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Vivimos en la Sociedad-red. La red es “el tejido en el que
transcurre nuestras vidas” y eso tiene profundas implicaciones en nuestra forma
de vivir, de consumir, de relacionarnos. No hay área que no se vea impactada
por la red de redes.
Creemos que el Covid19 virtualizó nuestras
relaciones. Sería más exacto decir que las aceleró. La virtualización comenzó
hace más o menos 25 años, con el surgimiento de Internet.
Manuel Castells, uno de los sociólogos que
ha estudiado la incidencia de las tecnologías de información y comunicaciones
(en lo sucesivo TIC) en la sociedad, publicó en 1996 tres tomos dedicados al
tema bajo el nombre de “La era de la información”. Poco después, en 2001,
publicaba “La galaxia Internet”, libro en el que reflexiona sobre Internet,
empresa y sociedad.
En “La Galaxia Internet”, Castells dice que
vivimos en la Sociedad-red. La llama así porque la red es “el tejido en el que
transcurre nuestras vidas” y eso tiene profundas implicaciones en nuestra forma
de vivir, de consumir, de relacionarnos. No hay área que no se vea impactada
por la red de redes, a decir de Castells, y el tiempo le ha dado a razón.
Los cambios tienen su ritmo, las ideas
demoran en permear a las sociedades y a las personas. Así, aunque ya para
inicios de siglo mucha gente comenzó a teletrabajar de un modo u otro, muchas
organizaciones y personas rechazaban la idea. El principal temor: la pérdida de
control sobre lo que el otro hace, como si no fuera posible estar ausente
cuando estamos presentes.
Pero volvamos a Castells, porque si se
quiere comprender a cabalidad lo que supone esta revolución de la sociedad red,
es importante conocer en qué consiste. La Galaxia Internet es un nuevo entorno
de comunicación. Dado que la comunicación constituye la esencia de la actividad
humana, y que los usos de Internet llenan cada vez más todos sus intersticios,
todas las áreas de esa actividad humana están siendo modificadas por esta
tecnología. A juicio del sociólogo español, asistimos al surgimiento de una
nueva estructura social, la sociedad red, que se está estableciendo en todo el planeta,
en formas diversas y con consecuencias bastante diferentes para la vida de las personas,
según su historia, cultura e instituciones.
La era de las redes
Una red es un conjunto de nodos
interconectados. Las redes son formas muy antiguas de ordenamiento y las
encontramos tanto en biología como en diferentes formas de organización humana.
Tienen extraordinarias ventajas debido a su flexibilidad y adaptabilidad, características
fundamentales para sobrevivir y prosperar en un entorno siempre cambiante. Pero
gestionar la actividad de una red resulta una labor compleja, tanto mayor sea
el número de nodos que la componen y mayores las distancias que los separan, lo
que explica que otras formas de organización como las jerarquías se hayan
impuesto hasta ahora en las interacciones humanas.
El surgimiento de Internet y el resto de
las TIC permiten la coordinación de tareas y la gestión de la complejidad,
produciendo una combinación de flexibilidad y eficacia en la realización de tareas,
toma coordinada de decisiones y ejecución descentralizada, expresión
individualizada y comunicación global y horizontal.
Y se desnaturalizan el tiempo y el espacio
Tanto el espacio y el tiempo, que estaban
presentes en los procesos de comunicación fuera del ciberespacio, han sido
alterados en su propia naturaleza. Con Internet las comunicaciones se destemporalizan
y el conocimiento se ha vuelto ubicuo, además, quienes se conectan a la red,
han ganado un protagonismo nunca visto.
Estos cambios tienen necesariamente repercusiones
en el diseño comunicativo de los procesos de trabajo en colaboración apoyados
por redes telemáticas de comunicación. El usuario tiene elección, libertad de
maniobra, y control sobre la forma en que consume, aprende y trabaja. Sin
embargo, esto plantea la necesidad de la autodisciplina y la responsabilidad como
rasgos personales necesarios para el desarrollo de un trabajo o estudio
exitoso, esto es, que alcance su cometido.
Más que tecnología
Varios autores nos recuerdan que todo
proceso de comunicación está caracterizado por un intercambio de contenidos que
son significativos para los sujetos que intervienen en él, y que este
intercambio es posible porque tales sujetos comparten una serie de
convenciones.
Estos elementos de intercambio no sólo se
refieren a componentes sensoriales y físicos, sino sobre todo a otros aspectos de
tipo cultural, ideológico, sociológico, religioso, etc., que nos sugieren que
para que pueda desarrollarse un proceso de comunicación no basta con la
tecnología, sino que es necesario que exista cierta sintonía entre el
comunicador y el receptor.
La participación, la colaboración y el
intercambio solo son posibles cuando se genera un sentido de comunidad, esto
es, de pertenencia y ello supone el dominio de capacidades más amplias que las
meramente técnicas.
Sin embargo, la mayoría de la gente sigue
pensando que la transformación digital es un tema de tecnología, como si la
tecnología no fuera sino la prolongación de nuestras propias facultades. A
menos que esté claro el para qué de la tecnología, cómo establecer lazos emocionales
y cómo responder a nuestros propios compromisos, el uso que hagamos de ella
será poco fructífero, incluso banal.
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