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Nunca es tan necesaria la creatividad como cuando nos encontramos en medio de una crisis. Las prácticas conocidas han dejado de ser eficaces, de otro modo no estaríamos en crisis. ¿Cómo "hacernos" de la creatividad cuando parece elusiva?, quizá, más que una capacidad, la creatividad es resultado de la forma en que hacemos las cosas.
Cerca de una de mis tiendas de bombones hay
una peluquería infantil. Con frecuencia, al salir de la peluquería, las madres
vienen con sus hijos a buscar algún chocolate, parte del paquete especial de «tarde con mamá».
Las niñas suelen venir con hermosos
peinados, en su mayoría trenzados de las más diversas formas. Tal es la
variedad de peinados, que me atrevería a afirmar que no he visto dos que sean
iguales. Unas llevan las trenzas decoradas con cintas, otras con flores, muchas
con escarcha de colores; algunas dejan parte del cabello suelto mientras que,
en otros casos, lo llevan todo recogido.
Me encantaba hacerle peinados a mi hija cuando
era pequeña, lo que resultaba una odisea, porque a ella no le gustaba que le
tocara el cabello, pero estas niñas se sientan en esas sillas y dejan que les
tejan esos elaborados peinados, felices, sin queja ninguna.
No es la única peluquería en el centro comercial,
solía haber otra, ubicada muy cerca – eventualmente los dueños decidieron
cambiar de ramo – que atendía mujeres adultas y niñas. Esta otra peluquería
también hacía peinados a las niñas, sin embargo, no eran tan variados ni
vistosos como los de la primera.
Buscando la fuente de la creatividad
Comencé a preguntarme cuál era la fuente de
tan prolífica creatividad, y lo comenté con mis colaboradoras en la tienda. Una
de ellas me dijo que en Pinterest había una cantidad enorme de peinados y ella
creía que esa era su fuente de inspiración.
Intrigada por mi hallazgo, decidí acercarme
al salón infantil para averiguar, de primera mano, cuál era la fuente de
inspiración de sus peinados y cómo era posible que todos fueran diferentes porque, a ver, ¿cuántas formas de trenzar el cabello puede haber?
Saludé, llevé algunos bombones de cortesía –
el chocolate abre corazones y puertas – pedí permiso para observar y me quedé
mirando por un rato lo que hacían. Cada niña era tratada con mucha paciencia,
es decir, se respetaba el ritmo de cada una, nada de despacharlas como si se
tratase de hacer churros. La persona que las atendía comenzaba por saludarlas, en caso de
reconocerlas, o les preguntaba su nombre, si se trataba de una niña que no
conocía.
Comenzaba a peinar su cabello como si
estuviera acariciándolo, lo desenredaba, con tal cuidado, que no se producían
tirones – primera enseñanza para mí que trataba de hacer los peinados a mi hija
en tiempo récord porque se nos hacía tarde para llegar al colegio – mientras
hablaba con ellas sobre cómo querían su peinado. No era exactamente un guion de
preguntas estructurado que todas repetían, era más bien una indagación muy orgánica, fluía de formas ligeramente diferentes con cada niña. Pinterest, salió una que otra vez, pero solo para ofrecer a las niñas
algunos ejemplos de peinados.
Algunas de las preguntas que recuerdo eran
estas: ¿lo quieres todo recogido o quieres dejar parte suelto?, ¿te gusta
peinarte de lado a la mitad?, ¿quieres una o varias trenzas?, ¿es para alguna
ocasión especial, una fiesta, una boda…?, ¿quieres decorar las trenzas? Y seguido
traían un muestrario de cintas y cordones, florecitas, cuentas y escarchas de muchos
colores; ¿de qué color irás vestida? Una vez decidida la paleta de colores a
utilizar, ponían manos a la obra.
Algunos hallazgos
La observación resultó fascinante para mí. Llegué
preguntándome de dónde sacaban su creatividad y el resultado me sorprendió. Me
preguntaba cuanta conciencia tenían las empleadas del salón infantil de lo que
estaban haciendo, así que les pregunté de dónde sacaban las ideas. La respuesta,
en ambos casos, fue rápida y convencida, los peinados los crean las niñas,
nosotras sólo les mostramos qué es lo que podemos hacer con su cabello y ellas deciden
cómo quieren ser peinadas.
Así de sencillo. La creatividad emerge
de poner al cliente en el centro de su trabajo, emerge del deseo de
satisfacer al cliente, lo que comienza por conocer sus deseos, necesidades y
aspiraciones, no suponiéndolos sino indagando sobre ellos y moldeándolos cuando era
necesario – como cuando utilizaban revistas o imágenes de Pinterest para
mostrar a las niñas lo que podían obtener, de acuerdo con la ocasión para la que
necesitaban el peinado, el largo de su cabello y sus propios gustos. Un proceso
de co-creación cuyo resultado era una variedad enorme de peinados y
clientes muy satisfechas.
Otro de mis hallazgos fue que la paciencia
no está reñida con la eficiencia, más bien la refuerza. El tiempo empleado
en desenredar el cabello también era aprovechado para entablar una relación de
confianza con las niñas, así como tomar decisiones importantes sobre el peinado
a realizar. Una vez decidido el peinado, y seleccionados los adornos, colores y
accesorios – por cierto, algunas niñas ya traían sus propios accesorios – la velocidad
con la que trenzaban y arreglaban el cabello a las niñas era admirable y, de
nuevo, sin tirones o maltratos, con una gran satisfacción al final.
Contrario a lo que suelo ver en las organizaciones, las empleadas del salón infantil dedicaban el tiempo necesario para conocer el resultado que el cliente desea y necesita, tiempo que luego se ahorraba durante la ejecución, que es cuando las modificaciones resultan más costosas.
Las organizaciones, en su mayoría, no
están dispuestas a dedicar tiempo a la fase inicial de su trabajo, aunque luego
deban dedicarlo a indagar por qué las cosas no están resultando como querían, a
rehacer el trabajo y perder tiempo y materiales.
Es mucho lo que podemos aprender de este
ejemplo y de las personas que trabajan en este lugar. El valor del respeto y la
empatía como fuentes de creatividad y manifestación de que, verdaderamente, el
cliente está al centro de nuestro trabajo. Evitar el activismo – la tentación
de accionar sin conocer claramente qué queremos lograr y para qué queremos
lograrlo –, para sustituirlo por un plan de acción validado por y con el
cliente.
¿Acaso se me escapa algo que quisieras
rescatar?
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