Conectarse con el trabajo, en lugar de ir hasta él, se ha vuelto cada vez más popular en Estados Unidos y la Unión Europea. En América Latina, el teletrabajo ha comenzado a extenderse, particularmente en las empresas de tecnología. En Costa Rica, por ejemplo, algunas oficinas gubernamentales han comenzado a practicarlo regularmente. En Argentina, el Ministerio del Trabajo inició en 2009 el desarrollo de un «Programa Piloto de Seguimiento y Promoción del Teletrabajo». Colombia ha legislado sobre la materia y ha dispuesto que se definan políticas públicas tendentes a la promoción del teletrabajo, especialmente en poblaciones vulnerables. La Ley 1.221 de 2008 define como población vulnerable a personas en situación de discapacidad, desplazados, personas que viven en lugares de difícil acceso, mujeres cabeza de hogar, población en reclusión, entre otras.
En Venezuela, el uso de Internet como medio de mercadeo y comunicación entre empresas y clientes es cada vez más frecuente, sin embargo, otros usos de esta tecnología, concretamente para implementar teletrabajo, no ha terminado de calar como práctica habitual en el país.
Un estudio reciente de la empresa Tendencias Digitales (2010) revela que el número de personas que se conectan a Internet en Venezuela ha crecido más de diez veces en los últimos diez años: de 850.000 en el año 2000 a 8.714.000 en junio de 2010. El 68 por ciento de estos usuarios pertenece a los estratos D y E. Para 2012 se espera que más de la mitad de la población venezolana esté conectada a Internet. Según el mismo estudio, las empresas utilizan cada vez más la red como medio de comunicación y mercadeo.
En este estudio de Tendencias Digitales nada se dice sobre lo que sucede con el trabajo remoto. Sin embargo, una encuesta realizada en una pequeña muestra de empresas de diversos tamaños y sectores indica que en Venezuela el teletrabajo o trabajo remoto se encuentra en un estado incipiente y que las empresas se muestran recelosas ante la posibilidad de que sus empleados realicen parte de su jornada fuera de la oficina. Contadas empresas lo han implementado formal y sistemáticamente, mientras que algunas otras lo practican con gran informalidad. El desconocimiento es tal que cuando se menciona el término teletrabajo, muchas personas lo relacionan con telemercadeo o call centers.
Aunque es difícil conseguir estadísticas de teletrabajo o trabajo remoto en Venezuela, las cifras de otros países muestran que es una tendencia en ascenso. Se calcula que el 25 por ciento de los estadounidenses teletrabaja o ha teletrabajado alguna vez, en cualquier modalidad. La Unión Europea se muestra preocupada, porque esa estadística sólo incluye al trece por ciento de sus ciudadanos. En Argentina, las estadísticas del Ministerio del Trabajo señalan que el número de teletrabajadores se incrementó de 300.000 en 2004 a 1.300.000 en 2008. Gartner encontró que parte de la fuerza de trabajo del 84% de las organizaciones trabaja remotamente y Forrester indica que para 2016, 63 millones de personas teletrabajarán nada más en los Estados Unidos.
Beneficios del teletrabajo
Las experiencias muestran que esta forma de trabajar reporta beneficios para organizaciones, empleados y sociedades: incremento de productividad, reducción de gastos operativos, protección de la continuidad de las operaciones, mejora del balance entre trabajo y vida personal de los empleados, disminución de índices de ausentismo y rotación de personal, oportunidades de inclusión de discapacitados y mitigación de los impactos negativos de las operaciones sobre el ambiente, entre muchos otros. Estos beneficios suelen agruparse en tres categorías: económicos, ambientales y sociales (ver figura).
En Venezuela las barreras siguen altas
Con frecuencia, el mayor obstáculo al teletrabajo es el temor de los supervisores a perder autoridad, influencia y control sobre el desempeño de sus subordinados. El teletrabajo presenta, además, otras desventajas: sólo es viable para ciertas tareas y personas, y eso puede generar resentimientos; se presta para abusos por parte de los empleados; conduce al aislamiento y la disminución del sentido de pertenencia; o crea conflictos entre tareas domésticas y laborales. Todas estas desventajas señalan peligros reales para las compañías que deciden instituir el teletrabajo entre sus prácticas.
La mejor manera de paliar estos riesgos consiste en implantar el teletrabajo como una iniciativa formal en la organización. Esto requiere, entre otros esfuerzos, definir políticas y acuerdos de teletrabajo, entrenar a las personas que teletrabajarán y a sus supervisores, y sensibilizar a quienes, por su perfil o la actividad que desempeñan, no puedan acceder a esta modalidad de trabajo.
El teletrabajo no es un derecho del trabajador, sino un arreglo de trabajo sujeto a las necesidades de la empresa. Las organizaciones tienen que establecer las tareas que pueden ser ejecutadas a distancia, los criterios de elegibilidad de los teletrabajadores, las circunstancias en las cuales se pedirá a alguien que regrese a la oficina y las formas de evaluar el desempeño. El arreglo se diseñará en atención a estos elementos, según las características de cada organización. Por ello, no existe un único arreglo.
Tampoco existe un único patrón en cuanto al tiempo que se pasa en la casa y el que transcurre en la oficina. Hay compañías que piden a sus empleados asistir a la oficina dos o tres días de la semana y otras lo hacen por franjas horarias. De ese modo se rompe el aislamiento y no se descuida el sentido de pertenencia. Incluso hay quienes se trasladan a las oficinas una vez al mes, o cuando deben reunirse con otras personas, como es el caso de una trabajadora de IBM de Venezuela.
Las implicaciones legales del teletrabajo dependen de las leyes laborales de los diversos países. En el caso de Venezuela, el jurista César Augusto Carballo Mena señala que la legislación actual da cuenta del teletrabajo en la definición de trabajo que adopta en su artículo 15 y en los artículos referidos al trabajo a domicilio, por lo que no considera necesario legislar específicamente en esta área. Sin embargo, como todo acuerdo laboral, el teletrabajo requiere la participación de especialistas que aseguren el respeto al marco laboral vigente.
A pesar de que los beneficios son tan diversos, y los casos de éxito tan numerosos, continúan siendo pocas las organizaciones venezolanas que han adoptado el teletrabajo (la mayoría de ellas son empresas de tecnología o grandes transnacionales).Mientras que el número de empresas que hace uso de Internet para relacionarse con sus proveedores y clientes crece significativamente cada año, independientemente de su tamaño o el origen de su capital.
Una buena implantación del trabajo a distancia brinda la oportunidad de atender, al mismo tiempo, las necesidades de la empresa y las necesidades particulares de sus integrantes, crecer a menor costo y establecer una cultura que privilegie la productividad y el cumplimiento de las metas más que la mera presencia en un puesto de trabajo. Ignorar esta tendencia representa un peligro, pues la falta de comprensión y adaptación a las reglas de la nueva economía seguramente acabará por socavar la competitividad de quienes no sean capaces de asumir y administrar el cambio.
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