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Escasea la gasolina en
el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo. Nos vemos
obligados a esperar en larguísimas colas sin garantía alguna de éxito. Lo que
en otro país es un acto intrascendente, aquí se ha vuelto una película de suspenso,
porque nunca sabes si llegará la gasolina o si alcanzará para ti. Ni siquiera tenemos
el aliciente de convertir la vivencia en una narrativa de realismo mágico.
En "La autopista del sur", Alejo
Carpentier relata la historia de un trancón en el tráfico vehicular que se
prolonga durante mucho tiempo, tanto, que la gente comienza a conocerse,
conversar y establecer relaciones entre ellos.
Cuando la razón del trancón desaparece, todos
corren a sus vehículos y siguen su camino, como si nada hubiera sucedido.
Crónica de la cola para surtir gasolina
Son las 12:49 p.m. del 10 de agosto de
2020. Desde las 7:45 a.m. estoy haciendo la cola para surtir de gasolina a mi
vehículo, en la ciudad de Caracas.
He avanzado aproximadamente 500 mts desde
el lugar de inicio, a pesar de que todavía la estación de servicio no ha
comenzado a dispensar combustible. El avance se debe a las personas que desisten
de permanecer en la cola y se van.
Los que suben dicen que hay movimiento en
la estación de servicio. Todos los bomberos están allí, esperando a que llegue
el transporte con la gasolina, lo que podría o no suceder, tal es la
incertidumbre. PDVSA, el organismo encargado de proveer la gasolina en el país,
les promete que enviarán la gasolina, sin embargo, con frecuencia, esas
promesas no se cumplen.
Cuando llegué a la cola, mucha gente
caminaba, trotaba, montaba bicicleta.
Escuchas a la gente que dice “esta es la cola de la bomba de allá abajo,
¿no puede ser?” Son más de 2 kilómetros de cola, de forma que el asombro que
manifiestan está plenamente justificado.
Quien hubiera asomado, hace veinte años, que
Venezuela pasaría por una situación así habría sido tildado de orate, porque
nadie, en su sano juicio, podía prever algo así. El complejo de refinería más
grande del mundo, colapsado. El país con las mayores reservas probadas de
petróleo, sin gasolina.
West with the night
Me vine preparada, o al menos eso pensé,
agua suficiente y un buen libro para leer: West with the Night, de Beryl
Markham.
Beryl Markham fue entrenadora de caballos –
la primera entrenadora de caballos de carrera certificada de Kenia – además de
aviadora – la primera mujer en cruzar sola el Atlántico (de Inglaterra a Estados
Unidos) – y una aventurera empedernida. West with the Night es un libro
autobiográfico en el que narra episodios de su vida, la mayor parte de ella
vivida en África.
Me instalo en mi cola y comienzo a leer, ¡vaya
elocuencia! Quien me regaló el libro, hace ya varios años, me había hablado muy
bien de él. Realmente sorprendente, hermosamente escrito. Confieso que me ha
tocado buscar el significado de no menos de quince palabras en los primeros
tres capítulos: “haughty”, “callow”, “lorry”.
Ernest Hemingway, en una carta dirigida a
su editor, comenta sobre el libro:
¿Leíste el libro de Beryl Markham, "West with the
Night"? La
conocí bastante bien en África y nunca hubiera sospechado que podría poner la
pluma sobre el papel si no fuera para escribir en su bitácora. Tal como están
las cosas, ha escrito tan bien, tan maravillosamente bien, que me avergoncé
completamente de mí mismo como escritor. Sentí que era simplemente un
carpintero con palabras, que recogía todo lo que se proporcionaba en el trabajo
y, a veces, hacía un buen corral de cerdos. Pero [ella] puede escribir anillos
alrededor de todos los que nos consideramos escritores.
Por las dudas, el subrayado es mío. Vaya elogio
que alguien como Hemingway te diga que les has hecho sentir vergüenza de sus
dotes como escritor.
Regresemos a la cola
El calor aprieta. En ciertos trechos quedo
bajo la sombra de los árboles, ¡qué dicha!, la vía serpentea bordeando una montaña
en donde no cabe más verde. Musgo, plantas de todo tipo, árboles y más plantas
que cuelgan de los árboles. Caracas es indómitamente verde.
Cada cierto tiempo adelanto, porque los
vehículos siguen abandonando la cola. Las noticias no son buenas, la estación de
servicio sigue cerrada. Me bajo, camino, me siento a un lado de la calle para
seguir leyendo. Luego de cuatro horas en la cola, muy pocos salen de sus
carros, por eso afirmo que la autopista del sur es una ficción, nadie cuenta a
dónde va, salvo un joven que comenta que este es su tercer día de cola tratando
de surtir combustible, nada como un comentario así para hacerte sentir que
estar perdiendo tu tiempo.
Alcanzo a llegar a un parque en el que un
par de personas se ejercitan. Una de ellas se acerca para preguntarme desde qué
hora estoy en la cola y dónde estaba cuando comencé, creo que calibra cuándo
será el momento en que le toque hacer la suya. Pienso en que me queda medio
tanque y pienso si vale la pena seguir allí. Se me acaba el agua, no así el
libro, apenas si alcanzo el cuarto capítulo, y comienzo a sentir deseos de
aliviar mi vejiga. Son las 2:20 p.m. y las noticias de quien sube siguen siendo
las mismas, sigue sin llegar la gasolina.
Llegan refuerzos, me traen agua y yogurt,
además de noticias que no quiero recibir: los empleados de la estación de
servicio no creen que llegue la gasolina, aunque no se atreven a asegurarlo.
Continúo contemplando el verde, pero nadie sale de su carro a contar de su vida
a los demás. Pienso que podría jugar a inventar historias sobre las personas
que están en la cola sobre la base del vehículo que utilizan. ¿Podría adivinar a
qué se dedica cada uno por el modelo o el color de su carro?
Son las 3:15 p.m., confieso que mi
resistencia se extingue al ritmo en que aumentan mis ganas de ir al baño. Tanta
agua tendría ese efecto más temprano que tarde, y la verdad es que ya son siete
horas y media las que han transcurrido. Decido dejar la cola, sin conocer las
intimidades de ninguno de quienes han estado allí durante todo ese tiempo. La
autopista del sur es una ficción.
Epílogo
Me voy a mi tienda, reviso algunas cosas,
respondo un par de correos, atiendo a un par de cliente – me gusta mucho
atender a los clientes – y llega la hora de cerrar. Son poco más de las 5 p.m.
De camino a mi casa paso frente a la estación de servicio, ¡continúa cerrada! La
gasolina todavía no llega.
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