Foto: Bruno Figueiredo en Unsplash
Llamamos
problema a una situación que difiere de lo que deseamos o tenemos previsto.
Visto de ese modo, el azar, que ocupa buena parte de nuestras vidas, puede
considerarse como la fuente de muchos de los problemas que se nos presentan
La caída de las
ventas, o su incremento repentino, pueden resultar problemáticas, porque
producen situaciones diferentes a las deseadas o esperadas. La primera porque
disminuye el flujo de caja – que ya habíamos planeado como gastar o que tenemos
comprometido – la segunda porque demanda más recursos de los que probablemente
disponemos – lo que supone que debemos salir a buscarlos cuando no lo teníamos
planeado.
Causas y
síntomas
Quien quiere
resolver un problema comenzará por tratar de identificarlo. La gran dificultad
que surge en este momento, es la confusión entre causas y síntomas, que amenaza
la eficacia de cualquier medida que se tome a fin de corregir la situación
identificada como problemática.
Los gerentes
suelen iniciar el proceso para solucionar un problema cuando alguien les hace
ver una dificultad, o descubre que algo no marcha como debería, por ejemplo,
cuando la rotación del personal aumenta, cuando las ventas descienden, cuando
recibe la llamada de un cliente molesto, etc. Pero estas situaciones no son el
problema sobre el que habrá de trabajar, sino síntomas de la verdadera
situación problemática (Schein, 1988).
Los síntomas
desvían la atención, porque suelen ser los efectos percibidos de las causas del
problema, son los que generan la insatisfacción, es decir, son lo más evidente
a la percepción. Dado que resulta imposible asimilar todo lo que es percibido,
se opta entonces por una percepción selectiva (Robbins, 1993). Y los síntomas
de un problema son aquellas características que hacen que una circunstancia
destaque, aumentando la probabilidad de que sean percibidas.
No es la
percepción selectiva el único mecanismo que influye en la identificación de un
problema y sus causas, las experiencias previas, pueden configurar las
respuestas de un individuo ante nuevas situaciones, tanto para facilitarlo
(transferencia positiva), como para inhibirlo (transferencia negativa) (Taylor,
1975).
Formular un
problema se trata sobre todo de delimitarlo, esto es, establecer una serie de
restricciones que definan o especifiquen su alcance, sus causas y
consecuencias, y la forma en que estas causas y consecuencias se relacionan.
Sobre la base de
experiencias pasadas y otros mecanismos psicológicos, estas restricciones se ajustan a medida que
se analiza la información con que se cuenta. La forma en que estos ajustes se
verifican será decisivo para la manera en que resulte el proceso. Y la forma en
que quien decide percibe al problema y sus atributos influirá en las
restricciones o premisas con que intenta definir el problema.
Por ejemplo, quien toma las decisiones puede tratar de anular el problema, eliminando así la razón de su
preocupación (enfoque negativo), o puede transformarlo en una oportunidad de
aprendizaje y mejora (enfoque positivo).
La percepción del
grado de incertidumbre y complejidad del problema por parte del individuo,
influirá en el tratamiento del problema y en las estrategias que elija para
definirlo y resolverlo. Así, características propias de quien decide, como si es
dogmático o no, cuán dispuesto está a asumir riesgos, o cuanta facilidad tiene
para manejar problemas complejos probablemente definirán su concepción y trato
del problema (Taylor, 1975; Mosley et al, 1991).
Cómo nos
aproximamos a los problemas
A partir de
nuestra experiencia construimos unos sets psicológicos (Taylor, 1975) que sirven
de apoyo a la hora de reconocer y solucionar problemas.
En uno de ellos, el
enfoque asociativo del aprendizaje, la resolución de problemas puede ser
descrita como asociaciones de estímulo-respuesta, establecidas y operadas según
los principios del condicionamiento. Así, la resolución de problemas supone el
reacomodo de los métodos o respuestas que son reforzadas o descartadas
dependiendo de experiencias previas exitosas o fallidas.
Por su parte, la
teoría del procesamiento de la información, mediante la descripción de cómo
funcionan los programas de computadora, ofrece una analogía acerca de cómo
estos sets psicológicos pueden ser modificados por la experiencia. Según este
enfoque, las soluciones a los problemas se almacenan en ciertas estructuras
cognitivas. Si una solución no es efectiva es descartada, pero cuando alguna
muestra efectividad será utilizada nuevamente en problemas similares. Cuanto
más se utilice con éxito, mayor será a probabilidad de ser elegida como
estrategia de solución de problemas en el futuro. El mismo enfoque introduce la
noción de heurística como el proceso de selección de métodos de resolución de
problemas, sobre la base de su probabilidad de éxito, en virtud de la
efectividad mostrada por esos métodos en situaciones problema anteriores. Este
principio de “aprender” de las experiencias anteriores, a través del reacomodo
de los métodos y estrategias utilizados ante problemas, es utilizado en la
programación de redes neuronales artificiales, con una alta efectividad
(Churchland, 1992; Rumelhart et al, 1992).
Estos sets psicológicos tienen el potencial de ayudar o entorpecer la resolución de
problemas, dependiendo de su aplicabilidad, esto es, de que el nuevo problema
tratado sea en realidad similar a aquellos ya resueltos. En el caso de
problemas bien estructurados, es justamente la similitud entre situaciones la
que posibilita la definición de estándares, en la forma de procedimientos y
normas, que ahorran mucho tiempo y aseguran la efectiva resolución de este tipo
de problemas.
Cuando se enfrenta
problemas bien estructurados, estos sets psicológicos resultan muy eficientes, por cuanto aseguran una resolución rápida y efectiva.
Cuando por el
contrario, se enfrenta un problema desacostumbrado y ambiguo, se corre el
riesgo de identificarlo erróneamente como similar a otro previamente conocido,
y emplear estos sets psicológicos en su resolución, con resultados probablemente
desfavorables. Cuanto más rutinario se haya vuelto la identificación y el
tratamiento de ciertos problemas, mayor es el peligro de caer en este tipo de
error.
Cuestionar nuestra
aproximación al problema hasta dar con roca dura, para evitar caer en la trampa
de identificación errónea, es la recomendación de varios autores (Gerschka et
al, 1973; Mosley et al 1991). Recomendación que puede ser muy útil en tiempos
como los que corren.
Churchland, Paul (1992). Materia
y Conciencia: Introducción contemporánea a la filosofìa de
Robbins, Stephen (1993). Comportamiento Organizacional: Conceptos, Controversias y Aplicaciones, Prentice Hall.
Rumelhart, David; McLelland,
James; the PDP Research Group
(1992). Parallel Distributed Processing: Explorations in the Microstructure of
Cognition. Volumen I: Foundaions, MIT Press.
Schein, Edgar (1988).
Consultoría de procesos: Su papel en el desarrollo organizacional,
Addison-Wesley Iberoamericana.
Taylor, Ronald (1975). “Perception of Problem Constraints”, en Management Science, Vol. 22, Nro. 1, Septiembre de 1975.
Geschka, Horst; Schaude, Goetz y
Schlicksup Helmut. (1973) “Modern Techniques for Solving Problems”, en
Chemical Engineering, Agosto.
Mosley, Donald; O’Brien, Fabius;
Pietri, Paul (1991). “Problem
Solving Styles Determine Manager’s Approach to Making Decisions”, en IM,
Septiembre/Octubre.
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