miércoles, 9 de julio de 2025

El precio de rodearse de personas que no te dicen lo que piensan

Tenemos una tendencia natural a buscar información que confirme lo que ya creemos (sesgo de confirmación). Cuando alguien está de acuerdo con nosotros, activa este sesgo y nos hace sentir que estamos en el camino correcto, reforzando nuestras creencias existentes. 

Son muchas las razones que explican y alimentan el sesgo de confirmación. Cuando alguien está de acuerdo con nosotros, confirma que nuestras ideas, valores y percepciones son válidas. Reafirma que somos inteligentes, que nuestros juicios son correctos y que nuestra forma de ver el mundo tiene sentido, lo que refuerza nuestra autoestima y confianza. 

Nuestro cerebro odia las contradicciones. Cuando alguien piensa diferente, crea una tensión mental incómoda llamada disonancia cognitiva. El acuerdo elimina esta tensión y nos permite mantener una visión coherente del mundo sin tener que cuestionar nuestras creencias. Pensar diferente requiere energía. Cuando hay consenso, nuestro cerebro puede "distenderse" y no tiene que procesar perspectivas conflictivas o reconsiderar posiciones. Pareciera que es más eficiente cognitivamente mantenerse en la zona de comodidad del acuerdo.

Además, el acuerdo crea vínculos sociales. Cuando alguien piensa como nosotros, tendemos a percibirlo como un aliado potencial, lo que puede ser útil para futuros proyectos, colaboraciones o simplemente para el apoyo emocional.

El problema surge cuando esta necesidad natural se vuelve excesiva. Ahí es donde el deseo de acuerdo se convierte en una trampa que nos impide crecer, aprender y adaptarnos a la realidad.

Esta deseo de acuerdo llevado al límite se ha expresado de formas diversas a lo largo de la historia. Por ejemplo, como en el caso del "diario de Yrigoyen", una historia según la cual, al presidente argentino Hipólito Yrigoyen, le adulteraban el periódico todos los días, para mostrar solo las buenas noticias, aislándolo de lo que realmente sucedía en su país.

Existen dudas sobre la veracidad de esta historia. Se dice que el mencionado diario de Yrigoyen nunca existió. Sin embargo, esta historia muestra el aislamiento al que podemos someternos las personas, en nuestro afán de evitar enfrentar el disenso o cierta información que nos resulta incómoda.

No solo las personas enfrentamos el reto de permanecer ciegos y sordos frente a lo que sucede a nuestro alrededor, las organizaciones que lideramos corren el riesgo de aislarse al punto de poner en peligro su relevancia en el mercado y, con ello, su sostenibilidad.

Lo cierto es que esta suerte de pesadilla distópica sucede hoy en las salas de juntas de empresas alrededor del mundo. Los líderes empresariales, a menudo se convierten en prisioneros voluntarios o involuntarios de sus propias estructuras de poder. Los empleados aprenden rápidamente qué tipo de información o actitud es "bienvenida" y cuál no, filtran las malas noticias o callan su disenso. El resultado es el mismo: un líder cada vez más desconectado del entorno y de la realidad de su organización.

La historia de Yrigoyen tiene un final devastador: el golpe de estado el 6 de septiembre de 1930. 

Esta tragedia histórica contiene una lección brutal para el liderazgo empresarial: la información filtrada, la evasión del conflicto y la represión del disenso pueden estar ocasionando la pérdida de participación de mercado, talento clave o relevancia competitiva.

La importancia de la transparencia

La diferencia entre los líderes que sobreviven y los que terminan siendo víctimas de su propio aislamiento radica en su capacidad de crear sistemas que les digan la verdad, incluso cuando duele. A diferencia de Yrigoyen, que se volvió prisionero de la información filtrada, los líderes efectivos construyen mecanismos deliberados para acceder a la realidad sin editar.

Esto significa crear canales de comunicación directa con empleados de diferentes niveles, establecer métricas que no puedan ser fácilmente manipuladas, buscar activamente feedback de clientes insatisfechos, y rodearse de colaboradores que, incluso, sean invitados de forma explícita para contradecir sus ideas.

La lección final

Con mayor frecuencia que la que estamos dispuestos a aceptar, no toleramos lo que el otro tiene para decirnos. Nuestra rigidez, nuestros prejuicios, nuestra arrogancia, hacen imposible incorporar algo distinto de lo que pensamos o creemos.

El "Diario de Yrigoyen" no es solo una leyenda urbana: es una advertencia sobre los peligros de liderar desde una burbuja. En un mundo empresarial donde la velocidad del cambio se acelera exponencialmente, los líderes que se conforman con versiones editadas de la realidad o se rodean de personas que asienten permanentemente, no solo arriesgan su posición, arriesgan la supervivencia de sus organizaciones.

La pregunta que cada líder debe hacerse no es si está recibiendo buenas noticias o reafirmaciones sino si está recibiendo noticias y opiniones sinceras. Porque al final del día, el mercado no lee nuestros diarios fabricados, y la realidad siempre cobra su precio.