jueves, 27 de agosto de 2020

Día 5 - En el vórtice de la anomia

 

Photo by Callum Skelton on Unsplash      


Cuando las sociedades entran en crisis, pierden la capacidad de imponer normas únicas para todos sus integrantes, en su lugar aparecen una cantidad de “normas”, encontradas muchas de ellas, y no es posible que una sola se imponga sobre las demás. Se rompe el tejido social y es muy difícil recomponerlo porque la anomia es una suerte de vórtice que se alimenta a sí mismo.

¿Necesitamos de las normas?, ¿de una o de muchas?, ¿para qué necesitamos de una estructura social?

Suponga que circula usted por la Av. Baralt, hace unos 10 años atrás. Los autobuses se detienen en la mitad de la vía, los motorizados cruzan de un canal a otro, como haciendo slalom (zigzagueando como si trataran de evitar obstáculos en una competencia de esquí), vehículos en medio de los cruces obstaculizando el paso que el semáforo acaba de otorgarle a la vía por la que usted transita, personas cruzando la calle en cualquier lugar. A medida que se acerca al mercado de Quinta Crespo, los vehículos están estacionados en doble fila, ocupando uno de los dos canales que se tienen para transitar. Ahora no solo las personas cruzan la calle en cualquier lugar menos la esquina, también lo hacen quienes utilizan carretillas manuales para transportan carga, de la más diversa índole, entre la sede del mercado y los comercios de los alrededores o de vehículos que adquirieron esas mercancías.

Pudo haber recorrido la avenida en menos de diez minutos, sin embargo, le ha tomado casi una hora hacerlo. Trate de imaginarse en un vehículo y haga el esfuerzo por sentir que realmente se encuentra en un lugar como el descrito, ¿cómo se siente? Seguramente responderá que se siente molesto, incluso indignado, además de muy cansado, como si le hubieran robado la energía.

Cuando las sociedades entran en crisis, pierden la capacidad de imponer normas únicas para todos sus integrantes, en su lugar aparecen una cantidad de “normas”, encontradas muchas de ellas, y no es posible que una sola se imponga sobre las demás, es como transitar por la avenida que acabo de describir.

No sabemos qué hacer, tenemos que procesar mucha información al tiempo, porque no sabemos qué conducta esperar de los demás – ya que sus conductas no respetan ninguna norma común que permita “predecir” lo que harán – por lo que coordinar nuestra acción se hace muy difícil.

Estamos desorganizados, más que eso, estamos desarticulados, lo que impide que nos solidaricemos unos con otros, que nos cohesionemos, que funcionemos como colectivo; se ha roto el tejido social y es muy difícil recomponerlo porque la anomia es una suerte de vórtice que se alimenta a sí mismo. Seguir las normas – las que están en el papel – resulta en numerosas inconveniencias, por ejemplo, no llegarías a atravesar la avenida en una hora sino en dos o tres, los incentivos para incumplir están a la orden del día.

El agotamiento no solo tiene que ver con la necesidad de procesar mucha información – debido a que la incertidumbre aumenta – tiene que ver, sobre todo, con que hemos dejado de sentirnos protegidos por el grupo del que formamos parte, mejor dicho, nos hemos quedado sin grupo.

La evolución nos ha preparado para cooperar con un grupo en aras de obtener protección y alcanzar objetivos propios y comunes, no podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás, por lo que sentir que no contamos con nadie, que somos extraños unos con otros, nos desmoraliza.

Sí que necesitamos de normas consensuadas, que nos ayuden a convivir, a predecir el comportamiento de los demás y a regular el propio, que nos brinden una sensación de seguridad, que nos permitan ocuparnos de otras cosas y no únicamente de sobrevivir.

Además de normas, las personas necesitamos tener acceso a los medios requeridos para alcanzar nuestros fines. Dependiendo de ese acceso mostramos conductas que pueden respetar o no las normas establecidas.

Podríamos recorrer las teorías sociológicas de Durkheim o Merton en nuestro tránsito por la Avenida Baralt, lo cierto es que este recorrido “imaginario” nos muestra lo que sucede cuando se carece de normas, se irrespetan todas las normas o se tienen normas diferentes para cada cual, sobreviene el deterioro del tejido social con su consecuente desarticulación. Dejamos de creer en que sea posible convivir bajo valores como la solidaridad y nuestras interacciones “sociales” degeneran en una suerte de “sálvese quien pueda”.

Romper ese círculo vicioso puede ser muy difícil, aunque también pudiera no serlo. Durante los años 70, el animador y productor de televisión Renny Ottolina, decide iniciar una campaña de educación vial cuyo impacto en la sociedad venezolana fue tal, que logró reducir el número de infracciones. Con una serie de mensajes dirigidos a conductores y peatones, Ottolina logró crear conciencia sobre la importancia de las normas de tránsito y su observancia, al punto de que cometer una infracción era censurado por la mayoría, quienes ejercían una presión social efectiva sobre los infractores.

No hizo falta contratar funcionarios o incrementar las sanciones y multas, bastó con despertar la conciencia de la gente para que se obrara el milagro.

Otro caso similar fue la campaña de concientización desplegada por la C.A. Metro de Caracas, incluso desde antes de su puesta en funcionamiento. Con disculpas a los vecinos por los inconvenientes causados pro sus obras, el Metro informaba sobre los progresos e insistía en la apropiación, por parte de los caraqueños, de la impresionante obra de infraestructura que era.

Una vez inaugurado el subterráneo, la campaña de concientización incluyó, al igual que la campaña de Ottolina, mensajes constantes sobre la manera de comportarse dentro de las instalaciones y la conveniencia, para todos de la observancia de esos códigos normativos. 

La clave, en ambos casos, estuvo en que dichas iniciativas fueron promovidas, en el caso del Metro, o respetadas, en el caso de Ottolina, por las instituciones de gobierno. Me pregunto si una campaña de educación en ciudadanía, por ejemplo, recibiría ese mismo respeto de parte de las instituciones e gobierno actuales.   

                       

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