"Dar el ejemplo no es la principal manera de influir en los demás;
es la única manera"
Albert Einstein
Hasta hace algunos años en las escuelas de
negocios se transmitían dos ideas básicas: el propósito de las empresas es el
lucro; y la misión del gerente es
proteger los intereses de los accionistas. Más recientemente se ha incorporado
una tercera idea: el principal activo de las organizaciones es su gente.
Las empresas han comenzado a
reconocer que el factor humano es decisivo para el éxito del negocio. El
talento, junto con la manera en que es organizado y dirigido constituye la
principal fuente de desarrollo de ventajas competitivas sostenibles. Investigadores
como Jeffrey Pfeffer (1994, 1998, 2000), señalan que las fuentes
tradicionales de éxito – tecnología de procesos y productos, mercados regulados
o protegidos, acceso al financiamiento y economías de escala – han venido
cediendo su antigua relevancia ante la cultura organizacional y las capacidades
derivadas de la forma en que la gente es dirigida. Y es que
mientras los cuatro factores mencionados (que siguen apalancando el desarrollo
de las empresas) poco a poco han ido convirtiéndose en commodities, la necesidad de innovación continua y rápidas
respuestas al mercado y a los cambios tecnológicos requiere de una fuerza de
trabajo con desempeño superior.
La investigación señala que cuando
los empleados están “comprometidos”: se sienten emocionados y entusiasmados con
el trabajo que realizan y se centran en el cumplimiento de su tarea; no se
distraen con facilidad y, de ser necesario, trabajan horas extras para completar
un proyecto; se ofrecen voluntariamente para tareas difíciles, habitualmente produciendo
mucho más de lo requerido; favorecen el trabajo en equipo e incluso animan a sus
pares para lograr mayores niveles de rendimiento.
Los empleados comprometidos se
sienten orgullosos de formar parte de sus organizaciones, son los defensores de
los productos y servicios de su empresa y tienden a permanecer en ella.
Por otro lado, los empleados que
carecen de compromiso dan el mínimo esfuerzo que les permita permanecer en la
organización. Ponen tiempo, pero no energía ni pasión en su trabajo. En
ocasiones, la falta de compromiso es tal que los empleados se sienten infelices,
tienen una actitud negativa, e incluso, socavan los logros de los empleados
comprometidos.
Un vistazo a las organizaciones
evidencia, entre otros, baja satisfacción laboral y falta de compromiso por
parte de los empleados, problemas de gobernabilidad, desconfianza entre los
empleados y entre los empleados y la organización. Todo esto hace pensar que,
en muchos casos, la relevancia dada al personal se queda en el discurso.
Gallup señala
que, de acuerdo con sus investigaciones, la raíz de la falta de compromiso es
una pobre gerencia. Y esa pobre
gerencia cuesta. Según cálculos de Gallup, la baja productividad de los
empleados no comprometidos cuesta alrededor de USD
350 billones a la economía de USA cada año; USD 4,9
billones anuales a Singapur, y 130
billones euros al año a la economía de Alemania.
Un estudio de la Universidad de Florida reveló que empleados con jefes abusivos
comparados con jefes considerados cometen más errores (30% a 6%), se fingen
enfermos (29% a 4%) y no dan su máximo esfuerzo (33% a 9%).
Conseguir a la vez la satisfacción
laboral y el éxito empresarial es una meta que muchos se plantean. Charles O’Reilly
y Jeffrey Pfeffer (2000), sostienen que el secreto de la productividad no está
en las personas extraordinarias sino que son las prácticas gerenciales las que
pueden lograr resultados extraordinarios de casi todos. Cabe preguntarse
entonces: ¿cuáles son esas prácticas concretas que cultivan el compromiso organizacional?
De acuerdo con la investigación realizada
por Gallup (Buckingham y Coffman, 1999), el compromiso de los empleados hacia
el negocio descansa en buena medida en la generación de un conjunto de
condiciones que alienten el sentido de pertenencia, y que producen, al mismo
tiempo, beneficios para el negocio y para la persona empleada (Buckingham y
Coffman, 1999).
No hay recetas, sin embargo, algunas prácticas que han mostrado eficacia se
enumeran a continuación:
- Establezca expectativas. La mayoría de los empleados no sabe exactamente qué se espera de ellos en el trabajo, o cuáles son las responsabilidades inherentes a su rol.
- Aproveche el potencial de las personas. Es importante para las personas sentir que son capaces de brillar por sus logros. Sin embargo, muy pocos se perciben a sí mismos en papeles que les dan la oportunidad de hacer lo que mejor saben hacer todos los días, y cerca del 30% de las personas se consideran mal ubicados en sus roles de trabajo.
- Ofrezca retroalimentación. Muy pocas personas reciben retroalimentación en relación a sus avances, y la mayoría reporta no recibir ningún tipo de información durante ese periodo de tiempo.
- Brinde oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Se refiere a generar oportunidades de desarrollo (aprendizaje y crecimiento) para los empleados.
- Procure una percepción de cuido. Un empleado sentirá que la organización cuida de él en la medida en que tenga una percepción positiva de los puntos mencionados. Sin embargo, las encuestas de Gallup señalan que buena parte de los encuestados (el 50% en el caso de Singapur), no se sienten atendidos en sus lugares de trabajo. Curiosamente, esa proporción coincide con las de los empleados que sienten que sus opiniones no cuentan.
En La Quinta Disciplina (Senge,1999),
Bill O’Brien, un exitoso gerente, sostiene que el compromiso requiere que la
relación laboral no se restrinja a una paga honesta a cambio de una labor
honesta. Es otra la relación entre el empleado y la organización. Tradicionalmente, las organizaciones han
respaldado el desarrollo de las personas en forma instrumental: si la gente
crecía y se desarrollaba, la organización era más eficaz. O’Brien va más allá: “en el tipo de
organización que queremos construir, el pleno desarrollo de las personas está
en el mismo plano que el éxito financiero”. Y a juzgar por el éxito de Hannover
Insurance, su filosofía de gerencia brindó buenos resultados a la organización.
Pfeffer (1994) coincide con O’Brien. Lograr una
ventaja competitiva mediante la gente implica cambiar la forma en que se piensa
en la fuerza de trabajo y en las relaciones laborales. Significa buscar el
éxito-con-la-gente, no mediante su reemplazo o limitando el alcance de sus
actividades.
La estrategia central del liderazgo es sencilla: sea usted un
líder. Comprométase, asuma su responsabilidad. Hablar de compromiso, competitividad y productividad puede ser sugerente, sin embargo los actos son más elocuentes que las
palabras.
No olvide que la palabra convence, pero la conducta arrastra.
Referencias
Buckingham, M. y Coffman, C.
(1999). First, Break All The Rules: What the World’s Greatest Managers Do
Differently. Simon & Schuster, Nueva York.
O’Reilly, C. y Pfeffer, J. (2000).
Hidden Value: How Great Companies Achieve Extraordinary Results with Ordinary
People. Harvard Business School Press. Boston.
Pfeffer, J. (1994). Competitive
Advantage Through People. Harvard Business School Press. Boston.
Pfeffer, J. (1998). The Human
Equation: Building Profits by Putting People First. Harvard Business
School Press. Boston.
Senge, P. (1999). La quinta disciplina:
cómo impulsar el aprendizaje en la organización inteligente. Ediciones Granica.
Barcelona.
Sutton, R. (2010). Good
Boss, Bad Boss. Hachette Book Group. Nueva York.
Bravo, O. (2011). "Organizaciones virtuosas", en
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