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¿Qué sucede cuando buscamos, en la filosofía, inspiración
para dar respuesta a los problemas y retos que enfrentan las organizaciones
actualmente? Esta aproximación es menos novedosa de lo que parece, sin embargo,
puede ser muy reveladora
“Yo soy yo y mi circunstancia” enunció
Ortega y Gasset en su obra Meditaciones del Quijote. Bien podemos asimilar
tanto esta frase como otras dedicadas al desarrollo de su tesis a las
organizaciones.
No es broma. La analogía puede ser muy útil
para comprender cómo pueden las organizaciones salir airosas de los retos que
el entorno les presenta, particularmente en estos años recientes y los que se
aproximan.
Para Ortega la vida del hombre es “aceptación
de la circunstancia”, vivir en el mundo, lidiar con el mundo. La circunstancia del
hombre es su entorno, aquello que lo rodea, el escenario en que se encuentra inmerso,
“Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Reconocer y aceptar la circunstancia es
precondición para alcanzar el máximo del potencial humano, “el hombre rinde al
maximum de su capacidad cuando adquiere plena conciencia de sus circunstancias”,
esto es, cuando es capaz de reconocer que sus circunstancias no determinan lo
que puede lograr, pero sí lo influyen decididamente. La circunstancia es “la
otra mitad de nuestro ser”, pero no es en modo alguno una condena porque “el
proceso vital no consiste solo en una adaptación del cuerpo a su medio, sino
también en la adaptación del medio a su cuerpo”. Es decir que, si bien la
circunstancia constriñe al hombre, éste tiene, en potencia, la capacidad de
modificarla.
La organización es ella y su
circunstancia
Mutatis mutandis, apliquemos esta
concepción orteguiana a las organizaciones. De manera similar a las personas,
las organizaciones se encuentran inmersas en su circunstancia, en un entorno particular
que lo constriñe y parece obligarlo a adaptarse a él, pero esa adaptación
también puede darse a la inversa, es decir, que las organizaciones influyen en
su entorno e, incluso, lo modifican.
“Hemos de buscar para nuestra circunstancia,
tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de
peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo”. La
comprensión de esa circunstancia, de ese entorno, es el primer y más importante
obstáculo que se interpone en el camino de la organización hacia el destino
estratégico que se ha fijado, porque la técnica, o “reforma que el hombre impone
a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades”, será eficaz,
en la medida en que su diseño se adecue a las condiciones de la circunstancia
en que se halla inmersa.
A esa adecuación de la técnica con un
entorno específico apunta Ortega cuando habla de la “reabsorción de la circunstancia”
o el acomodo que se da entre el hombre y su circunstancia o, en nuestro caso,
entre la organización y su entorno.
El primer
paso es conocer
Cuando una organización establece los
objetivos que quiere lograr, tiene que conocer cuál es el entorno en que se
encuentra y cuáles son las limitaciones que le impone (entendiendo limitaciones
como el conjunto de restricciones que evitan que alcance sus objetivos), solo
así podrá diseñar o identificar la técnica que le permita “romper” esas
restricciones o redefinir sus objetivos para hacerlos viables.
Sin embargo, las organizaciones, en su
mayoría, están más dispuestas a emplear el tiempo rehaciendo el trabajo una y
otra vez, a ciegas, que a conocer sus circunstancias y como pueden influir en
la consecución de sus objetivos. Cuando las organizaciones dedican el tiempo necesario
al conocimiento de su circunstancia, serán mucho más efectivas al momento de seleccionar
la técnica o «reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la
satisfacción de sus necesidades» que le permita salvar sus circunstancias y
salvarse a sí misma.
P.D.: aquello de salvar sus circunstancias
para salvarse a sí mismo me recordó la
teoría de las restricciones.
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