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Muchos sectores
económicos han abrazado Internet y sus tecnologías desde hace mucho tiempo, sin
embargo, muchos otros se han mostrado renuentes. Tuvo que llegar el confinamiento
por la pandemia para que las consideraran dentro de sus operaciones
Hoy tuve una interesante conversación con
la directora de una escuela. Están interesados en aprender a trabajar
efectivamente a distancia, en vista de que las medidas de confinamiento pueden
prolongarse y porque han visto algunos beneficios en la incorporación de las tecnologías
que permiten trabajar en remoto.
La conversación me hizo pensar en que muchos
de los cambios que vemos en la sociedad se dan con ritmos diferentes, de
acuerdo con la disposición que tengan las personas para aceptarlos.
Existen programas que permiten predecir
cuando una canción será un éxito, ignoro cómo funcionan, pero sé que existen y
que funcionan. Sin embargo, no tenemos programas que permitan predecir el éxito
o la velocidad con la que una nueva idea, producto o servicio será aceptado por
los demás.
Pensemos, por ejemplo, en el “ratón” con
que manejamos las computadoras. Se inventó en 1960, sin embargo, no fue sino
hasta 1979, cuando Steve Jobs lo “descubrió” en el centro de investigación de
Xerox y lo integró a su computadora, que se volvió de uso común.
Con Internet y las tecnologías desarrolladas
sobre la red pasa algo similar. Hay sectores que han abrazado estas tecnologías
desde hace mucho tiempo, sin embargo, también hay muchas que se han mostrado
renuentes o que recién con la pandemia han comenzado a considerarlas dentro de
sus operaciones.
Las TIC en la escuela
Uno de esos ejemplos es el sector
educativo. Aunque mucho se ha hablado de la utilidad de estas tecnologías en
los procesos de enseñanza-aprendizaje, es muy poco lo que se ha hecho… quizá
debería decir que había sido muy poco lo que se había hecho hasta antes de la
pandemia. Al igual que con el teletrabajo, la informática educativa – el uso de
las tecnologías de información y comunicaciones (en lo sucesivo TIC), ha
recibido un impulso tremendo debido a la pandemia.
Son muchas las herramientas tecnológicas
específicas para apoyar a los procesos de enseñanza-aprendizaje, sin embargo, su
uso sigue siendo muy limitado y, lamentablemente en la mayoría de los casos, el
uso que se hace de ellas trata de simular los mismos procesos que han venido
desarrollándose durante muchos años.
Estos últimos meses la escuela ha tenido
que replantearse. En las peores condiciones, unas que no permiten incorporar a las
TIC como complemento sino como medio primario para formar. Digo las peores,
porque la escuela se trata de personas que forman a personas, para lo cual el
contacto directo es de vital importancia.
Las TIC tienen mucho que ofrecer como apoyo
a la educación, por ejemplo:
·
Personalización: una aplicación puede atender a cada niño como si fuera su único
alumno, por el tiempo que sea necesario respetando su ritmo de aprendizaje, lo
que resulta imposible para un maestro con un grupo de 30 o 40 niños.
·
Motivación: el uso de las tecnologías entusiasma a los jóvenes y los anima,
siempre que las herramientas y las actividades aprovechen las características
de estas tecnologías.
·
Autoconfianza: sentir que se es capaz de “dominar” estas tecnologías produce, en
los niños, una sensación de logro que aumenta la confianza en sí mismos.
·
Cooperación: es posible diseñar actividades en las que contribuyan niños de una
misma escuela o de escuelas diferentes, incluso si están ubicadas en ciudades o
países distintos, lo que promueve la cooperación.
·
Compromiso: los elementos anteriores favorecen la implicación de los
estudiantes con su formación
Y esto funciona así no solo con los niños,
también con los adultos, y en materias que pudiera parecer que requieren de proximidad
física.
Estudiar guitarra clásica a distancia
Conozco el caso de un profesor de guitarra
clásica en el conservatorio de música que se apoyó en TIC para continuar dando
clases a sus estudiantes, con unos excelentes resultados.
El caso es que varios de sus estudiantes
comenzaron a abandonar las clases porque no conseguían transporte público a la
hora de salida, un problema que lleva varios años en el país. Como no quería perder
a sus estudiantes, este profesor decidió ensayar una manera diferente de
impartir sus clases. Las herramientas que eligió fueron los teléfonos
celulares, Youtube y Whatsapp.
En Youtube creó un canal privado, para subir
grabaciones de sus clases. Creó un grupo de Whatsapp que simulara el salón de
clases, el lugar para interactuar como grupo. El tamaño de su clase le permitió
hacerlo de ese modo. Enseñó a sus estudiantes a subir videos a Youtube para que
enviaran los ejercicios.
Los resultados que obtuvo fueron mucho
mejores de lo que esperaba. Sus estudiantes comenzaron a reportarle que el
nuevo método les permitía repetir la clase o partes de ella tantas veces como
lo necesitaran (personalización) y lo mimo con los ejercicios, podían ensayarlos
hasta sentirse satisfechos (autoconfianza) con el resultado logrado como para
enviarlo (motivación, compromiso). Finalmente, el grupo de Whatsapp no sólo les
permitió interactuar con el profesor sino hacerlo entre ellos para apoyarse
mutuamente (cooperación).
La tecnología no sustituye al maestro, ni
le resta protagonismo, más bien potencia su acción, de la misma manera en que una
vara no sustituye nuestro brazo cuando la utilizamos para alcanzar una fruta –
ahora que todavía estamos en temporadas de mangos – sino que lo “hace” más
largo.
¿Rechazarías la posibilidad de alcanzar una
deliciosa fruta madura porque “temes” utilizar la vara?