"En tiempos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento"
Albert Einstein
La incertidumbre tiene consecuencias indeseadas para las organizaciones, tanto para la operación regular, como para la innovación. Lo incómodo de la incertidumbre es que nos impide “planificar el éxito”, porque ya no es posible establecer las características del entorno como para anticipar respuestas a nuestras decisiones y acciones.
En el caso de la planificación de la operación regular, la dificultad estriba en que nuestras viejas prácticas han dejado de tener los mismos efectos que antes tenían. En el caso de la innovación, la incertidumbre hace imposible anticipar lo que vendrá, de modo que tampoco es posible asegurar, de antemano, el éxito en lo que se emprende.
Cuando ya no es posible anticipar los resultados de nuestras acciones y nuestras viejas prácticas han perdido eficacia, la posibilidad de fracasar parece acrecentarse, lo que perturba la operación regular y frena la innovación. ¿Cómo lidiar con la incertidumbre?, ¿qué puede ayudar a las organizaciones a enfrentar la posibilidad de fracasar sin caer en una suerte de parálisis organizacional?
La alergia a la posibilidad de fracasar y la parálisis organizacional
A nadie le gusta fracasar. El fracaso no es placentero ni estimulante. Es frecuente escuchar que el fracaso es un gran maestro, sin embargo, esto es cierto siempre que estés listo para aprender de él, porque no venimos al mundo con la capacidad para tolerar y crecernos en el fracaso, sino que vamos desarrollando esa capacidad de manera gradual y progresiva.
Como el fracaso nada tiene de agradable, y además suele ser costoso, lo lógico es que lo evitemos a toda costa. ¿Qué se suele hacer para evitarlo? En el ámbito de las organizaciones y las iniciativas de negocio, se investiga el mercado, se trata de prever qué puede salir mal, se identifican las fuentes de riesgo y se trata de medir las consecuencias de la ocurrencia de esos riesgos, incluso, se descartan opciones cuando su riesgo, o posibilidad de fracasar, es muy alto.
Las previsiones, siempre recomendables, pueden salirse de control originando una suerte de “alergia” a la posibilidad de fracasar que conduce a la inacción porque “es mejor que no lo intentes sino vas a lograrlo”. Ante la posibilidad de fracasar, la protección contra el riesgo es la parálisis. Si no inicio nada, entonces no fracasaré. Sin embargo, al anular la acción también se anula cualquier posibilidad de éxito. ¿Qué sucede con una organización cuando la “alergia al fracaso” se impone? Pues una organización que se sume en la inacción está cavando su propia tumba, ¿cómo superar entonces la alergia al fracaso y la inacción que trae consigo?
La resiliencia como tolerancia a la posibilidad de fracasar
Para superar la alergia a la posibilidad de fracasar hay que estar preparado para enfrentarla, lo que conduce a una nueva pregunta, ¿qué quiere decir eso en términos prácticos?
En uno de los blogs del ABC de España, encontré una entrada, escrita por Marc Vidal, en la que describe la actitud que tiene un emprendedor en términos de su tolerancia a la posibilidad de fracasar, o lo que es lo mismo, a la incertidumbre:
En lugar de responder cómo se hace, revisaremos con qué se hace.
Aceptar la crisis como un estado de ánimo requiere sentirse preparado para lidiar con la incertidumbre – o lo que es lo mismo, sentirnos capaces de enfrentar lo que se presente – requiere estar dispuestos a ensayar, a equivocarnos, a insistir una y otra vez. Lidiar con la incertidumbre es como entrar a navegar en los raudales de un río, sin tener certeza de cuando se llegará a aguas tranquilas, o si las hay siquiera. Pero si no tenemos certeza ninguna, ¿cómo sabemos que aguantaremos lo necesario? La respuesta es que hay para quienes no hace falta SABER si aguantarán lo suficiente, sino que les basta con CONFIAR en que tendrán lo requerido (recursos, fortalezas, motivación) para sortear los raudales y alcanzar la meta. Para lidiar con la incertidumbre hace falta confianza en las capacidades propias y en las de nuestro equipo de trabajo. Esa confianza es la base de lo que se conoce como resiliencia o la presencia de ajustes positivos (adaptación) bajo condiciones desafiantes.
En su libro “The Drunkard’s Walk” (2008), Leonard Mlodinow sostiene que casi todo lo que sucede en la vida son contingencias que dependen de una serie de apuestas inconscientes que lejos de parecerse a una ruta planificada, lucen como la trayectoria seguida por un borracho mientras camina, puede ser reconstruida luego de descrita, pero no es sencillo preverla antes de que se recorra. Estas contingencias, señala Mlodinow, en ocasiones pueden hacer que la incertidumbre sea extrema, de forma que ni siquiera sea posible calcular las probabilidades de éxito de una iniciativa.
SABER y CONFIAR están en mayúsculas porque son la clave para comprender cómo es que la resiliencia nos hace tolerantes a la posibilidad de fracasar. Cuánto más se carezca de certezas tanto más valiosa será la resiliencia, porque lo que la convierte en una verdadera protección contra las fallas y las crisis no es que asegure el éxito, sino que provee la capacidad de adaptarse y recuperarse para lidiar con lo que venga, aunque no sepamos a priori de qué se trata.
En tiempos de incertidumbre una organización no planifica el éxito como si pudiera SABER de antemano lo que sucederá, como si pudiera determinarlo, sino que exhibe la adaptabilidad que le permite navegar en aguas turbulentas. Una organización que enfrenta tiempos de incertidumbre, al igual que un emprendedor, no SABE de antemano cuál será el resultado de sus acciones, sino que CONFÍA en que sus propias capacidades y habilidades le permitirán adaptarse y recuperarse para sortear obstáculos y alcanzar las metas trazadas, o para identificar nuevas oportunidades y aprovecharlas.
Esa confianza es una manifestación de resiliencia y viene de contar con capacidades y habilidades que son el resultado de las fortalezas y los recursos con que cuenta la organización, los equipos de trabajo y las personas que la integran.
Para cerrar señalamos que la resiliencia no es una cura que se adquiere cuando la adversidad se presenta, sino una serie de capacidades y fortalezas que tienen que ser desarrolladas si es que se quiere contar con ellas, por lo que le invitamos a preguntarse si las prácticas de su organización, ¿promueven la resiliencia o la alergia a la posibilidad de fracasar?
En el caso de la planificación de la operación regular, la dificultad estriba en que nuestras viejas prácticas han dejado de tener los mismos efectos que antes tenían. En el caso de la innovación, la incertidumbre hace imposible anticipar lo que vendrá, de modo que tampoco es posible asegurar, de antemano, el éxito en lo que se emprende.
Cuando ya no es posible anticipar los resultados de nuestras acciones y nuestras viejas prácticas han perdido eficacia, la posibilidad de fracasar parece acrecentarse, lo que perturba la operación regular y frena la innovación. ¿Cómo lidiar con la incertidumbre?, ¿qué puede ayudar a las organizaciones a enfrentar la posibilidad de fracasar sin caer en una suerte de parálisis organizacional?
La alergia a la posibilidad de fracasar y la parálisis organizacional
A nadie le gusta fracasar. El fracaso no es placentero ni estimulante. Es frecuente escuchar que el fracaso es un gran maestro, sin embargo, esto es cierto siempre que estés listo para aprender de él, porque no venimos al mundo con la capacidad para tolerar y crecernos en el fracaso, sino que vamos desarrollando esa capacidad de manera gradual y progresiva.
Como el fracaso nada tiene de agradable, y además suele ser costoso, lo lógico es que lo evitemos a toda costa. ¿Qué se suele hacer para evitarlo? En el ámbito de las organizaciones y las iniciativas de negocio, se investiga el mercado, se trata de prever qué puede salir mal, se identifican las fuentes de riesgo y se trata de medir las consecuencias de la ocurrencia de esos riesgos, incluso, se descartan opciones cuando su riesgo, o posibilidad de fracasar, es muy alto.
Las previsiones, siempre recomendables, pueden salirse de control originando una suerte de “alergia” a la posibilidad de fracasar que conduce a la inacción porque “es mejor que no lo intentes sino vas a lograrlo”. Ante la posibilidad de fracasar, la protección contra el riesgo es la parálisis. Si no inicio nada, entonces no fracasaré. Sin embargo, al anular la acción también se anula cualquier posibilidad de éxito. ¿Qué sucede con una organización cuando la “alergia al fracaso” se impone? Pues una organización que se sume en la inacción está cavando su propia tumba, ¿cómo superar entonces la alergia al fracaso y la inacción que trae consigo?
La resiliencia como tolerancia a la posibilidad de fracasar
Para superar la alergia a la posibilidad de fracasar hay que estar preparado para enfrentarla, lo que conduce a una nueva pregunta, ¿qué quiere decir eso en términos prácticos?
En uno de los blogs del ABC de España, encontré una entrada, escrita por Marc Vidal, en la que describe la actitud que tiene un emprendedor en términos de su tolerancia a la posibilidad de fracasar, o lo que es lo mismo, a la incertidumbre:
…es interesante aceptar que los emprendedores siempre están en crisis. Aceptan esa condición como un elemento básico. Un tipo que se pone en marcha con un proyecto que aun no está consolidado, que se enfrenta a mil obstáculos y que además está obligado a superar sus miedos y los estereotipos… es alguien que acepta la crisis como su estado de ánimo y su ecosistema natural.Eso es precisamente lo que necesitan las organizaciones en tiempos turbulentos, particularmente en la Venezuela de hoy, aceptar la crisis como su estado de ánimo y su ecosistema natural; el seguramente se preguntará ¿cómo se hace eso?
En lugar de responder cómo se hace, revisaremos con qué se hace.
Aceptar la crisis como un estado de ánimo requiere sentirse preparado para lidiar con la incertidumbre – o lo que es lo mismo, sentirnos capaces de enfrentar lo que se presente – requiere estar dispuestos a ensayar, a equivocarnos, a insistir una y otra vez. Lidiar con la incertidumbre es como entrar a navegar en los raudales de un río, sin tener certeza de cuando se llegará a aguas tranquilas, o si las hay siquiera. Pero si no tenemos certeza ninguna, ¿cómo sabemos que aguantaremos lo necesario? La respuesta es que hay para quienes no hace falta SABER si aguantarán lo suficiente, sino que les basta con CONFIAR en que tendrán lo requerido (recursos, fortalezas, motivación) para sortear los raudales y alcanzar la meta. Para lidiar con la incertidumbre hace falta confianza en las capacidades propias y en las de nuestro equipo de trabajo. Esa confianza es la base de lo que se conoce como resiliencia o la presencia de ajustes positivos (adaptación) bajo condiciones desafiantes.
En su libro “The Drunkard’s Walk” (2008), Leonard Mlodinow sostiene que casi todo lo que sucede en la vida son contingencias que dependen de una serie de apuestas inconscientes que lejos de parecerse a una ruta planificada, lucen como la trayectoria seguida por un borracho mientras camina, puede ser reconstruida luego de descrita, pero no es sencillo preverla antes de que se recorra. Estas contingencias, señala Mlodinow, en ocasiones pueden hacer que la incertidumbre sea extrema, de forma que ni siquiera sea posible calcular las probabilidades de éxito de una iniciativa.
SABER y CONFIAR están en mayúsculas porque son la clave para comprender cómo es que la resiliencia nos hace tolerantes a la posibilidad de fracasar. Cuánto más se carezca de certezas tanto más valiosa será la resiliencia, porque lo que la convierte en una verdadera protección contra las fallas y las crisis no es que asegure el éxito, sino que provee la capacidad de adaptarse y recuperarse para lidiar con lo que venga, aunque no sepamos a priori de qué se trata.
En tiempos de incertidumbre una organización no planifica el éxito como si pudiera SABER de antemano lo que sucederá, como si pudiera determinarlo, sino que exhibe la adaptabilidad que le permite navegar en aguas turbulentas. Una organización que enfrenta tiempos de incertidumbre, al igual que un emprendedor, no SABE de antemano cuál será el resultado de sus acciones, sino que CONFÍA en que sus propias capacidades y habilidades le permitirán adaptarse y recuperarse para sortear obstáculos y alcanzar las metas trazadas, o para identificar nuevas oportunidades y aprovecharlas.
Esa confianza es una manifestación de resiliencia y viene de contar con capacidades y habilidades que son el resultado de las fortalezas y los recursos con que cuenta la organización, los equipos de trabajo y las personas que la integran.
Para cerrar señalamos que la resiliencia no es una cura que se adquiere cuando la adversidad se presenta, sino una serie de capacidades y fortalezas que tienen que ser desarrolladas si es que se quiere contar con ellas, por lo que le invitamos a preguntarse si las prácticas de su organización, ¿promueven la resiliencia o la alergia a la posibilidad de fracasar?
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