sentimientos positivos, cosas buenas que nos suceden en medio de esa hostilidad.

No se trata de negar la realidad, o pensar que debemos desterrar las emociones negativas, eso sería contraproducente, porque las emociones negativas tienen una función, nos advierten de peligro o nos impulsan a prepararnos para salir bien librados de una situación, se trata de comprender que las emociones influyen en nuestras decisiones y en nuestro bienestar físico, y, cuando permitimos que lo negativo se adueñe por completo de nuestra atención, es muy probable que eso afecte negativamente la calidad de las decisiones que tomamos.

Lo mismo sucede con el éxito y las emociones positivas que genera. Cuando los eventos y las emociones positivas derivadas del éxito copan nuestra atención, también dejamos de ver otras cosas, como cambios en el mercado, desmejoras en nuestros procesos o decisiones, aparición de nuevos competidores, dependencia extrema de algún suplidor, tendencias que llevan a nuestros usuarios o consumidores hacia nuevos productos o servicios.

Reconocer el papel de la emoción en nuestras decisiones, resguardar nuestra apertura mental frente a las cosas que nos suceden, cultivar el cuestionamiento permanente, comprender que las condiciones del entorno cambian a pesar de que, en ocasiones, preferiríamos que fueran inmutables son las únicas defensas que tenemos para poner las emociones a nuestro favor, como dijera Antoine de Saint-Exupéry, “somos los amos de las cosas cuando las emociones nos responden”.