"La gratitud no sólo es la más grande de las
virtudes, sino que engendra todas las demás."
Cicerón
En una entrega pasada, el artículo titulado
Organizaciones
Virtuosas, se hizo mención al resultado de un estudio publicado por la Sociedad Venezolana de
Psicología Positiva, según el cual la
gratitud es la principal
virtud-fortaleza del venezolano. Pero, ¿qué es la gratitud?, ¿cómo opera?,
¿tiene la gratitud alguna repercusión de importancia para las organizaciones?
En psicología, la gratitud es el
reconocimiento positivo de los beneficios recibidos. Emmons (2003) distingue en
ella tres componentes: un benefactor, un don o beneficio y un beneficiario. El
beneficiario se percata del valor del
don recibido y de la intención
del benefactor y entonces experimenta el estado emocional de la gratitud.
Según este enfoque, la gratitud posee
además dos características básicas. En primer lugar, en la base de la misma
está la noción del mérito no merecido (undeserved
merit). La persona agradecida reconoce que no hizo nada para merecer el don
recibido, sino que le fue dado gratuitamente. En segundo lugar, la gratitud siempre involucra una
elección, por eso se puede elegir ser agradecido ante una crítica o una medida
disciplinaria, a pesar del malestar que pudo haber generado, como cuando se
reconoce “la corrección hecha por un maestro” (ibíd., p. 82).
Probablemente
en el primero de estos
dos rasgos radica el poder transformador de la acción que motiva el
agradecimiento. Esa acción no se hace para obtener algo, se hace por la acción
misma, sin otro propósito, independientemente de si el otro lo merece o se lo
ha ganado. Esta es la marca de la virtud, y es lo que hace que el beneficiario
establezca una conexión con el benefactor. Quizá porque se siente en deuda, al
recibir algo que no se ganó, sino que le fue dado; quizá porque le hizo
sentirse importante para alguien más.
El segundo
de los rasgos explica por qué la gratitud no es una respuesta necesaria; puedo
portarme bien con una persona y puede que esa persona no lo agradezca, puedo
darle una segunda oportunidad a alguien, pero puede que ese alguien no la
aproveche. Por el contrario, puedo sentirme agradecido ante un reclamo o un
llamado de atención; una voluntaria de Fe y Alegría que daba clases de
recuperación junto con un amigo a un grupo de estudiantes de bachillerato,
relata lo sorprendente que fue para ella constatar que sus estudiantes la
preferían a su compañero, a pesar de que ella era estricta y a menudo los
corregía, mientras que su compañero tenía una actitud de bromas y risas
permanente.
De este
enfoque se deduce, entre otras cosas, que las personas no están obligadas a
experimentar gratitud cada vez que reciben algo de alguien más. Ese “algo”, el
don, tiene que ser percibido por el beneficiario como algo que no se ganó; así,
no se experimentará gratitud al recibir el pago del salario pues a cambio se realizó el
trabajo, sin embargo las personas agradecen que sus ideas y opiniones sean tomadas en cuenta porque al jefe o dueño se le reconoce autonomía para decidir. Además, el don ha
de ser valorado por el beneficiario, no por el benefactor, de forma que, no producirá gratitud aquello
que el benefactor ha dado sin tomar en cuenta las necesidades o deseos del
beneficiario. Tampoco se producirá gratitud si el beneficiario percibe una segunda
intención, de manipulación, por ejemplo, de parte del benefactor, porque no
habría gratuidad en su acción. Y las personas suelen tener la capacidad para
detectar las intenciones sinceras, así como la manipulación en los demás.
Alguno beneficios de la gratitud
Los
beneficios de la gratitud se expresan en lo social, personal, grupal y organizacional;
y en distintas áreas, moral, económica y laboral. En lo social, se vincula la
gratitud con la reciprocidad, que Emmons (2003) considera primordial para la
vida en sociedad. Dado que las estructuras sociales como la ley y los contratos
sociales son insuficientes para regular y asegurar la reciprocidad en la
interacción humana, a la gente se la enseña a ser agradecida, lo cual sirve
para recordarles la importancia de la reciprocidad. “La gratitud es la memoria
social de la humanidad, si las acciones dejaran de ser agradecidas, la sociedad
se disolvería” (ibíd., p. 84). En lo personal, experimentar la gratitud puede
hacer que las personas se motiven a mantener un comportamiento moral y se
inhiban de cometer actos destructivos.
Para los
grupos, la gratitud fomenta la reciprocidad y así lo mantiene, lo fortalece y
lo preserva. Para las organizaciones,
la gratitud puede ser importante por su efecto positivo directo en el clima
organizacional, porque ayuda a construir
recursos interpersonales y personales (cognitivos, emocionales, espirituales),
entre ellos la capacidad de respuesta y adaptabilidad. La gratitud también promueve
la sensación de bienestar en los empleados, que correlaciona positivamente con
compromiso, lealtad de los empleados, desempeño y productividad, y correlaciona negativamente
con ausentismo, rotación y “burnout” (Wright & Staw, 1999). Estos efectos
de la gratitud apoyan la construcción de resiliencia y la obtención de desempeños
extraordinarios.
Los
experimentos de campo realizados por McCullough, et al. (2001), muestran que
los beneficios de la gratitud se extienden al campo de lo económico. En uno de
ellos, las cuentas de restaurant que dicen “gracias” consiguieron propinas
mayores en un 11% a las que no expresaban agradecimiento. De forma similar, los
clientes de una joyería que recibieron llamadas de agradecimiento luego de su
compra, gastaron más que los clientes que recibieron llamadas en las que se les
agradecía su compra y, al mismo tiempo, les anunciaban que la tienda tendría descuentos
(del 20%) en las próximas dos semanas.
La
gratitud hace que nos sintamos bien, y nos lleva a hacer el bien (Emmons, 2003),
por lo que produce una cascada de resultados sociales beneficiosos que motiva y
refuerza las acciones morales tanto en el benefactor como en el beneficiario,
porque la gente agradecida siente la necesidad de reintegrar, de alguna manera,
aquello que ha recibido; y porque suele tratar a los demás, de forma similar a
como ha sido tratada. La experiencia de la gratitud puede transformar a las
personas, y, por extensión, las unidades a las que pertenecen, se vuelven más
creativas, informadas, resilientes, socialmente integradas y saludables.
Todavía no
se conoce cuál es la mejor manera de medir el grado de gratitud dentro de una
organización, o si la gratitud en los supervisores promueve la gratitud en los
empleados, sin embargo es posible hacer algunas conjeturas. Por ejemplo, si aceptamos
el resultado del estudio de la Sociedad Venezolana de
Psicología Positiva y los venezolanos tenemos la gratitud como nuestra
mayor virtud/fortaleza, entonces la gerencia en Venezuela pudiera apoyarse en ese
rasgo (y en los que le siguen, a saber: generosidad, equidad, reciprocidad y
creatividad) para generar resiliencia y desempeños extraordinarios… Continúe
pensando en resiliencia y en desempeños extraordinarios, agregue que una de las
virtudes/fortalezas menos desarrolladas en los venezolanos es el perdón y dé un
vistazo al pasado reciente del país. Saque sus propias conclusiones.
Referencias
Emmons,
R.A. (2003). “Acts of Gratitude in Organizations”. En, Cameron, Dutton y Quinn,
eds. Positive Organizational Scholarship: Foundations of a New Discipline.
Berrett-Koehler Publishers Inc., San Francisco, CA.
McCullough, M. E., Kirkpatrick, S., Emmons, R. A.,
& Larson, D. (2001). “Is gratitude a moral affect?” En Psychological
Bulletin, 127:249–266.
Bravo, O.
(2012). “Organizaciones Virtuosas”. En
Organizaciones Extraordinarias
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