La vida es muy peligrosa. No por las personas que
hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa
Albert Einstein
Las ciencias del comportamiento y sus
teorías subyacentes convergen en algunas explicaciones poderosas acerca de las
acciones de las personas: el dinero motiva, las recompensas y los castigos
guían la conducta, la gente actúa según su propio interés para proveerse placer
y evitar el dolor. Todas estas aseveraciones son más ciertas que falsas. Sin
embargo, a veces las personas ignoran las recompensas y los castigos, trascienden
lo que otros perciben como límites, se desempeñan hasta niveles extraordinarios
y crean verdaderas transformaciones (Bateman y Porath, 2003).
El
comportamiento trascendente es aquel que va más allá de las restricciones o
limitaciones personales y de los factores ambientales para producir un cambio
positivo y extraordinario. Tal comportamiento responde a la necesidad cada vez
mayor de no ser víctimas o meros sobrevivientes del cambio sino creadores del
cambio constructivo y de alto impacto.
En 1951, Kurt Lewin estableció que el comportamiento humano (C) es una función de dos variables: la persona (P) y el ambiente (A). La conducta trascendente invierte esa relación (ver Figura 3), es decir, es esa conducta la que incide en la persona y en el ambiente:
Comportamiento trascendente
Fuente: Bateman y Porath, 2003
Dadas las
limitaciones en los recursos, el costo del cambio y la preferencia por el
status quo, la mayoría de la gente ignora o deja pasar oportunidades para
transformar su entorno, sea éste su comunidad o la organización de la cual
forma parte. Para Bateman y Porath (2003) “las conductas trascendentes no son más frecuentes debido a una serie de
factores, entre los que se cuentan el temor y la inercia. Muchas personas, desde
que son niños, han escuchado que las personas son egocéntricas, materialistas,
competitivas”.
Sin
embargo, para las organizaciones el comportamiento trascendente es importante,
porque genera resultados que exceden las demandas, eliminan o mitigan las
limitaciones y crean o aprovechan oportunidades. Tal fue el caso de Venequip, representante de Caterpillar en Venezuela, que logró incrementar sustancialmente su facturación al
transferir el servicio técnico a sus antiguos empleados bajo un esquema de
cooperativas, una de las cuales está certificada, por esa multinacional, entre
los cinco mejores centros de servicio del mundo por la calidad de su trabajo
(Montesinos, 2005).
El
comportamiento trascendente descansa primariamente en la motivación intrínseca
y las metas personales, y es más probable que se manifieste cuando las metas
son congruentes con los valores personales. Esta es otra razón para cultivar
los valores en las organizaciones. La motivación intrínseca implica sensaciones de disfrute, interés y
desafío (Pinder, 1998; op. cit. Bateman y Porath, 2003). Las personas requieren
autocontrol y autonomía, de forma que sean capaces de guiarse por sus propias
metas a través del tiempo y el cambio en las circunstancias. También necesitan
creer que pueden producir los efectos deseados como resultado de sus acciones y
de esta manera tienen un incentivo para actuar.
Ciertas
virtudes favorecen la aparición de conductas trascendentes. La sabiduría, la
conciencia, el coraje, la compasión, el asombro, la pasión, la resiliencia, la
tenacidad, contribuyen a encarar los retos que supone la conducta trascendente.
A su vez, las conductas trascendentes generan espirales virtuosas porque
promueven el cultivo de las virtudes mencionadas y animan la ocurrencia de
otras conductas trascendentes. Otros beneficios de este tipo de conductas es
que mejoran la reputación, crean capital social y generan respuestas favorables
en el ambiente que proveen nuevas oportunidades y recursos para aprovecharlas.
Valores como los recién mencionados motivaron una conducta trascendente, es decir, una
conducta que modifica a las personas y al entorno, en los directivos de Ron
Santa Teresa (González y Márquez, 2005). Con su Proyecto Alcatraz, la empresa
evitó un incremento ilimitado de sus gastos en seguridad – lo que seguramente hubiera sido una medida ineficaz –, contribuyendo a disminuir la
delincuencia en las comunidades circundantes y brindando a un grupo de personas
la posibilidad de transformar sus vidas, mejorando, al mismo tiempo, su
reputación, sus relaciones con la comunidad, la admiración y el compromiso de
sus propios empleados, todo lo cual condujo a la creación y el fortalecimiento
de su capital social.
La cuestión sobre los valores que una
organización desea cultivar,
obliga a hacer explícito el mundo que se considera deseable, ese que se desea ayudar a construir
como líderes, gerentes o empleados. Cuando una organización cultiva prácticas positivas, su
acción trasciende sus límites para contribuir a crear determinado tipo de sociedad. Así, la práctica de la
solidaridad entre los integrantes de la organización y su incorporación a la
normativa, en lo que se refiere al trato con su personal, contribuye
a crear una sociedad solidaria. Igual cosa podría
decirse de otros valores como el reconocimiento del otro, la compasión,
entendida ésta última como la posibilidad de “verse” en el otro y la orientación
al logro.
Es
razonable que la gente piense que es difícil o imposible trascender las
limitaciones personales, exceder las demandas, convertir las oportunidades en
éxitos o crear cambios extraordinarios, sin embargo, no hay otro camino para
construir organizaciones o sociedades prósperas. Los mejores antídotos para
esos problemas incluyen: optimismo, resiliencia, sabiduría, perspectivas de
largo plazo, entre otros y, afortunadamente, es posible ver como éstos se
consiguen en muchas de las organizaciones y colectivos que logran desempeños
extraordinarios.
Referencias
Bateman, T. S. y Porath, C. (2003). “Trascendent
Behavior”. En, Cameron, Dutton y Quinn, eds. Positive Organizational
Scholarship: Foundations of a New Discipline. Berrett-Koehler Publishers Inc., San Francisco, CA.
Montesinos, R. (2005). “De empleados a
socios: un modelo de negocios basado en cooperativas”. Debates IESA,
10(2):43-48.
González, R. y Márquez, P. (2005). “El dilema entre
responsabilidad social y rentabilidad empresarial”. Debates IESA. 10(3):65-68.
Bravo, O y Piñango, R. (2008). “Organizaciones
que se atreven a desafinar”. Debates IESA. Vol. XIII. No. 4
Gracias Olga. Resueno con la importancia que tiene el cambio de una autoimagen de victima a una de responsable y duenho del destino propio para toparse con la posibilidad de trascender. Saludos.
ResponderEliminarVictimizarse equivale a "mirar por la ventana" buscando el responsable de nuestra situación, lo que nos pone a depender de que otro haga algo para que la propia condición cambie. Responsabilizarnos por nuestra suerte o destino, equivale a "mirar al espejo" en busca de nuestro papel en una situación, lo que abre la posibilidad de reaccionar. A pesar de lo limitado que pueda ser nuestro margen de acción, es lo que depende de nosotros.
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ResponderEliminarexcelente Post, y me vi reflejado en el gráfico, en ambos ecuaciones al mismo tiempo.
ResponderEliminarSaludos.