La frase que titula este artículo, cuyo origen desconozco, es utilizada por muchas empresas como promesa de eficacia para sus clientes. Sin embargo, en esta oportunidad, es el disparador de una reflexión. Cuando algo sale bien en Venezuela, se le cataloga de “milagro”. Así, la erradicación de la malaria fue considerada, en su momento, como un milagro; el sistema de orquestas sigue siendo considerado, por muchos, como un milagro. Y no ha faltado quien exclame, frente a la reciente clasificación de la Vino Tinto a la semifinal de la Copa América, que se trata de un verdadero milagro. Sin embargo, las grandes conquistas exigen y requieren de esfuerzos sostenidos. El triunfo Vino Tinto, al igual que el sistema de orquestas juveniles e infantiles, la erradicación de la malaria y otras tantas iniciativas venezolanas no son milagros sino logros, con negrillas.
En una ocasión escuché decir a José Antonio Abreu, el arquitecto de ese gran orgullo venezolano llamado el sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, que uno de los motivadores de su trabajo a favor de la música fue lo escuchado en un programa de TV realizado a raíz de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Al mencionado programa habían sido invitados una serie de personalidades de entonces, para discutir acerca de lo que sería el futuro de Venezuela luego de recuperada la democracia. En medio de los buenos deseos y las esperanzas renovadas, uno de los invitados mencionó que el principal peligro al que se enfrentaba el país, era la sempiterna autodenigración del venezolano.
En estos tiempos, en que buena parte de los jóvenes tienen como plan de vida salir del país, cuando nos sentimos acorralados e indefensos, y hay un sentimiento generalizado de impotencia ante problemas como la inseguridad, la corrupción, el ataque a la propiedad privada, la creciente agresividad o la situación de cárceles, escuelas y hospitales, conviene dar una mirada a nuestra historia reciente para convencernos de que todo lo que hemos logrado o “deslogrado” hasta ahora, es fruto de nuestros esfuerzos, de nuestras acciones y decisiones, buenas o no tan buenas, pero por eso mismo, tenemos el poder de hacer que nuestro país sea el lugar en el que deseamos vivir.
Todos somos testigos de la evolución de la Vino Tinto. Richard Páez fue nombrado el técnico de la selección en el año 2000, hace casi doce años, y seguramente no fue ese el primer esfuerzo por mejorar el desempeño de nuestros futbolistas. El Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles, tiene más de 30 años de fundado. En 1936 se creó la Dirección de Malariología, adscrita al entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, pero tuvieron que transcurrir más de 20 años antes de que se erradicara esta enfermedad – la actuación de la Dirección de Malariología no sólo erradicó el paludismo, sino que permitió que la esperanza de vida del venezolano se elevara de alrededor de 40 años para 1935 a 60 años para 1959, 24 años después. Visto de esta forma, ninguno de esos logros (otra vez con negrillas), tiene nada de milagroso o contingente.
Durante la rueda de prensa posterior al juego de cuartos de final, Oswaldo Vizcarrondo, autor del primer gol del partido, nos regaló estas declaraciones:
Evidentemente, [el pase a la semifinal] es un paso importante, a nivel histórico, para lo que es nuestro fútbol… esto lo tomamos con mucha naturalidad, hicimos una preparación adecuada previo a la copa, y lo que hemos hecho hasta este momento ha sido bien adquirido.
Seguido agregó:
No queremos quedarnos acá, queremos seguir creando nuestra propia historia… sabemos que hay un país que está detenido con la actuación de nosotros, sabemos lo que tenemos sobre nuestros hombros… estamos esperanzados en darle una satisfacción a nuestro país.
Esta forma de pensar no tiene por qué limitarse a estas grandes iniciativas, tendría que ser nuestra manera generalizada de pensar. Parafraseando a Vizcarrondo, imaginemos que nuestros gobernantes se procuraran una preparación adecuada, que nuestros funcionarios públicos supieran lo que llevan sobre sus hombros, que nuestros empresarios supieran que estamos escribiendo nuestra propia historia, y que el ciudadano común, cada uno de nosotros, supiera que hay un país que está esperando por nuestra actuación de todos los días.
Recordemos ahora algunas de las declaraciones de César Farías, el técnico de la selección venezolana durante las ruedas de prensa de la Copa América:
No somos grandes, somos un equipo de batalla, de lucha y de entrega como somos los venezolanos... con el debido respeto, exigimos que se nos valoren nuestras acciones.
Ahora, parémonos frente al espejo por la mañana y parafraseando las palabras de Farías, pero referidas a nosotros mismos, digámonos que, pese a lo malo, seguimos siendo un equipo de lucha y de entrega, y que eso es lo único que podemos ser si queremos conquistar grandes metas. Digámonos que tenemos que exigirnos - sí, a nosotros mismos - la valoración de nuestras propias acciones. Quizá así cambiemos la autodenigración por una apreciación adecuada de nuestra valía y nuestro papel, nos demos cuenta, entre otros, de que nuestros gobernantes, autoridades y funcionarios públicos están bajo nuestras órdenes y que sólo pueden actuar arbitraria o deficientemente si es que les permitimos hacerlo. Que el país es, y será, lo que estemos dispuestos a construir y efectivamente construyamos.
En Venezuela, como en cualquier otro lugar, no se dan los milagros como algo contingente, que cae del cielo, que es externo a nosotros y a nuestro esfuerzo. En todo caso podemos producir de aquellos “milagros” en los que nos tardamos un poco más.
Excelente articulo Prof Olga, comparto plenamente lo escrito. Aca le envio el link de algo que escribi para la pag. www.guayoyoenletras.com la semana pasada y va en ese mismo sentido.
ResponderEliminarResilente yo? Una experiencia @IESA", por @jorgemaldonadoa. http://t.co/XNVy5uB
Fuerte abrazo,
Jorge Maldoando.
Gracias Jorge
EliminarWAO!!! no esperaba menos de usted profe, muy alentadoras sus palabras.
ResponderEliminarQuedè entusiasmada con lo que dice en su blog... sencillamente fantastico! y a seguir en nuestra lucha diaria para alcanzar nuestras metas y que el fruto obtenido no sea llamado vanamente "milagro" sino el LOGRO de nuestros esfuerzos!
ResponderEliminarAbrazos!!
Elizabeth Reverendo
Y no es necesario que tengan una magnitud determinada para ser logros valiosos. Como dice Ernesto Sábato, "no hay que desmeritar las gestas cotidianas". Abreu cuenta que en su primer ensayo sólo se presentaron alrededor de diez personas, y estuvo a punto de tirar la toalla. Hoy el sistema dice tener unos 250.000 niños, jóvenes y adultos entre sus filas. Fe y Alegría comenzó con un grupo de 20 niños que se preparaban para hacer su primera comunión y cincuenta años después atiende a más de un millón de personas entre Latinoamérica y África, porque también tiene presencia en África. Pero tuvieron que pasar 50 años.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por sus comentarios.
Es el enfoque adecuado para un tema y esfuerzos muy mal interpretados comunmente. En nuestra sociedad priva mucho lo "mágico" en detrimento del valor del entusiasmo, la dedicación, el esfuerzo placentero y del ser parte de algo, grande o pequeño.
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